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México D.F. Jueves 31 de julio de 2003

Angel Guerra Cabrera

El Moncada a debate

El 50 aniversario del ataque al cuartel Moncada ha sido objeto de interpretaciones de amigos y enemigos de la revolución cubana en diversas latitudes. Desnudos de argumentos, los primeros toman la fecha como pretexto para entonar su sonsonete predilecto: Cuba debe "transitar" a la democracia. Esclavos de la ideología dominante, su horizonte mental no alcanza a concebir otra forma de organización social y política que la muy cuestionable surgida con el mundo burgués europeo y estadunidense en el siglo XVIII.

Y ni eso, sino su versión caricaturesca y dependiente, exportada e impuesta como paradigma al resto del mundo por el puñado de países que lo han dominado, saqueado y se han enriquecido a su costa a partir de entonces. No importa sus esfuerzos por maquillarlo, el programa político que proponen para Cuba es -en el mejor de los ca-sos- su retorno a la república gangsteril existente antes del golpe de Estado batistiano del 10 de marzo de 1952, unciéndola de nuevo al yugo imperialista. El mismo que ha agravado en el resto de América Latina los flagelos que la isla, pese al bloqueo y la hostilidad del poderoso vecino, ha logrado sacudirse: el analfabetismo, el desempleo, la deserción y retraso escolar, los niños desnutridos y sin escuelas ni atención médica, el creciente tráfico de drogas y la corrupción generalizada del Estado, los jóvenes sin trabajo ni universidades, la ausencia de apoyo a la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, la polarización social entre un ejército de pobres y un puñado de ricos, la entrega de las riquezas nacionales, la discriminación de la mujer, el negro y el indígena. Su oferta a los cubanos es regresar a este infierno a cambio de devolverles un régimen político -la democracia representativa- que hoy está en crisis en el mundo porque ha hecho de la política institucional un show mercadotécnico al servicio exclusivo del poder del dinero, que no tiene nada que ofrecer a las mayorías. Ignoran deliberadamente la existencia en Cuba de un sistema de gobierno con profundo arraigo en la historia, la cultura y los sentimientos nacionales, que sí se inspira en los ideales de igualdad, libertad y fraternidad traicionados por la burguesía tan pronto logró desplazar del poder a la nobleza feudal. Esta ofensa a la inteligencia de un pueblo instruido y culto políticamente como el cubano fue la que difundieron medios de comunicación como The New York Times, El País, de Madrid, y sus congéneres en ocasión del medio siglo del asalto al Moncada.

En el polo opuesto, los trabajos publicados en este diario por José Steinsleger y Carlos Montemayor. El primero acierta en insertar orgánicamente el significado de la fecha en el contexto político, ideológico, social y cultural de la Cuba de entonces, colocando aquélla como continuidad de un proceso histórico liberador iniciado en el siglo XIX y proseguido en el XX, del que la revolución cubana de 1959 tomó sus me-jores esencias. El segundo, acucioso análisis del alegato con que Fidel Castro argumentó ante los jueces las razones morales y legales de la acción del Moncada, que rescata su vigencia en las actuales circunstancias del mundo.

Sin embargo, no todos los que se proponen exaltar el Moncada logran igual acierto y en ocasiones repiten falsos estereotipos que distorsionan su naturaleza. Ello pone de relieve la necesidad de profundizar -por quienes creen que otro mundo es posible- el estudio del surgimiento, ideología, estrategia y táctica políticas, organización y vínculos con el pueblo del movimiento que atacó el Moncada, condujo a la revolución cubana a la victoria y ha sido capaz de defenderla hasta hoy de la agresividad de la mayor potencia militar de la historia.

Contrariamente a aquellos estereotipos, las ideas del socialismo sí estuvieron presentes en la concepción del Moncada. Precisamente porque partía de un análisis dialéctico marxista de la sociedad cubana y del mundo rompió con la estrategia, la retórica y las formas organizativas al uso de los partidos comunistas. Refiriéndose a una táctica que se ajustaba al nivel de conciencia alcanzado en cada etapa de la lucha de clases, Fidel Castro ha afirmado: "La proclamación del socialismo en el periodo de la lucha insurreccional no hubiese sido comprendida por el pueblo, y el imperialismo habría intervenido directamente con sus fuerzas militares..."

Existe una sorprendente identidad entre la frescura ideológica, la flexibilidad táctica y organizativa y la irreverencia del Movimiento 26 de Julio hacia los dogmas de izquierda y actitudes semejantes que hoy encontramos en los nuevos movimientos sociales que resisten a la globalización neoliberal. El gran acierto de la estrategia inaugurada en el Moncada fue, y ha sido, la capacidad de combinarlas con un firme apego a las ideas cardinales del socialismo revolucionario.

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