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México D.F. Jueves 21 de agosto de 2003

Carlos Montemayor

ƑGanó el PRI?

Los resultados de las elecciones del pasado 6 de julio y el nombramiento de la profesora Elba Esther Gordillo como coordinadora parlamentaria del PRI son aspectos contrastantes de nuestros nuevos procesos "democráticos". No es fácil aclarar qué PRI ganó en verdad con el voto ciudadano ni qué PRI nombró a la profesora Gordillo coordinadora parlamentaria.

No aludo a la diversa dinámica que puede advertirse entre los candidatos priístas elegidos por voto directo en cada distrito electoral y los diputados plurinominales designados por acuerdos de partido. Me refiero al sustento ideológico de lo que aún podría llamarse históricamente una orientación política "priísta", que en principio debería ser distinta a la orientación política del gobierno foxista. Reformulo esta pregunta: Ƒel PRI que ganó es un partido ideológicamente diferente al gobierno de Vicente Fox o es tan sólo otra opción de grupos de poder con una política de gobierno idéntica?

En su larga vida, el PRI ha sido una entidad compleja, con frecuencia analizada o juzgada de manera sumaria. Por principio de cuentas, nunca fue propiamente un partido político, sino el mecanismo de Estado encargado de la distribución del poder político y administrativo en todos los niveles municipales, estatales y federales. Durante muchas décadas abarcó sectores, clases, ideologías, grupos, intereses, poderes regionales y nacionales, no como unidad monolítica, sino como equilibrio de muchas corrientes e intereses. Ese viejo PRI perdió matices y equilibrios durante la gestión sexenal de Miguel de la Madrid, particularmente durante el proceso de la sucesión presidencial de 1988. No exageraríamos al decir que la introducción del neoliberalismo en México cerró al PRI, lo tornó monolítico, sordo, intolerante con su diversidad interna; que lo alineó bajo un solo y nuevo interés: la apertura de fronteras y el desmantelamiento del Estado como factor de desarrollo en la economía del país. Ese nuevo PRI, lo entendemos ahora con claridad, era en verdad el final del PRI. El neoliberalismo "priísta" se propuso, como una de sus tareas esenciales, desmantelar el viejo partido, pues de otra manera le hubiera sido imposible proponerse desmantelar el Estado de economía mixta.

Vicente Fox no ha representado por ello ningún gobierno del cambio, sino la continuidad de las políticas emprendidas por el PRI, que aparecen con el gobierno de Miguel de la Madrid. O sea, Vicente Fox encabeza el cuarto gobierno neoliberal, el cuarto gobierno de lo mismo en materia de política económica. Ciertamente, los resultados electorales del pasado 6 de julio pueden leerse, a pesar de la inmensa abstención, como un retroceso para el equipo y partido del presidente Fox y como un avance, una recuperación importante para el PRI. Pero, Ƒen realidad qué de lo que aún queda del PRI ganó en estas elecciones? ƑCuál PRI está disponiéndose a retomar el poder?

Durante el proceso electoral de 2000, mi amigo Miguel Tirado me invitó a prologar un libro que publicó por esas fechas, La crisis del partido de Estado. Nos habíamos conocido a finales de 1979, en la ciudad de Washington, cuando formábamos parte de la delegación mexicana que debía firmar un convenio de intercambio cultural y educativo con el gobierno de Estados Unidos.

Miguel Tirado asistía en representación del Fonapas, el antiguo Fondo Nacional para Actividades Sociales, y yo acudía en representación de la Universidad Autónoma Metropolitana. Desde esa época empezamos a conversar con frecuencia sobre las transformaciones políticas de México. Su buen humor encauzó siempre en las mejores direcciones nuestras diferencias de perspectiva y de análisis. Yo nunca fui priísta; él lo sigue siendo. De manera que La crisis del partido de Estado era, en aquellas jornadas electorales de 2000, una especie de crónica del naufragio al que se resistía el propio cronista. Los resultados electorales recientes y el modo en se designó a la profesora Elba Esther Gordillo coordinadora parlamentaria me persuadieron a elaborar este recuento, como decía Alfonso Reyes, del pasado inmediato.

A los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo les tocó afrontar, es cierto, la alternancia de los partidos en el poder; al primero, en entidades federativas; al segundo, en la Presidencia de la República. Pero sus gobiernos formaron parte de un nuevo proyecto de orden económico, que no dependía solamente de las decisiones personales que ellos o sus equipos pudieran tomar. Este nuevo proyecto era sustancialmente diferente del que había orientado a los gobiernos de México en las décadas anteriores. La nueva orientación se fue incubando en México cuando José López Portillo se desempeñaba como secretario de Hacienda. Ahí se formó alrededor de Miguel de la Madrid el grupo de economistas que durante el sexenio de López Portillo se fortaleció y se propuso sentar las bases de una transformación del país acorde con un esquema neoliberal y globalizador, y en contra de la tendencia proteccionista y desarrollista de los gobiernos priístas anteriores.

Con el ascenso al poder de Miguel de la Madrid, este grupo tuvo las condiciones para fincar esa política económica en México. Algunos de los integrantes de ese grupo fueron, como todos sabemos, Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís, Pedro Aspe, Jaime Serra Puche, Guillermo Ortiz, Luis Téllez, José Angel Gurría, Luis Donaldo Colosio y Ernesto Zedillo.

Ellos volvieron a emplear una palabra que mucho ha gustado en la historia de México: la modernidad. Modernizar el país significó esta vez emprender el viaje sin retorno hacia el neoliberalismo, viaje que implicaba una idea diferente de país y la conservación de poder por lo menos durante tres o cuatro sexenios (lo cual, en verdad, ya consiguieron). Este proceso complejo exigía una intensa acción política para ajustar cambios constitucionales y de leyes secundarias en la tenencia de la tierra y en la cesión de zonas costeras para privatizaciones de servicios públicos en puertos, petroquímica, comunicaciones, recursos hidráulicos; para reducir el crédito agrícola y modificar sustancialmente la legislación obrera, pues tal modernización requería limitar el ingreso del trabajo, pero no del capital. El neoliberalismo suponía un quebrantamiento doloroso de 20 o más años; en ese lapso el desempleo y la pobreza llegarían a situaciones alarmantes, pero previsibles.

Por tanto, estuvimos llamando "crisis" al proceso nacional de ajuste que la globalización requería. La desaparición de fuentes de empleo o de la pequeña y mediana empresa eran señales de crisis solamente para los que no entendíamos que el ajuste estaba operando correctamente. Para la banca mundial y para los que en México defendían este modelo económico no eran señales de "crisis", sino ajustes pasajeros y necesarios que había que dejar atrás en nuestro camino hacia la plena consolidación del modelo. Por ello, cada vez entrábamos no en un cierto año de un gobierno sexenal, sino en un año más de un proceso económico y político que no tenía punto de retorno. Los ex presidentes Salinas de Gortari y Zedillo confiaban en ese modelo, creían que era la única alternativa para el país. Lo mismo siguen pensando, por supuesto, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos. También, ahora, el gobierno de Vicente Fox.

No era sencillo reconocer hace pocos años la involución que el PRI había tenido que sufrir en aras de su modernización neoliberal. El proceso nacional de ajuste al nuevo modelo tenía que vencer, ante todo, la propia estructura ideológica y corporativa del sistema político mexicano. El PRI se transformó y dejó atrás sus principios ideológicos e históricos al convertir el neoliberalismo en la etapa moderna de la Revolución Mexicana, cuando en verdad era su versión opuesta y enfrentada. Hace 25 o 30 años los priístas hubieran impugnado y considerado lesivo para México el proyecto económico que el PRI respaldó ciega y disciplinadamente durante los gobiernos de Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo. Por ello desde entonces la zona conceptual entre el nuevo y el viejo PRI se desvaneció. Las embestidas que dañaron y debilitaron al PRI provinieron directamente de los tres últimos presidentes priístas, que se propusieron establecer un modelo económico diametralmente opuesto a la trayectoria histórica del priísmo. En este sentido, el descalabro del PRI comenzó por una fuerza proveniente de su interior, pero ideológicamente ajena a él. Los priístas apostaron, por disciplina política y para facilitar las tareas de gobierno, contra sí mismos.

Ahora, tres años después del triunfo de Vicente Fox, los pocos electores activos votaron mayoritariamente por el PRI. ƑA cuál PRI fue dirigido ese voto? ƑAl que desarrolló las mismas políticas que hoy defiende Vicente Fox? ƑAl PRI que, como Fox, ha manipulado el Fobaproa-IPAB, la privatización del sector energético, la reducción a cero de los derechos laborales, la reducción a cero de la seguridad social, el desmantelamiento de la universidad pública, el sometimiento dócil al proteccionismo, intereses y negocios de los consorcios de Estados Unidos? Si así fuera, estaríamos como los empleados bancarios de aquella película de Woody Allen titulada en español Robó, huyó y lo pescaron. La banda de ladrones de Woody se había preparado largo tiempo para asaltar un banco. La mañana en que decidieron efectuar el atraco, otra banda de maleantes había decidido asaltar también el mismo banco. Las dos bandas reclaman su derecho independiente al atraco y como no pueden llegar a un acuerdo piden a los empleados que decidan cuál banda de ladrones prefieren que los asalte.

Si así fuera, decía, estaríamos como esos empleados, obligados a elegir quién debe asaltarnos. Es decir, los electores que votaron por el PRI, como es costumbre en México, pues, habrían perdido la memoria.

Pero concedamos que también pudo tratarse de un voto de riesgo y de prueba: quizás el PRI que votó por la maestra Elba Esther Gordillo como coordinadora parlamentaria no es todo lo que ha quedado del PRI y habrá algunos priístas que todavía crean que es válido frenar el desmantelamiento del Estado mexicano y no colaborar obsequiosamente en su derrumbe. Repito, no sabemos qué PRI ha ganado. Supongo que ahora será posible comprobar si es sólo otro grupo de poder con la misma ideología que los Amigos de Fox o si aún quedan entre las filas de ese partido políticos que no empleen su importante número mayoritario para vender lo poco que del país están dejando los últimos cuatro presidentes neoliberales y modernos.

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