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México D.F. Martes 22 de julio de 2003

Como en tiempos de Hussein, en Bagdad, un día simplemente alguien desaparece

Viola EU derechos de prisioneros en Irak

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Bagdad, 21 de julio. He aquí una historia que nos avergonzará a todos. Se refiere a los atroces campos de prisioneros que tienen los estadunidenses en Irak, y a las golpizas que se propinan a los cautivos durante los interrogatorios.

Es posible que "fuentes" sea una palabra mal vista en el periodismo en estos días, pero las fuentes que revelan las golpizas en Irak son impecables, y cualquier oficial de inteligencia militar estadunidense que quiera llamarme mentiroso podrá explicar cómo es que tres de sus prisioneros en el campo Bagram, en Afganistán, fueron asesinados durante el interrogatorio. Esta nota se refiere también a la muerte a balazos de tres prisioneros en Bagdad, dos de ellos "cuando trataban de escapar". Pero, por encima de todo, se refiere a Qais Mohamed Al-Salman.

Qaid Al-Salman es precisamente uno de esos hombres que tanto necesitan el embajador estadunidense Paul Bremer y sus atribulados asistentes en las autoridades de ocupación angloestadunidense. Odiaba a Saddam, se exilió en 1976 y regresó después de la "liberación" con una maleta literalmente repleta de planes para colaborar en la restauración de la infraestructura y el sistema de purificación de agua de su país. Es un ingeniero que trabajó en Africa, Asia y Europa. Es ciudadano danés, habla buen inglés e incluso simpatiza con Estados Unidos. O simpatizaba hasta el 6 de junio de este año.

En esa fecha transitaba por la calle Abú Nawas cuando soldados estadunidenses abrieron fuego sobre su automóvil. Dice que nunca vio el retén. Las balas dieron en los neumáticos y el chofer y otro pasajero salieron corriendo por su vida. Qais Al-Salman, que llevaba sus expedientes sobre sistemas hidráulicos y proyectos agrícolas para el "nuevo" Irak, se quedó dócilmente de pie al lado del vehículo. Traía su pasaporte y su licencia de manejo daneses, así como sus registros médicos.

Pero dejemos que él nos cuente su historia. "Llegó un auto civil en el que viajaban soldados estadunidenses, y luego otros soldados en vehículos militares. Les dije que no entendía lo que pasaba, que yo era investigador científico.

"Sin embargo me hicieron tenderme boca abajo sobre el pavimento, me sujetaron las manos a la espalda con esposas de plástico, me amarraron los pies y me metieron en uno de los vehículos."

El siguiente fragmento de su relato tiene implicaciones para los que ejercemos el periodismo. "Después de 10 minutos en el vehículo me volvieron a sacar. Había periodistas con cámaras. Los estadunidenses me desataron y me hicieron tenderme otra vez boca abajo en la calle. Luego, frente a las cámaras, volvieron a sujetarme de pies y manos y a meterme en el vehículo. Les dije que mi anciana madre me esperaba, que era necesario avisarle lo que pasaba. No me hicieron caso."

Si no se tratara de un acontecimiento común en la Bagdad de hoy -si las grotescas injusticias y el maltrato igualmente grotesco de iraquíes ordinarios en los campos estadunidenses de prisioneros no fueran cosa de todos los días aquí-, el relato de Qais Al-Salman no sería tan importante.

Llega AI a investigar

Amnistía Internacional arribó a Bagdad hoy lunes para investigar tanto los monstruosos crímenes cometidos por Saddam Hussein como el centro de detenciones masivas que operan los estadunidenses en el Aeropuerto Internacional de Bagdad, en el cual viven alrededor de 2 mil cautivos hacinados en tiendas de campaña calurosas y carentes de ventilación, sin que seiraqi_shiites_dem les someta a juicio ni cuenten con abogados defensores.

En esta cárcel improvisada que llaman Campo Cropper se han producido ya dos intentos de fuga. Sobra decir que los dos cautivos que pretendían escapar fueron de inmediato abatidos a tiros por sus custodios estadunidenses. Este lunes -también sobra decirlo- se negó a Amnistía permiso de visitar Campo Cropper. Tampoco me sorprende, porque fue allí adonde los estadunidenses llevaron a Qais Al-Salman el 6 de junio.

Lo pusieron en la tienda B, vasto recinto de lona ocupado hasta por 130 prisioneros. "Había allí distintos tipos de personas", relata Qais Al-Salman. "Personas de gran cultura, médicos y profesores universitarios, junto con la gente más sucia y bestial, ladrones y criminales como jamás había yo visto. En la mañana me llevaron para que me interrogara un oficial estadunidense de inteligencia, que vestía pantalones y una playera militar. Le expliqué todo, mi ciudadanía danesa, mi trabajo. Le mostré cartas que me relacionan con proyectos de la USAID (Agencia Estadunidense para el Desarrollo) y con planes de inversión de una empresa británica. Me preguntó una y otra vez por qué tenía esos papeles. Luego prendió con un alfiler una etiqueta en mi camisa, que decía: 'sospechoso de asesinato'."

Es probable que haya algunos asesinos en Campo Cropper. Los buenos, los malos y los feos han sido encarcelados allí: antiguos baazistas, posibles torturadores iraquíes, saqueadores y prácticamente cualquiera que se haya cruzado en el camino de la tropa estadunidense. Sólo a los prisioneros "selectos" se les golpea durante el interrogatorio. Una vez más, repito, la fuente es impecable... y occidental.

Por fortuna Qais Al-Salam no estaba entre los "selectos". De todas formas jamás le dieron agua para lavarse -la mayoría de los prisioneros contraía infecciones en la piel- y, después de tratar de explicar su inocencia a otro interrogador, emprendió una huelga de hambre. Nunca se presentaron cargos formales en su contra. No había reglas para los carceleros estadunidenses, ni se realizaron investigaciones por la muerte de los dos presuntos prófugos.

Fue Qais Al-Salam quien encabezó a cientos de hombres en una intifada en miniatura en la prisión, durante la cual lanzaron gritos de "šLibertad, libertad, libertad!" a sus captores y arrojaron los postes de madera de la tienda hacia los guardias de la prisión, sobre el alambrado de púas.

Un signo de la integridad de Qais Al-Salman es que elogia a varios de sus captores: al mayor estadunidense que impidió a sus custodios, hombres y mujeres, reaccionar con exageración a la protesta, y a su tercer y cuarto interrogadores, quienes se tomaron la molestia de apuntar su larga explicación de lo que los estadunidenses deberían hacer para obtener buenos resultados en su trato con los iraquíes.

Liberen a Irak de su deuda de 360 mil millones de dólares, les dijo, conozcan la cultura y la sociedad de la nación, devuelvan al país su participación en la OPEP. "Anotaron todo y estuvieron de acuerdo conmigo."

Con todo, pasaron todavía otros 12 días hasta que un abogado estadunidense revisó sus documentos y concluyó que Qais Al-Salman era inocente. "Algunos soldados me llevaron de nuevo a Bagdad, después de 33 días en ese campamento. Me dejaron en la calle Rashid, me devolvieron mis documentos y mi pasaporte danés y me dijeron que lo sentían. Y sí, se veía que lo sentían."

Qais Al-Salman llegó a su hogar para encontrarse con una madre afligida que ya lo daba por muerto. Ningún estadunidense se había puesto en contacto con ella pese a sus desesperadas solicitudes de auxilio a las autoridades de ocupación. Ningún estadunidense se tomó la molestia de avisar al gobierno danés que tenían preso a uno de sus ciudadanos en Irak. Al igual que en tiempos de Saddam, simplemente un hombre había "desaparecido" en las calles de Bagdad.

Amnistía Internacional presentará este caso ante el gobierno estadunidense. En cuanto a Qais Al-Salman, su reflexión sobre las fuerzas ocupantes es: "Qué fácil es decir 'lo siento', Ƒno?"

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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