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México D.F. Lunes 30 de junio de 2003

Pinochetistas ubicaban fosas clandestinas, exhumaban los cadáveres y los arrojaban al mar

Revela ex militar chileno operativo para desaparecer cuerpos de opositores

Sólo me siento culpable "en parte" por las muertes; eran ellos o nosotros, asegura

AFP Y DPA

Santiago, 29 de junio. Un cabo retirado del ejército chileno reveló a la prensa detalles desconocidos sobre las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-90), como el fusilamiento de los 21 detenidos en el palacio presidencial de La Moneda el día del golpe de Estado, y las exhumaciones de cadáveres de los detenidos desaparecidos.

En una entrevista que publicó este domingo el diario El Mercurio, Eliseo Cornejo Escobedo, de 62 años, dijo que el 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe contra el presidente Salvador Allende, le tocó trasladar a 21 colaboradores del mandatario desde La Moneda hacia el campo militar de Peldehue, a 20 kilómetros al norte de Santiago.

Al recordar el fusilamiento, el testigo señaló que los prisioneros "fueron bajando de a uno" y los militares los ejecutaron esposados y sin vendarles los ojos. "Ellos vieron todo", dijo.

Cinco años después, el 23 de diciembre de 1978, Cornejo Escobedo recibió la orden de volver a Peldehue para indicar el sitio exacto de la sepultura, donde una máquina excavadora comenzó a remover la tierra.

"Empezó la máquina de a poquito, y apareció una primera persona, como a las once y media o doce del día. Ya el resto se hizo todo a mano, con palas", relató el ex soldado, uno de los cinco militares retirados contra quienes el juez Juan Carlos Urrutia abrió el miércoles pasado un primer proceso por la "exhumación ilegal" de restos de desaparecidos bajo el régimen de Pinochet.

"No sé la cantidad exacta, porque no los estuve mirando. Lo único que sé es que después que los sacaban ponían los restos en sacos -de cordel o de cáñamo, uno a uno para que no se desarmaran- los llevaban a un camión para trasladarlos más o menos unos 300 metros. Ahí cruzaba un patio inmensamente grande donde se posó un helicóptero que los trasladaba. Y hasta ahí es todo lo que sé. La misma versión que le di al juez...", agregó el principal testigo del proceso.

Este es el primer juicio por las remociones de cuerpos sepultados en entierros clandestinos para borrar todo rastro de los casi dos mil detenidos desaparecidos que figuran en las listas oficiales.

Cornejo Escobedo afirmó que sólo "en parte" se siente culpable. "Pero resulta que había una cosa: eran ellos o nosotros. A nosotros también nos mataron mucha gente y como uniformados nosotros no teníamos derecho a reclamo. Cumplíamos órdenes. Dentro del ejército se cumplen las órdenes", agregó.

Por su parte, el diario La Nación tuvo acceso a las confesiones que hizo a la justicia un ex oficial del ejército, cuyo nombre no le fue revelado, quien señaló que desde 1978 comenzaron los operativos para remover cuerpos de detenidos asesinados, en el norte y sur del país.

El testigo afirmó que la orden de exhumar los restos provino de la comandancia en jefe del ejército, que en ese tiempo estaba a cargo de Pinochet.

Las remociones comenzaron luego que fueron descubiertos los cadáveres de 15 campesinos sepultados en una mina abandonada en la zona de Lonquén, en las afueras de Santiago.

El oficial dijo que se redactó un documento secreto para que se ordenara reunir información acerca de los lugares exactos donde se sepultaron clandestinamente cuerpos de personas que fueron ejecutadas sin juicio.

De acuerdo con el diario, la orden que llevaban los militares era precisa: ubicar fosas o tumbas clandestinas, sacar los cuerpos, meterlos en bolsas plásticas adicionando peso en su interior, subirlos a un helicóptero y arrojarlos al mar.

La operación fue realizada siempre por personal de los regimientos locales. En cada ciudad donde se actuó, los equipos enviados se reunieron con el comandante de la división, si es que existía, pero siempre con el o los comandantes de los regimientos locales si había más de un cuartel, y con el jefe de inteligencia del regimiento.

La llamada Caravana del desentierro, según datos recogidos por La Nación, fue encargada al director de la Central Nacional de Informaciones (una de las policías secretas de Pinochet), Odlanier Mena.

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