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México D.F. Sábado 24 de mayo de 2003

La crisis sanitaria sería detonador de los cambios políticos

Coinciden reacomodos en el poder chino con el inicio de la epidemia: académico

JENARO VILLAMIL

En noviembre de 2002 coincidieron dos sucesos en China: el brote del primer caso de la neumonía atípica (o SARS, por sus siglas en inglés) en la provincia de Guangdong y la realización del 16 Congreso del Partido Comunista Chino, del cual resultó elegido Hu Jintao como nueva cabeza del gobierno. La transición en el alto mando del poder político orilló a que durante meses las muertes ocasionadas por la neumonía fueran negadas por la prensa oficial, hasta que, en marzo de este año, el escándalo se detonó y ya cobró las primeras víctimas políticas: el ministro de Sanidad, Zhang Wenkang, y el alcalde de Pekín, Meng Xuenong.

Ahora, la enfermedad provocada por un coronavirus amenaza no sólo con provocar una gran catástrofe en el sistema de salud pública en China sino un nuevo síndrome político, similar al que ocurrió en 1989, tras la matanza de Tiananmen, al de 1976, año de la muerte de Mao Tse Tung y, más atrás, a las divisiones ocurridas en 1966, cuando dio inició formalmente la "revolución cultural".

En China, subraya Eugenio Anguiano, especialista en dicha zona y ex embajador de México en ese país durante dos periodos, existe la creencia de que "cuando los gobernantes pierden el favor del cielo" entran en una pendiente crítica que arrasa con todo. Anguiano cita también un viejo refrán oriental que señala que "lo peor del dragón es la cola". Traducido en el lenguaje del sistema político chino, significa que la crisis de un régimen político que ha perdurado desde la revolución de 1949 se está detonando ahora con el SARS.

Conocedor de los entretelones del poder en China, Anguiano, quien funge actualmente como investigador de El Colegio de México, considera que esta epidemia puede derivar en una "catástrofe terrible" para el régimen político si se expande a las zonas rurales, y representaría, como en otras ocasiones ocurrió con grandes catástrofes como los terremotos de 1976, el inicio de una "guerra sorda por el poder" y de una difícil y dura transición política.

De una u otra forma, rememora Anguiano, China se acerca a un periodo de transición política similar al de 1976, el año de la muerte de Chou En Lai, uno de los sucesores de Mao, periodo clave de la crisis entre la esposa del "gran timonel" Chiang Chu, promotora de la "revolución cultural", uno de los movimientos más ortodoxos contra los "desviacionistas" y contra los "intelectuales burgueses" que registró su auge entre abril y septiembre de 1976, y también el año del fallecimiento de Mao y del ascenso al poder de Hua Kuo Feng. Este último retomaría la línea de las "cuatro modernizaciones" que permitieron, en noviembre de 1979, el inicio de la apertura económica y en 1981 el proceso de rectificación histórica, cuando los gobernantes chinos decretaron que la "revolución cultural" fue un error y se sentaron las bases para la desaparición de las comunas populares.

En China, destaca Anguiano, la situación política parece escribirse en paralelo con las grandes catástrofes naturales o los ajustes de cuentas que generalmente han provocado purgas en el seno del politburó, vendetas contra enemigos y los famosos reajustes pragmáticos que han mantenido firme a la nación más poblada del planeta.

Los "terremotos políticos y naturales" de 1976 explican el ascenso posterior de Deng Xiaoping, quien en 1982 ocupó el verdadero liderazgo dentro del Partido Comunista Chino y protagonizó la pragmática política de planificación centralizada con economía de mercado que permitió el ascenso de China como potencia económica. "La única modernizacón que nunca aceptaron Deng ni sus sucesores fue la quinta: la democracia política", subraya Anguiano.

Entrevistado en su cubículo de El Colegio de México, en el departamento de Estudios Asia-Africa, Anguiano considera que la actual "meritocracia" en el poder de China vive una crisis de legitimidad y credibilidad internas que puede derivar en nuevas protestas, como las que surgieron en Tiananmen, o en una ruptura en la cúpula del poder político.

En la actualidad, el "poder detrás del trono" es Jiang Zeming, el burócrata que ascendió después de la matanza de 1989 y tras la muerte de Hu Yaobang, uno de los herederos del "ala reformista" de Deng Xiaoping, quien impulsó una tímida apertura política a partir de 1986.

Ahora, considera el especialista, existe un fuerte malestar contra Jiang Zeming y contra Hu Jintao. "El pueblo chino considera que Jiang no tiene los tamaños de Deng Xiaoping y difícilmente le perdonen haber ocultado la información sobre el avance de la neumonía atípica", subraya Anguiano.

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