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México D.F. Miércoles 30 de julio de 2003

Arnoldo Kraus /I

La salud en México. Un acercamiento

"Es cierto -dijo melancólicamente el hombre sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que desde allí el cielo no se ve". La fábula es de Augusto Monterroso, se titula El paraíso imperfecto.

Creo que a mí me sucede algo similar que al hombre de Tito cuando llegó al cielo: veo pacientes todos los días, acudo a un hospital de gobierno y a uno privado, leo medicina en revistas mexicanas y extranjeras, y por la prensa me entero de algunas noticias acerca de la salud. A pesar de eso, de vivir entre enfermos y noticias médicas, soy incapaz de hacer un diagnóstico sólido de la salud de los mexicanos. Sin embargo, considero oportuno y obligado aventurar algunas críticas.

Primera. Calidad de la atención. Entre otras circunstancias, atender a un enfermo exige conocerlo, implica saber quién es y cuáles son los datos medulares de su historia clínica, que no es otra cosa más que la historia de su vida. La palabra terapia -eso es lo que hacemos los médicos- es sinónimo de servicio. Servicio, entre otras características, significa diálogo, tiempo, escucha, palpar al enfermo y cuidarlo. En síntesis, establecer una relación médico-paciente. La palabra tratamiento en alemán -behandlung- resume bien las virtudes anteriores: tocar cuidadosamente al enfermo. Puedo asegurar que en ninguna de las instituciones gubernamentales, que tanto se ufanan por sus números, se cumplen los preceptos anteriores; en la mayoría de los casos, no por culpa de los médicos, sino por la saturación de los servicios y el mínimo apoyo de parafernalia médica, como sucedió recientemente en el Hospital Juárez.

Si usted le pregunta a un enfermo, por ejemplo derechohabiente del IMSS, por qué no sigue atendiéndose en donde le corresponde, le explicará lo siguiente: "suelo esperar dos horas, es infrecuente que mi expediente esté disponible, el médico sólo me interroga, nunca me revisa, nunca me ve, la consulta dura cinco minutos y es muy común que no estén disponibles los medicamentos en las farmacias". A lo anterior debe agregarse que la mayoría de las veces el paciente es tan sólo un número, y que, en ocasiones, el médico no tiene ni la más remota idea de quién es el paciente ni cuál o cuáles son sus enfermedades. En defensa de mis colegas, debo decir que tienen que atender a 30 o 40 personas cada día y que sus sueldos no son los que perciben ni senadores ni diputados.

Segunda. Calidad de los exámenes. La dependencia que tiene la medicina con la tecnología es cada vez mayor. Los exámenes de laboratorio, rayos X, patología y otros son parte del esqueleto de la medicina. El IMSS publica con mucha frecuencia desplegados en los que enaltece su labor: millones de consultas, incontables procedimientos radiológicos, tomas de sangre, etcétera. Es obvio que hacer no es sinónimo de hacer bien, y también es obvio que las inserciones pagadas no son reflejo de la realidad. Ofrezco un ejemplo: es muy, muy común, que las radiografías tomadas en algunas dependencias de gobierno no sirvan "para nada". Es decir, no muestran lo que deberían. Si eso sucede con las radiografías, Ƒpor qué creerle a los estudios de laboratorio? Hemos visto enfermos con anemias muy serias que muestran hemoglobinas normales practicadas el día previo.

Tercera. Calidad de los medicamentos. Aunque este punto puede suscitar discrepancias, muchos doctores tenemos la certeza de que buen número de productos ofrecidos por el gobierno no son de la misma calidad que los elaborados por compañías privadas. ƑCómo aseverarlo? En más de una ocasión, cuando escasea el producto original o cuando los enfermos carecen de dinero y compran o reciben medicinas producidas por compañías contratadas, por ejemplo, por el IMSS, la enfermedad se activa nuevamente y el paciente recae. Ergo: o el medicamento no era lo que decía la etiqueta, o el producto era "menos potente", o las proporciones entre principios activos e inertes no eran las idóneas.

La próxima semana discutiré dos incisos más: la tendencia a negar la realidad y la calidad con la que funcionan los hospitales. Si bien mis observaciones están preñadas de escepticismo, no pretendo ser iconoclasta. Intento retratar "otra realidad", confiando en que la crítica construye y el silencio sepulta.

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