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México D.F. Sábado 31 de mayo de 2003

Un coronel ruso, aparente blanco, resultó ileso

Tres muertos y 10 heridos deja un bombazo en la capital de Chechenia

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 30 de mayo. Tres personas murieron y otras 10 resultaron heridas, de acuerdo con un balance preliminar, al estallar este viernes una mina en el momento en que pasaban dos coches y un autobús de pasajeros en la ciudad de Grozny, la capital de la república caucásica de Chechenia, en un nuevo atentado atribuido a los rebeldes separatistas.

La explosión ocurrió el mismo día en que el presidente de este país, Vladimir Putin, puso su mejor empeño en atender a sus invitados extranjeros, los 41 jefes de Estado y de gobierno que asisten con nutridos sé-quitos a la pomposa celebración del tercer centenario de la fundación de su ciudad na-tal, San Petersburgo.

El atentado, en la versión del gobierno checheno pro ruso, tuvo como objetivo a civiles, ya que la mina fue detonada junto a un autobús que transportaba a una veintena de albañiles a la base militar de Hankala, donde tie-ne su cuartel general el ejército federal estacionado en Chechenia.

Otros testimonios señalan que en uno de los coches viajaba el coronel Rajman Isayev, jefe de la policía en el distrito Zavodskoi de Grozny, quien era el aparente blanco de la explosión y logró salir ileso, por la casualidad de intentar rebasar el autobús.

Casi todos los días, y con mayor intensidad desde que en marzo pasado se celebró un cuestionado referéndum para legitimar la imposición de un gobierno pro ruso en Chechenia, ocurren ataques de este tipo.

Tras ya más de tres años y medio de guerra, en esta segunda edición del conflicto ar-mado ruso-checheno los atentados con bomba y las emboscadas rebeldes contra las tropas federales forman parte de una espiral de violencia, en la cual ya no se sabe cuándo son respuesta a los excesos del ejército contra la población civil y cuándo el motivo para lanzar nuevas represalias.

En suma, y al margen de los orígenes independentistas de la tragedia chechena -ánimos de ruptura con Moscú que en su momento impulsó el anterior presidente ru-so, Boris Yeltsin, para desestabilizar al go-bierno del entonces mandatario soviético Mijail Gorbachov-, esta pequeña república del Cáucaso del norte lleva años atrapada en un círculo vicioso que propicia sólo más odios y resentimientos recíprocos entre chechenos y rusos.

Putin quería llegar a los festejos del tricentenario de San Petersburgo con un proceso de pretendida normalización en marcha, sustentado en el reclutamiento de un antiguo enemigo que llegó a declarar la jihad a Ru-sia, como es el actual gobernante interino, Ahmad Kadyrov, y una oferta de amnistía parcial, la ocurrencia más reciente de sus asesores, que se quería presentar como un gran éxito de su política.

No hay tal, y lo que es peor, para escarnio del Kremlin y desgracia de la población civil de la república separatista, la apuesta de Pu-tin sigue siendo el uso de la fuerza.

Mientras no se quiera recurrir a otro tipo de solución, que difícilmente podrá poner fin a la guerra sin negociar un insoslayable arreglo político, habrá conflicto en el Cáucaso del norte, con los consiguientes muertos y heridos de cada día.

Chechenia es una herida abierta y no puede desaparecer del mapa por capricho supremo, ni siquiera durante los dos días dedicados a resaltar las virtudes de una ciudad vestida de fiesta con el dispendio de casi mil 200 millones de dólares.

El eco de esa guerra llega hasta San Petersburgo, por más que el anfitrión cruce los dedos para que sus invitados se lleven sólo el recuerdo de los magníficos acordes de la orquesta del Mariinski, que dirige el genio de Valeri Guerguiev, de los manjares que se sirvieron en la cena de gala esta noche o de los fuegos artificiales listos para adornar el cielo de la ciudad fundada, hace tres siglos, por Pedro el Grande.

Ciertamente, los presidentes y primeros ministros europeos no le van a arruinar la fiesta a Putin, pero quizás tampoco dejen pasar la oportunidad que brinda la cumbre de Rusia con la Unión Europea, que se tiene previsto realizar este sábado, para insistir en que se incluya en el comunicado final una mención sobre Chechenia.

Por más comedido que fuera el tono al hablar de Chechenia -hasta ahora parece que Rusia sólo acepta que la Unión Europea exprese el deseo de que vuelva a reinar ahí el orden y se respeten los derechos hu-manos, siempre y cuando tome nota del "proceso político" abierto por el referéndum de marzo pasado-, sería el primer do-cumento que el Kremlin suscribiera con un párrafo consagrado a lo que, hasta ahora, consideraba tajantemente un asunto de su exclusiva incumbencia.

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