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México D.F. Miércoles 30 de julio de 2003

Habla de su nuevo volumen de cuentos publicado por Ediciones Era

Verónica Murguía reflexiona sobre la violencia en El ángel de Nicolás

El caso de las muertas de Ciudad Juárez le parece suficiente para llenar 10 mil libros de personas que lloran No practico la literatura por depresión, dice la escritora

CESAR GÜEMES

murguia-veronica-ewr_OKEs habitante de varios mundos, el de la historia por formación académica, el de la cátedra, el del periodismo y los de la literatura para niños y lectores en general. Autora de novelas como Auliya y El fuego verde, Verónica Murguía ha dedicado buena parte de su ejercicio creativo a los libros pensados originalmente para primeros lectores, entre los que se cuentan Hotel monstruo: bienvenidos, El pollo Ramiro y Mi monstruo Mandarino. Hoy da a conocer el volumen de cuentos El ángel de Nicolás (Ediciones Era).

Murguía explica así la convivencia de los mundos distintos conformados por los lectores adultos y niños a los que van dirigidos sus libros: ''Son dos vertientes de mi personalidad y de mis intereses como lectora. Por razones azarosas, de niña no me acerqué a la literatura infantil sino a historias del Medievo que me esforzaba por entender. Ya en la adolescencia me tropecé con los libros pensados para niños y la idea de esa concepción de escritura me sedujo de inmediato. Si hago libros lo mismo para adultos que para primeros lectores se debe a que he sido una lectora muy voraz de las dos vertientes".

En cuanto a la concepción de El ángel de Nicolás, narra: ''Es un libro que siempre quise escribir. Pienso que es una reflexión sobre la violencia. Hace tiempo leí en un libro de Robert Fossier que había sucedido algo similar a lo que pasa en mi cuento del ángel. Lo que le ocurre al personaje Nicolás es una invención mía, pero para la hagiografía ortodoxa hubo un sujeto a quien se le apareció 'algo' antes de cierta batalla que devino exterminio total.

''Mientras tenía en mi archivo esas cinco líneas de Fossier sucedió en México la matanza de Acteal. Advertí que el grupo agresor estaba conformado por personas muy parecidas al agredido. Casi era el mismo conglomerado social. Eso me causó mucha angustia. De ese modo las dos historias, la que recuerda Fossier y la de Acteal se juntaron. El pasado me sirve como caja de resonancia para entender el presente."

El mundo es una especie de llaga

La realidad del mundo, expresa Murguía, es fuente de angustia: ''Alguna vez leí la autobiografía de Margery Kempe, la mística inglesa del siglo XIV, que luego de ir a Jerusalén no dejó de llorar hasta el día de su muerte. Si bien es cierto que para sus vecinos la señora Kempe se volvió una monserga, también lo es que muchas mujeres se le unieron al no encontrar mejor manera de expresarse que mediante el llanto. La mujer llora todo el tiempo y explica que el mundo es una especie de llaga. El caso de las muertas de Juárez me parece suficiente como para llenar 10 mil libros de personas que lloran, es un completo horror. En México no es exagerado que alguien llore todos los días por lo que sucede cotidianamente tan sólo en el Distrito Federal".

De modo, continúa, que ''a diferencia de mis escritos periodísticos, no tuve un solo momento de humor al trabajar sobre El ángel de Nicolás". Y aunque no haya humor, en el libro hay una prosa cuidada, muy atenta hacia el lector, producto de la corrección: ''Retrabajo mucho mis textos porque los escritores que admiro son dueños de prosas muy limpias: Marcel Schwob, Jorge Luis Borges y Saint-John Perse, por ejemplo, escribieron con muchísimo cuidado. Ya que voy a tratar un tema tan complejo como es la violencia, lo menos que puedo hacer en favor de quien lo lea es que el texto sea fluido".

-En El ángel de Nicolás está la angustia, si bien no es un libro depresivo.

-Escribir este libro fue un tanto catártico y aunque mi situación personal sea muy amable, por suerte, llego a agobiarme por un hecho o por otro. Pero es verdad que no soy una escritora que practique la literatura por depresión. Claro, no entiendo y me indignan asuntos como la vida en Africa o la invasión prolongada a Irak. En todo caso digo que hacer El ángel de Nicolás no fue del todo catártico porque lo escribí a lo largo de muchos años y visto así los efectos curativos se diluyeron poco a poco.

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