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México D.F. Martes 3 de junio de 2003

ENTREVISTA /VICTOR BASTERRA, FOTOGRAFO ARGENTINO SOBREVIVIENTE DE LA ESMA

"El de Cavallo, un caso de sistemática aniquilación"

"YO TENIA COMO LABOR FALSIFICAR DOCUMENTOS A LOS MILITARES"

"Cavallo vuelve de Francia en 1982 y un día va de visita a la ESMA, trae una credencial de la Secretaría de Inteligencia del Estado y me pide que la falsifique. Hice dos copias; una la guardé. El facsímil, en 2000, sirvió para reconocer al entonces director del Renave"

BLANCHE PETRICH

Víctor Basterra, obrero gráfico y fotógrafo argentino, recorrió en días pasados las oficinas de algunos ministros de la Suprema Corte de Justicia de México repitiendo, cigarro tras cigarro, su testimonio, una de las piezas centrales en el proceso judicial al que está sometido el ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo en la Audiencia Nacional de España.

Los jueces mexicanos resolverán este martes si el oficial de la Escuela Superior Mecánica de la Armada (ESMA), de sombría memoria, debe ser o no entregado a la justicia española, ante la que deberá responder por cargos de genocidio, tortura y desaparición forzosa de cientos de argentinos en los años setenta y ochenta.

Basterra, un sobreviviente de la ESMA que en medio de su infortunio tuvo la posibilidad de rescatar un centenar de fotografías de represores y listados de miles de desaparecidos en distintas dependencias militares de su país, ha proporcionado pruebas contundentes en contra de Cavallo. Y ha hecho que éste sea un "caso testigo", uno que debe sentar jurisprudencia. Sería, de lograrse, el primer logro de la justicia humanitaria universal.

Esta historia empieza cuando Basterra, que entonces militaba en el peronismo de base y colaboraba en una revista proletaria, Campana de Palo, fue secuestrado y trasladado a la ESMA. Su destino fue como el de miles: torturas, vejaciones y años -interminables días- encerrado en el calabozo conocido como la Capucha, donde todos los presos permanecían las 24 horas con grilletes y una bolsa de tela en la cabeza.

Con el tiempo fue trasladado a una oficina conocida como Documentación, en la sección cuatro de la Armada. Eso -relata- "me dio la posibilidad de quedar frente a frente con los genocidas". Algunos presos eran destinados como mano de obra esclava en las oficinas. "Yo -refiere en entrevista- tenía como labor falsificar documentos a los militares y a los integrantes del grupo de tareas, fabricarles identidades falsas para salir a hacer compraventa de inmuebles que les robaban a los secuestrados, hurto de automóviles, licencias de manejo de armas, licencias de conducir."

Desde 1984 las declaraciones ministeriales y testimonios de Víctor Basterra ante distintos jurados han despejado muchas sombras en la historia de represión de esos años.

Estando prácticamente como detenido-desaparecido, por sus manos pasaban evidencias de delitos seriales: un oficial naval que se hizo pasar como periodista en la guerra de las Malvinas, con la ayuda de un corresponsal francés que le ofreció su credencial; identidades falsas de todo tipo, credenciales de oficiales de bajo rango para hacerse pasar por superiores. Algunos documentos utilizaban "sosias", datos reales de víctimas de la represión suplantados por los propios represores. Con frecuencia se actualizaban estos documentos.

Basterra, que de noche era encerrado en una celda ahí mismo, en el área de documentación, era el fotógrafo oficial.

"Un día un guardia que se llamaba Cresencio me dijo: 'Vení, que vamos a entrar a la Capucha, quieren hablar con vos'. Era de noche. Entré en la Capucha, volví a sentir esos olores; el olor de la adrenalina, de gente que pasa las 24 horas tirada en un colchón, engrillada y con la cabeza cubierta. No sé qué sentiría alguno de esos tipos, Cavallo u otro, si volviera a sentir ese olor. A lo mejor les gusta recordar cuando tenían la vida y la muerte de tantos seres en sus manos, no sé.

"Hablé con los compañeros, nos despedimos con un beso. A la semana me volvieron a llevar. En ese momento me di cuenta de la ventaja que tenía de estar asignado a otra área, de estar, de alguna manera, afuera. Ahí me dijo un compañero que era muy líder y un tipazo: 'acordamos que hay que intentar que no se salgan con la suya, que no les salga gratis todo eso'. Al regresar a la oficina, sentí que tenía un mandato. El de muchos compañeros del área de la Capucha que no sobrevivieron.

"Entonces empecé a hacer dos copias de cada fotografía que me ordenaban, una la entregaba y la otra la escondía en las cajas de papel fotosensible. Cuando llegaban a hacer requisas, abrían todo menos esas cajas. Con el tiempo se fue flexibilizando el trato y me llevaron a ver a mi familia para que no hiciera reclamaciones. Entonces empecé a sacar el material. Lo escondía en mi cuerpo. Mis hermanos los guardaban por ahí. Y como desarrollé mucho la memoria, para sobrevivir, y sin haber escrito nada, pude reconstruir la identidad de la mayoría. Y entre esos personajes estaba Miguel Cavallo."

Así fue como éste mordió el anzuelo: "Cavallo vuelve de Francia en 1982 y un día va como de visita a la ESMA y trae una credencial de la Secretaría de Inteligencia del Estado y me pide que la falsifique. Yo hago toda una tramoya, aparentando ver si se puede copiar la marca de agua, el tamaño, qué sé yo. Y hago dos fotocopias, una me la guardé. La otra se la di. Mi facsímil, en 2000, sirvió para reconocer en él al ex director del Registro Nacional de Vehículos (Renave) mexicano que estaba a punto de huir".

Ricardo Miguel Cavallo, director del Renave, salió fotografiado en una conferencia de prensa en México en 2000. En Argentina fue reconocido. Se hizo un proceso de identificación digitalizada con la fotografía de los archivos de Basterra y eso bastó para saber que ese funcionario argentino en México era en realidad un represor de la ESMA, Miguel Angel.

En su testimonio de 1984, 16 años atrás, el fotógrafo había manifestado que entre sus alias usaba el nombre de Ricardo, lo mismo que Marcelo o Sérpico. Pero aunque dio mal su nombre ante el servicio de inteligencia del Estado, deliberadamente, no modificó su número. Y en su credencial en México el número es el mismo de la credencial que Basterra falsificó.

En ese momento, hace ya dos años, fue detenido por la Interpol y preso en México con fines de extradición.

Entre las más de 100 fotos de represores recuperadas de ese modo, muchas han servido para que en los procesos judiciales de Argentina por el genocidio de aquellos años, aun frenados y limitados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, muchos militares se encuentren arraigados, con requerimientos de detención del gobierno español. Muchos otros son señalados como genocidas.

"No tenía la certidumbre; tenía la esperanza de poder usar esas fotografías para que todo eso que ocurrió en la ESMA no quedara impune", repite Basterra.

Estando preso en las condiciones en que se encontraban los secuestrados de aquellos años, en Argentina, con sus vidas a merced de sus captores, no fue fácil la decisión de escamotear pruebas inculpatorias a los oficiales de la ESMA. "Sin jactancia -dice este testigo-, yo soy un luchador y recordaba un poema que dice: No te sientas vencido ni aun vencido".

Todo tiene su anécdota y Basterra comparte algunas:

"Las oficinas de la ESMA donde yo estaba eran hechas de paneles, de pronto lo modificaban todo. Pero con mirada fotográfica me había hecho idea de cómo era el lugar. Una noche en que había una tormenta terrible, con una llave robada entré a una oficina del Sector de Inteligencia y saqué fotos; había un cuadro sinóptico, con un montón de cosas. Llevaba flash y tenía miedo que la luz se reflejara por las ventanas, pero había muchos relámpagos, así que continué. Saqué unas listas, un montón de fotos de listados de compañeros que habían pasado por distintos lugares. Y en un momento determinado escucho una puerta que se azota. Me dije: soné. Me encerré en el laboratorio, esperando que vinieran por mí. No vinieron. Sólo era el viento."

Esos listados recuperados una noche de tormenta sirvieron años después como un eslabón que faltaba en la investigación contra la junta militar argentina.

Hay mucha documentación extraviada y, en opinión de Basterra, el propio Cavallo puede saber dónde está. "A Cavallo yo lo vi manejar la microfilmadora en 1980. Tenía cantidad de listados. Todo lo que se hizo en la ESMA, toda la gente que pasó por ahí y su destino, está registrado."

Esas son las historias que Basterra compartió, hace algunos días, con los ministros Guillermo Ortiz Mayagoitia, Juan Díaz Romero y Sergio Aguirre Anguiano. "Quise expresarles que el de Cavallo es un caso aberrante; es un caso de genocidio, de sistemática aniquilación y desaparición de 30 mil ciudadanos argentinos. Espero que sirva mi aporte."

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