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México D.F. Viernes 30 de mayo de 2003

Elena Poniatowska/ II y ultima*

Contra viento y marea

"Al terminar la guerra -prosigue Julio Mayo-, mi hermano Paco salió de Barcelona a Portbou y cayó en los campos de concentración franceses. Resulta que Cándido, el más chico, mi madre, mi cuñada y mi sobrina fueron encerrados tras los alambrados de distintos campos de Francia y ninguno tenía noticia del otro. Como Paco era conocido y contaba con fuertes conexiones oficiales, pudo sacar a su mujer y a su hijita recién nacida en Valencia, a mi madre y a mi hermana también. Faltaba Cándido, un crío de 18 años, y lo encontró en el castillo de Collioure. Con él estaba Faustino, ayudante de un fotógrafo de El Heraldo de Madrid, otro madrileño, un crío también y Paco se trajo a los dos.

''Cuando nuestro excelso general Lázaro Cárdenas abrió las puertas de México a los refugiados, don Fernando Gamboa, excelentísima persona, le ayudó a Paco a recuperar el resto de la familia y a encontrarles un sitio en los barcos que venían a México. El único que faltó fui yo. Por medio del embajador de México en Portugal, don Gilberto Bosques, mi hermano Paco me localizó en Madrid.

''Durante la guerra, estuve en el batallón alpino porque esquiaba mucho en la nieve. Los amigos que acostumbrábamos ir en invierno a esquiar a la sierra de Guadarrama nos alistamos en ese batallón. Conocíamos bien el medio, los lugares de nieve perpetua. Nos dieron un equipo muy bueno de esquís, anoraks y vigilamos la zona entera día y noche, sobre todo Segovia, donde estaba la zona franquista. Veíamos los bombardeos desde la sierra. Los franquistas nunca pudieron pasar por allí. Dominamos el cerro Malejo, Marichiva, Montón de Trigo, Hormiguete, Siete Picos, Navalucía, toda la zona. Cuando pidieron voluntarios para ir al frente de Madrid, me tocó la 43 brigada mixta en el paso de Extremadura, junto a la Casa de Campo que después fue trasladada a Teruel. La guerra empezó el 17 de julio de 1936 y me quedé hasta febrero del 37. Después todo se desmoronó y salí por Alicante a tomar un barco con miles de españoles, pero nos detuvieron los italianos y me llevaron al campo de concentración de Albatera, donde permanecí ocho meses. De ahí me trasladaron a Vigo: una odisea. Fui combatiente durante tres años y prisionero otros tres. Siempre estuve en el frente, salvo en permisos para ver a la familia. Recuerdo haber conocido al principio de la guerra a Siqueiros, pero para mí entonces él no significaba nada. Sólo supe que era mexicano.

''Volviendo al viaje a México, mi madre adoptó a Faustino como un hijo más, al lado de Cándido y Paco. Faustino se fue a trabajar a La Prensa, Paco a El Popular y Cándido a El Nacional. Al llegar yo a México, ese mismo día, borré 'Foto Mayo' y le puse 'Hermanos Mayo'.

''Paco era todo para nosotros; más que un hermano. Si hay personas buenas, cultas, listas, sabias, generosas en el mundo, ése era Paco. Su desgracia es que salió un día a trabajar a Oaxaca y ya no volvió. Muere en las crestas de la montaña por donde está el Popocatépetl, a 5 mil pies de altura, a los 38 años de edad, el 26 de septiembre de 1949. Mis hermanos Cándido, Faustino y yo subimos a buscarlo al Pico del Fraile. 'Que todavía esté con vida, que lo encontremos con vida', íbamos repitiéndonos y eso nos daba fuerza. Encontramos su cuerpo. Perdimos el faro y guía de los Mayo. Dejamos El Nacional y La Prensa y nos apretamos en torno a su memoria.

''Paco era un hombre totalmente excepcional, de él te podría hablar tres horas seguidas. Era de esos hombres que le dan su abrigo en una noche de invierno al pobre que le pide una limosna; repartía todo el dinero que llevaba en el bolsillo y se quedaba sin un quinto, abría las puertas de par en par, invitaba a comer a 40 gentes a su casa. Además tocaba el violín, sabía mucho de electricidad, de química, era un excelente fotógrafo y fue el rey de los filtros y de las cámaras de 35 milímetros en México, porque aquí no se trabajaban profesionalmente ese tipo de cámaras.

''Hemos sido una de las agencias fotográficas de más nombre y de más calidad y cantidad en México. Hemos durado cerca de medio siglo. Alimentamos 33 diarios y 20 revistas semanales. Trabajamos día y noche, viajábamos como locos; un ritmo de vida que no sé cómo lo hemos aguantado. Faustino me ofreció en cincuenta y tantos: 'Oye, hermano, Ƒque te parece que vengan con nosotros los fotógrafos que trabajaron en Madrid en el Paseo de las Delicias?' Entró Pablo y ya fuimos cuatro. El archivo se hizo fabuloso, 6 millones de negativos de todos los temas habidos y por haber, de toda la República e inclusive de los países a los que viajamos, Centro, Sudamérica y América del Norte. Ahora hemos donado todo al Archivo General de la Nación.

''El archivo se fue haciendo mediante nuestras órdenes diarias de trabajo. Contiene la vida política del país, la de sus personajes populares, su artesanía, su arqueología, mercados, vedetes, espectáculos, deportes. Faustino sobre todo trabajaba futbol. Faustino y yo nos chupamos 30 años de toros, él en la México y yo en el Toreo. Yo hacía la lucha libre y Faustino el boxeo. Paco era el hombre de la política y Cándido el de los espectáculos. Trabajamos con la Leica y ahora con la Nikon y con la Rolleiflex para hacer portadas a color, de mucha calidad."

El libro de Raúl Godínez y de Verónica Rivera Suárez es excelente; una gran aportación a la historia de la fotografía en México. Es también muy importante para la historia del exilio español en nuestro país, porque nos informa con precisión acerca de figuras que con el tiempo se han vuelto míticas no sólo para sus hijos sino para las siguientes generaciones. Además de un homenaje a los hermanos Mayo, los dos autores rinden tributo a los españoles que se refugiaron en México antes de la Segunda Guerra Mundial. Refugiados inteligentes, íntegros, con una preparación intelectual de primera, educados, agradecidos, generosos, curiosos, capaces de renovarse, emprendedores. Su aportación a la vida de México fue no sólo cultural y política, sino moral. Así lo entendieron Godínez y Rivera al escogerlos y al llevar a cabo su investigación que nos hace descubrir una odisea fascinante. La biografía México a través de los Mayo se lee como una novela y es imposible soltarla hasta no llegar a la última página. Conmueve y enseña, apasiona y entretiene, Ƒqué más puede pedirse de un libro? Los grandes conocedores, los críticos de fotografía habrán de leerlo de un tirón y agradecer el acervo de conocimientos de los dos estupendos investigadores, Raúl y Verónica. Da gusto que en nuestro país se den estudiosos de este calibre y de este nivel profesional. Los Mayo se los merecen y ellos, jóvenes mexicanos apasionados por el arte y la historia, se merecen a los Mayo.

* Prólogo de México a través de los Mayo, libro publicado por el AGN con el apoyo del CNCA y el Fonca
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