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E D I T O R I A L
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México D.F. Martes 15 de julio de 2003

 


EL SIDA, AMENAZA MUNDIAL

La devastación humana y material provocada por el sida en los últimos 20 años se ha convertido ya para numerosos países pobres en un verdadero problema de seguridad nacional y en una amenaza para su supervivencia. Aunque en las últimas dos décadas se han registrado importantes avances médicos y se ha conseguido elaborar medicamentos útiles para controlar el avance de la enfermedad y aumentar la esperanza de vida de quienes la padecen, tales progresos se encuentran prácticamente circunscritos a los países desarrollados, aquellos que pueden pagar el alto costo de los tratamientos y pueden solventar los daños económicos y sociales producidos por esta terrible pandemia.

Sin embargo, en las naciones subdesarrolladas, con Africa como la región más brutalmente castigada, el drama generado por el contagio de VIH ha adquirido proporciones perturbadoras. Según datos del Programa de Naciones Unidas sobre VIH-Sida, 60 millones de personas han sido tocadas por el virus en el continente africano, ya sea porque padecen este síndrome o han muerto a causa de él o porque sus familiares cercanos -padres, hermanos, hijos- son seropositivos o están ya enfermos de sida. La pérdida de una parte importante de la población joven y en edad productiva de estos países por causa del VIH -la ONU calcula que unos mil adultos y niños mueren diariamente de sida en Africa- ha originado que algunas de las naciones más afectadas se encuentren en verdadero riesgo de desaparecer, pues a los estragos sanitarios originados por la epidemia han de sumar la debacle de sus economías, la devastación de sus comunidades y la imposibilidad de destinar los recursos necesarios para frenar el galopante deterioro de la salud de su población.

En este sentido resulta relevante el llamado realizado ayer en París por el ex presidente sudafricano Nelson Mandela ante miles de científicos y activistas dedicados a combatir el flagelo mundial del sida. Mandela señaló enfáticamente que la humanidad se enfrenta a la peor crisis sanitaria de la historia y que, pese a los avances médicos logrados hasta hoy, la lucha contra el VIH ha sido un fracaso.

El caso de los medicamentos antirretrovirales es un ejemplo: su elevado costo y la renuencia de los grandes laboratorios transnacionales a permitir la fabricación de medicamentos genéricos mucho más baratos han bloqueado el acceso de los más pobres a un tratamiento que significa, para ellos y sus naciones, la diferencia entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la devastación.

Por ello, la asistencia internacional es indispensable para enfrentar la tragedia humana que representa el sida. Sin las aportaciones de las naciones desarrolladas y de los organismos internacionales, sin una política sanitaria global que permita a los países pobres acceder a bajo costo a los medicamentos contra el VIH, no será posible contener el avance del sida ni revertir el daño humano y material que este mal ha provocado en el tercer mundo y que eventualmente tocará también, de mantenerse las condiciones actuales, a los países desarrollados.

En este contexto, si bien el propio Mandela reconoció la importancia del apoyo de 15 mil millones de dólares que el gobierno de Estados Unidos prevé destinar en los próximos cinco años a la lucha contra el sida en Africa y el Caribe, también señaló que es necesario incrementar los montos y ampliar la procedencia de tales ayudas. Más allá de las promesas de Washington y de la renuencia de la Unión Europea a aumentar su asistencia financiera, es urgente pasar al campo de la acción: atender de forma inmediata y solidaria el dolor de incontables seres humanos.

La producción masiva de medicamentos antirretrovirales baratos y accesibles y el impulso de las campañas de educación y prevención a escala global son medidas prioritarias que deben ser respaldadas por la comunidad internacional y por los gobiernos na- cionales de forma decidida e inmediata, tanto con aportaciones económicas como con compromisos y políticas públicas firmes y de largo aliento. Ya no se trata de una discusión sobre presupuestos, ideologías o patentes: está en juego es la vida y la viabilidad social de millones de personas y de decenas de naciones en el mundo.
 

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