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P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 14 de julio de 2003

Armando Labra M.

Retrocracia

Eran de esperar pero no tanto. Se pudo anticipar que las elecciones del pasado día 6 estarían dominadas por una gran abstención, que nadie dominaría la escena en la Cámara de Diputados, que el perdedor sería el PAN y escalarían en algo el PRI y el PRD, que desaparecería buena parte de la chiquillería. Todo eso estaba visto anticipadamente, pero no las magnitudes en que sucedieron los comicios modernos que más atemperan el avance democrático en nuestro país. Que nos ubican más en la senda de la retrocracia, en ir hacia atrás, que en pos del futuro de una democracia plena. La mayoría del electorado no sólo se abstuvo por la inercia natural de las elecciones intermedias, sino que rompió el récord anterior de 52.4 por ciento registrado en los comicios presidenciales de 1988 para conquistar ahora un alarmante 58.5 por ciento. Eso quiere decir más de 20 por ciento respecto al promedio general de abstencionismo del electorado mexicano en décadas recientes. De 65 millones de electores sufragaron casi 27 millones, se abstuvieron casi 38 millones, de los cuales se afirma que unos 8 millones actuaron con plena conciencia deliberada de no ir a votar. Si lo hicieran por un partido existente o propio habrían tenido gran éxito, pero optaron por la retrocracia. Más aún, en cualquier democracia tal descalificación ciudadana significaría cuando menos cambio de gabinete y hasta de Presidente, simplemente porque no son depositarios de la legitimidad que confiere una mayoría. Punto.

Aparte de la inercia tradicional de la apatía en las elecciones intermedias, operaron en favor de la abstención factores como la saturación de propaganda vacua y mercantilista de los candidatos, la ausencia de ofertas políticas de los partidos y la reiteración del hartazgo que hace tres años abatió al PRI y ahora puso en la picota al PAN. En sólo tres años Acción Nacional está logrando desencantar a base de mentiras e ineficiencia a los mexicanos que el PRI cansó en 70. En otras palabras, campeó todo menos el avance hacia una cultura política democrática. Campeó exactamente lo contrario. Por eso no sólo no avanzamos, sino retrocedimos. Ganó la retrocracia. Los partidos captaron sólo votos duros y menos que en otras ocasiones. En ese flanco, al PAN le pudo haber ido peor, ya que su voto duro ha sido históricamente inferior al obtenido el 6 de julio, y no resultó más grave su descalabro electoral quizás porque aún pudo cosechar algunas moronas del "voto útil" que aún pululan por ahí. En resumen, ningún partido grande convenció a nuevos electores.

El día de hoy se habrá aclarado oficialmente el mapa camaral una vez definida la composición del tramo de diputados plurinominales y comenzará el jaloneo por los puntos finos pendientes y el regateo por las comisiones importantes de San Lázaro. Hay todavía ajustes que hacer antes de tener definida la fotografía oficial del primero de septiembre en que ocuparán sus curules los diputados de la 59 Legislatura. Lo que podemos anticipar ahora -con ganas de equivocarnos- es que durante los próximos tres años habrá otra ausencia que lamentar en el ámbito político nacional y no serán los votos, sino los acuerdos. Una primera reacción de los presidentes de los partidos al término de la jornada electoral del domingo 6 de julio fue que el reto inmediato de partidos y futuros diputados será, precisamente, el arribo a acuerdos parlamentarios. De haberlos no serán sobre temas relevantes. La minoría mayoritaria de 223 diputados, 45 por ciento del total, que detentará el PRI en la próxima Cámara le torna imprescindible para cualquier modificación constitucional así como para toda votación importante. Habiendo probado la miel de la recuperación, el PRI tendrá que ir por todo para intentar recuperar el poder en 2006. Eso sólo puede significar zancadillas al PAN, que ya se observó que son altamente redituables al priísmo. Ni aliándose con el PRD podría el PAN, con sus 153 diputados, apenas 31 por ciento del total, remontar tal escollo. Para construir una recuperación total hacia 2006, el PRI necesita constituir una oferta ideológica interesante para los mexicanos, es decir, un proyecto de nación que no tiene, un elenco de líderes que encarnen tal proyecto (Ƒlos tiene?), y suficiente disciplina para combatir en las Cámaras, con coherencia (Ƒla tiene?). Si logra esos triunfos podrá ofrecer una opción de gobierno y eso necesariamente juega a costa del PAN y de los acuerdos que éste necesita de ahora en adelante para sostener al tambaleante gobierno foxista. Ante un enemigo común tan endeble, Ƒconsiderarán el PRI o el PRD ayudar al PAN a culminar sus proyectos legislativos importantes para que pueda proseguir en un gobierno deslegitimado y sin poder? Usted dirá.

El horizonte, pues, es de retroceso, de retrocracia, pues tenemos una Cámara vulnerable por su falta de legitimidad, apenas 41 por ciento del electorado, que por cierto es una cifra similar a la proporción de los votos totales que obtuvo Fox en 2000, apenas 43 por ciento. Quiere decir que los mexicanos cada vez estamos menos representados en los poderes de la Unión, y eso democracia no es.

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