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México D.F. Miércoles 6 de agosto de 2003

Néstor Bravo Pérez

Peligra el Faro de Oriente

En un entorno social en que la educación debe bregar contra corriente y faltan espacios que permitan el reconocimiento de la multiplicidad de voces que conforman una comunidad, la Fábrica de Artes y Oficios (Faro) de Oriente fue en su origen una perspectiva que promovía el encuentro y el diálogo con lo múltiple y lo diverso.

En un centro educativo existe la necesidad fundamental de ser capaces de acercar la enseñanza a los ciudadanos, preparar a los alumnos para la vida, permitiéndoles el acceso al conocimiento y promoviendo el ejercicio de la reflexión y la crítica. El proyecto educativo del Faro de Oriente pretendía, en su origen, ser capaz de mostrar que las artes son una forma de conocer, que son parte de la cultura y que, en ese sentido, se puede entender a las representaciones artísticas como herramienta eficaz para expresar ideas, pensamientos, puntos de vista.

El Faro se ha esforzado, en sus tres cortos años de existencia, en comprender la complejidad de su entorno y así poder plantear formas educativas que permitan a quienes participan en sus talleres resolver problemas relacionados con su cotidianidad.

Actualmente el Faro se enfrenta a la necesidad de justificar su existencia en términos muy alejados del criterio de enseñanza, sobre todo en momentos en que la preocupación por la educación -tanto en la ciudad de México como a escala federal- es mínima, casi nula, lo cual provoca que el presupuesto para el rubro se otorgue con cuentagotas. Así, la existencia del lugar depende de su capacidad para organizar actos masivos, como si fuera la segunda sede de los conciertos del Zócalo capitalino, de ninguna manera mostrando el impacto de la enseñanza en la zona y los beneficios que ésta podría generar.

La necesidad de un espacio como el Faro es incuestionable. No obstante, parece que los directivos de esta escuela se están olvidando de varios aspectos fundamentales, sobre todo si reconocemos que esta institución fue creada por un gobierno de izquierda.

Me parece que el desarrollo de proyectos alrededor del Faro adolece de claridad para mostrar que desde la cultura construimos conocimiento, y así poder promover la calidad de vida que deseamos. Por medio de la literatura podemos descubrir mundos complejos, experiencias subjetivas con las que nos identificamos y nos permiten prepararnos para la vida. En este sentido el proyecto educativo del Faro no contempla que las artes plásticas no sólo promueven la creación de objetos, sino que se pueden desarrollar como modelo de pensamiento que aliente puntos de vista y la comprensión del mundo, un modelo de pensamiento que engloba, desde una perspectiva interdisciplinaria, historia, ciencia, religión, misticismo, política.

El Faro vive ahora en una especie de aletargamiento y en la obsesión por sobrevivir a cualquier costo y de cualquier manera, incluso rentando sus instalaciones para actividades particulares, como si fuera salón de fiestas, y se olvida de la proyección, de la creación, del conocimiento. Así, este centro educativo corre el riesgo de convertirse en un simple espacio de recreación, perdiendo así toda la riqueza con el que fue creado el proyecto inicial.

La Secretaría de Cultura del Distrito Federal parece estar pugnando por un proyecto inmediatista, ciego en cuanto a la importancia que supone la educación en un proceso social como el que, se supone, promueve el gobierno de la ciudad de México.

Por ello se requiere con urgencia crear instancias educativas que permitan al individuo, al habitante de la ciudad de México, crear espacios reflexivos promotores de la crítica que, desde una visión amplia, promuevan la comprensión, la interpretación, el análisis de la sociedad en la que vivimos.

A pesar de que es clara la necesidad de fortalecer este proyecto educativo, las autoridades de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal no han mostrado interés por dar seguimiento y coadyuvar al desarrollo de los proyectos pedagógicos que enriquezcan la enseñanza que se imparte en el Faro de Oriente.

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