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México D.F. Sábado 31 de mayo de 2003

Luis González Souza

¿Operación cicatriz?

Nadie -o pocos- sabe dónde quedó la bolita. Por ello, seguramente, el gobierno foxiano debe sentirse muy orondo, tras su postura ante la primera etapa de la sanguinaria guerra de George Bush junior contra Irak. Nos referimos a una posición tan ambigua que envidiaría hasta el más avezado de los malabaristas. Pues ciertamente no es fácil transitar, como mañosamente hizo el gobierno de Vicente Fox, desde un "apoyo incondicional y hasta lo último" (el minicanciller Jorge Castañeda junior) hasta un supuesto rechazo a la guerra de Bush (Aguilar Zinser en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas). Es hora de exigir cuentas claras y convincentes. Es hora de saber dónde quedó la bolita. No se puede quedar bien con Dios y con el diablo, con la paloma de la paz y con el más halcón de los halcones.

Para colmo de desfachatez, en los círculos foxianos, tanto políticos como académicos, se habla desparpajadamente de una "operación cicatriz" pretendidamente orientada a dejar atrás las heridas, los enojos del patrón, los desencuentros pues, de los gobiernos de Bush y Fox, por la supuesta disidencia de éste ante la aventura bélica de aquél. En dicha operación cicatriz se inscribe por ejemplo el reciente atropello diplomático del gobierno de Fox contra el de Cuba, so pretexto de los derechos humanos. Pero esa factura no parece suficiente. Para compensar la supuesta disidencia pacifista de Fox ante Bush, éste exige o espera nuevas ofrendas, como el dislate diplomático contra Cuba, y aquél se apresta a bajarse todavía más los pantalones. ¿Qué seguirá? ¿Más petróleo mexicano, más apertura del sector eléctrico o un "acuerdo migratorio" que acabe de legalizar la neoesclavitud de los trabajadores indocumentados mexicanos?

No lo sabemos (pero estaremos pendientes). Lo único que sabemos es que si hay alguna cicatriz a subsanar es la que abrió el gobierno foxiano con tantas tibiezas y ambigüedades diplomáticas, entre éste y el pueblo, así como la historia de México. De un plumazo y subrepticiamente, el desparpajado gobierno de Fox echó a la basura las mejores tradiciones diplomáticas de México (especialmente una inequívoca lucha por la paz y una no menos equívoca defensa de la autodeterminación de las naciones, Cuba incluida). Todo menos inequívoca fue siempre la actitud del gobierno de Fox ante el desplante de Bush junior primero en Afganistán y luego en Irak. Todo menos certera y valiente fue su posición ante la situación de los derechos humanos en Cuba. Más que servil y cobarde fue su criterio ante las borracheras belicistas de Bush júnior y los demás halcones.

De esa forma y a un solo tiempo, Fox abrió sendas heridas contra la historia y contra el pueblo de México. Echó por la borda una tradición genuinamente pacifista y nacionalista que por lo menos va desde los Sentimientos de la nación, de José María Morelos, hasta los reclamos actuales de una paz justa y digna en Chiapas y en todo el mundo. Esa sí es una herida que merece nuestra atención, y esa sí es una cicatriz que urge atender, pero ya no con espejismos ni con los fuegos pirotécnicos de la demagogia foxiana. Ahora hay que atenderla con una mayor y mejor conciencia de la ciudadanía mexicana.

Es muy probable que con el "gobierno del cambio" se haya avanzado mucho, por ejemplo (acaso único ejemplo), en la lucha contra la corrupción. Pero aún en esto los saldos son engañosos. Ciertamente ya no registramos grandes robos ni desfalcos como a los que nos tenían acostumbrados los gobiernos priístas. Ya no conocemos grandes hurtos de dinero o de piezas arqueológicas. Pero mucho más valioso que esto es la historia de nuestro país, incluidas sus mejores tradiciones diplomáticas. Y es precisamente esto lo que el gobierno de Fox está, silenciosa pero desparpajadamente, hurtando a nuestra nación, más o menos de espaldas a la sociedad. Ya no es la corrupción tradicional, pero parece una fase tanto más nueva como hiriente y sigilosa del desfalco nacional. Así como se habla de delitos de lesa humanidad, el desfalco de Fox contra la mejor historia de México ha de verse, por los juristas más valientes y creativos, como un delito de lesa patria.

Contra ese delito de lesa patria, en el que destaca el acentuado neoservilismo del gobierno de Fox ante el de Bush, los ciudadanos y las ciudadanas más combativos y conscientes en el país debemos dirigir nuestras baterías en lo que resta de la pesadilla, perdón, sexenio foxista. Si Martita, Chente y sus acólitos quieren seguir robando las ilusiones y las esperanzas del pueblo mexicano, allá ellos y que los juzgue la historia. Bueno que ya no roben divisas y otras cosas. Pero lo que no podemos permitir es que roben nuestra historia, sobre todo lo mejor de nuestras tradiciones diplomáticas. Delitos de ceguera, ineficiencia y hasta del fuero común, ni modo. Pero el delito de lesa patria a que nos referimos, no pasará. Por mi madre, bohemios. Antes de obsesionarse por cicatrizar las heridas o desencuentros con el gobierno de Estados Unidos, Fox debe preocuparse por cicatrizar las punzantes y crecientes heridas con el pueblo de México y con su historia.

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