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México D.F. Viernes 30 de mayo de 2003

Leonardo García Tsao

Conclusiones de Cannes 2003

Del recién concluido festival de Cannes su cartel oficial fue una de tantas cosas urgidas de mayor imaginación. No se vale homenajear a Fellini, autor conocido por su exuberancia visual, con un simple letrero en colores chillantes de la leyenda Viva il cinema! El resultado del festival admite cambiarla por una interrogante: ƑVive el cine?

Nadie duda que la edición 56 del principal festival del mundo fue un fracaso. Por consenso, los diversos medios reprocharon la que fue considerada la competencia más débil en décadas, si no en su historia. Quien esto escribe sólo puede atestiguar por los últimos 13 años y, en efecto, no había padecido una programación tan decepcionante. Se reporta que tras bambalinas la directiva de Cannes estaba afligida por esa reacción internacional; según corría el rumor, la persona encargada de seleccionar el cine francés para la competencia -de los seis títulos escogidos ninguno fue premiado y la mayoría recibió críticas negativas- fue sumariamente despedida en una típica reacción de buscar culpables inmediatos.

Ciertamente fue una derrota cultural otorgar la Palma de Oro a una producción estadunidense, hecha para la televisión de cable. Sin embargo, el triunfo de Elephant, de Gus Van Sant, no complació tampoco a algunos medios gringos que detectaban actitudes antiestadunidenses con recelo casi paranoico (Dogville, de Lars Von Trier, también fue atacada en ese sentido). Al final hasta hubo un conato de pleito entre los críticos europeos y los estadunidenses. Los segundos incluso culpaban a cierta crítica francesa de influir en los criterios de selección. (No les falta razón. Los únicos elogios cosechados por la vilipendiada The brown bunny se debieron a plumas francesas, cosa que lamentó su propio director, Vincent Gallo.)

ƑPero quien fue el culpable del ambiente desangelado de Cannes este año? Sería demasiado sencillo atribuírselo al boicot estadunidense. Más bien fue un cúmulo de factores, el más importante la crisis en la economía mundial, causante de recortes en los gastos de todas las compañías e instituciones que normalmente acuden en fuertes números. Hasta la asistencia de la prensa fue decididamente menor: se calculaba una reducción de unos 300 acreditados que asistían en años anteriores.

La especulación más común fue sobre lo que pudo haber sido. Siendo Cannes el reino del cine de autor, la voz popular era que, de haber terminado a tiempo sus más recientes obras, vacas tan sagradas como Altman, Angelópulos, Bellocchio, Bergman, Bertolucci, los hermanos Coen, Kusturiça, Tarantino y Wong, otro gallo nos hubiera cantado. Sin embargo, eso mismo habla de estancamiento. De los cineastas mencionados sólo los últimos dos aparecieron en los 90; los demás son viejos caballitos de batalla cuya presencia hubiera provocado las objeciones habituales de que Cannes es un club exclusivo de unos cuantos miembros privilegiados.

De cualquier forma, el festival fue víctima de su propia política. Lo mismo le pasó con el glamur. En años anteriores su carta fuerte con los medios era la presencia de estrellas hollywoodenses, vinieran o no al caso. Este año tuvieron que conformarse con la presencia restringida de Nicole Kidman, Meg Ryan y Clint Eastwood, quienes no concedieron entrevistas. Los periodistas, en busca urgente de famosos, necesitaron desviarse a promociones publicitarias, como la de Terminator 3, encabezada por un Schwarzenegger desesperado por recuperar su fuerza taquillera.

La ceremonia de entrega de premios fue una patética demostración de qué tan dependiente se ha vuelto el festival de ese factor glamoroso de importación. Echar mano de presentadores de dudosa relevancia cinematográfica como Elizabeth Hurley y Sting, sólo porque de casualidad se encontraban en el vecindario, fue digno de un festival provinciano de segunda.

"Este fue un festival de transición", se decía como disculpa el último día. Lo cual se traduce en una promesa de que para su 57 edición Cannes hará un esfuerzo redoblado por borrar esa mala imagen. Vamos a ver si el cine sigue vivo para entonces.

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