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México D.F. Jueves 31 de julio de 2003

Gabriela Rodríguez

El fin de Digna

Nos hacía ver Cioran en un par de aforismos que "el hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad". Efectivamente, no sabemos si el exceso en los abusos en contra de los derechos humanos llevó a Digna Ochoa a perderle sentido a la vida, ni si ante esto ella decidió seguir más viva que nunca, lo cual es lo más probable en virtud de las amenazas que había acumulado. "El hombre es libre, salvo en lo que posee de más profundo. En la superficie hace lo que quiere; en las capas más oscuras 'voluntad' es un vocablo carente de sentido."

Por eso me da lo mismo si suicidaron o asesinaron a Digna Ochoa; en cualquiera de los dos casos lograron su cometido: poner fin a su intensa actividad en defensa de los derechos humanos. Está claro que se invirtieron muchas más energías en demostrar la hipótesis del suicidio, y que los mismos resultados de balística fueron base para concluir, primero, que fue homicidio y, posteriormente, suicidio.

Ya desde la primera consulta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitada por la propia Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal se había exigido mayor atención ante ciertas prácticas irregulares en las averiguaciones sobre las amenazas contra defensores de los derechos humanos.

Se trata de uno de esos casos en los que, como una no es investigadora ni criminalista, sino simple ciudadana sin acceso a los expedientes, nos da mucha más luz preguntarnos: Ƒa quién satisface la muerte de Digna? Está claro que a muchos. Basta echar un ojo a los casos de violación de los derechos humanos que la abogada, quien lleva en su propio nombre el objetivo de su lucha, encabezaba como defensora:

Su suicidio beneficia en primer lugar a los miembros del Ejército Mexicano, a quienes Digna investigaba como violadores de las mujeres indígenas de los Altos de Chiapas y del estado de Guerrero.

Su suicidio es también bienvenido por los mandos superiores del Ejército Mexicano que torturaron soldados.

Otros que están de fiesta son quienes detuvieron a los estudiantes en la huelga estudiantil de la UNAM.

Celebran como nadie el suicidio las altas autoridades que dirigieron los operativos de febrero de 1995 contra los zapatistas, uno de los peores golpes al movimiento.

Deben de dormir muy tranquilos tras este suicidio quienes ordenaron las masacres de Aguas Blancas, Acteal, El Charco y El Bosque, pequeños casos que Digna seguía de cerca.

De la que se salvaron los responsables de la planta de productos químicos Anaversa, a cuyas víctimas de contaminación Digna apoyaba.

Y bueno, los que han de estar estallando de felicidad son los responsables de la deforestación de la sierra de Petatlán. Vamos a ver quién tiene la valentía ahora para intentar meterse a fondo para proteger a defensores de los bosques.

De cualquier manera el fin de Digna es sin duda un gran triunfo de las más oscuras fuerzas contra los derechos humanos, ésas que han colocado a sus cuadros en las más altas esferas del poder.

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