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México D.F. Sábado 9 de agosto de 2003

Víctor Quintana

Globalifóxicos

Un nuevo tipo humano recorre los pasillos del poder: los globalifóxicos. Son aquellos integrantes del gabinete de Vicente Fox que, seducidos por el libre comercio y la globalización capitalista, están dispuestos a todo con tal de que la conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a celebrarse en Cancún el próximo septiembre, sea todo un éxito. Si en anteriores conferencias los poderes económicos del planeta no pudieron llegar a imponer la constitución mundial de los derechos del capital, en Cancún todo debe llegar a feliz término. Contra todo y contra todos.

Hasta 1999 las cosas marchaban bien para las trasnacionales y para los países ricos que controlan la OMC. Habían logrado imponer a 124 países del orbe el libre mercado como objetivo primario, como fin en sí mismo. Habían logrado que las conferencias ministeriales bianuales del organismo fueran el instrumento legitimador del sometimiento de los países pobres o en vías de desarrollo a los intereses de los poderes económicos del planeta.

Pero en 1999 surgió en Seattle el contrapeso a esos megapoderes. El "otro" poder social a escala planetaria, como lo reconoció el mismo The New York Times: la sociedad civil global. Campesinos, mujeres, obreros, estudiantes, ambientalistas, religiosos, investigadores, académicos se manifestaron con furia y, a pesar de la represión, lograron impedir mayores avances en las negociaciones de la OMC. Otro tanto ocurrió en Doha hace dos años.

El miedo no anda en burro. Por eso, al menos tres secretarios del "gabinetazo" han echado a andar un plan doble para evitar que los mal llamados globalifóbicos hagan fracasar una vez más la cumbre de los poderosos. El Plan A (plan casa chica) consiste en tratar de convencer a los dirigentes de los activistas que se oponen a la antidemocracia, no transparencia e inequidad de la OMC, a que cambien el lugar de sus reuniones y de sus manifestaciones. Les ofrecen cañonazos de financiamiento, locales, pasajes, logística, para que se reúnan y hasta protesten, con tal de que sea antes, o después, de la conferencia de Cancún, o en otro lugar muy distante a ese centro turístico.

Como los y las dirigentes de las organizaciones de la sociedad civil nacional e internacional no están dispuestos a aceptar el plan casa chica, los secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores y Agricultura ya están preparando el Plan B (plan cosaco): impedir que los pobres, sus representantes y sus aliados vengan a afear con sus protestas la conferencia de los ricos. Son más peligrosos ellos que los springbreakers gringos. Estos, cuando mucho, se desnudan entre ellos, pero aquéllos desnudan los planes del capitalismo global.

Así, el gobierno federal construye un auténtico estado de excepción en torno a la conferencia de Cancún. Empieza a exigir visas de entrada a nuestro país a visitantes de países a los que nunca se les había exigido. Hay exhaustivas revisiones e interrogatorios en los aeropuertos a todo el que pueda tener facha de globalifóbico. Se requerirán visas especiales para llegar hasta la citada playa caribeña. Y para quienes logren horadar la red protectora de Creel y Derbez habrá restricciones severas a su libertad de tránsito, de asociación y de manifestación. Como si Cancún dejara por unos días de ser de Quintana Roo y de México y fuera de Florida y de Bush: retenes, volantas, antimotines, patrullas, soldados, etcétera, etcétera.

El gobierno de Fox no quiere cambiar la línea de conducta de sus antecesores. Si De La Madrid, Salinas y Zedillo fueron los buenos alumnos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, ahora nos toca ser los buenos alumnos de la OMC. Generar todas las condiciones para que la reunión de Cancún sea todo un éxito. Así sea a costa de nuestros agricultores, de nuestros recursos acuíferos, de nuestro patrimonio genético, de nuestra soberanía.

Con toda seguridad, piensan ellos, la buena conducta ante la OMC suplirá su falta de imaginación y de iniciativas para sacarnos del atascadero económico. Si hay que firmar el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC lo firmarán con la derecha, aunque hagan añicos lo que signaron con la izquierda en el Acuerdo Nacional para el Campo.

Si no cambia el gobierno federal su conducta; si no garantiza los derechos de tránsito, expresión y manifestación a los críticos de la OMC; si no informa con transparencia, rinde cuentas y consulta a la ciudadanía sobre la postura de la nación en las negociaciones, este régimen ya no será más el gobierno del cambio, sino la administración de los globalifóxicos.

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