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México D.F. Jueves 22 de mayo de 2003

Soledad Loaeza

Decíamos ayer...

En la ceremonia de inauguración del tercer Encuentro de Ex Presidentes Latinoamericanos, que se celebró en El Colegio de México el lunes pasado, el secretario Luis Ernesto Derbez pronunció un breve discurso que puso fin explícitamente al primer tiempo de la política exterior del gobierno de Fox. A diferencia del tono exaltado que caracterizó los primeros dos años de la diplomacia foxista, ahora el secretario Derbez parece buscar en la serenidad y la prudencia la guía de las nuevas acciones.

En un gesto que evocó el "Decíamos ayer..." de fray Luis de León, hizo a un lado las acusaciones de su antecesor respecto al supuesto aplatanamiento de la política exterior de gobiernos anteriores, y reconoció -y rindió homenaje- a iniciativas diplomáticas del presidente Miguel de la Madrid. Las encendidas denuncias del primer tiempo foxista, la injusta descalificación de una política que fue muchas veces efectiva, y que hizo de Alfonso García Robles merecedor del Nobel de la Paz, quedaron como un paréntesis colorido y anecdótico, y, más importante todavía, cerrado.

La política exterior es un área de gobierno sobre la que pesa la inmutable geografía que condiciona el diseño de estrategias y decisiones y se impone a cualquier partido e ideología. No hay más que recordar cómo en unos cuantos años la diplomacia tradicional del Imperio tsarista se impuso a las propuestas revolucionarias de los bolcheviques, y aunque éstos recitaban de memoria los lemas del internacionalismo proletario, actuaban según los principios eternos de la Madre Patria Rusia. Siendo la geografía lo que es, la continuidad es una de las características de toda política exterior. Por eso es en cierta forma inútil insistir en que en este terreno debe fincarse una política de Estado, por encima de los intereses y las discrepancias partidistas. De todas formas, la geografía se encargará de resolver esas diferencias.

El secretario Derbez se refirió a cuatro decisiones de política exterior del gobierno de De la Madrid que tuvieron efectos de largo plazo: la creación del Grupo Contadora, el ingreso de México al GATT, el sostenimiento de la participación activa en materia de desarme y, por último, la elevación a rango constitucional de los principios de la política exterior mexicana.

En su momento la participación de México en la búsqueda de paz en el área centroamericana fue severamente criticada por muchos. Al Partido Acción Nacional le molestaba el activismo de la política exterior -oh grande ironía y mala memoria-, pero no tomaba en cuenta que esta estrategia era una respuesta a la amenaza de extensión de los conflictos centroamericanos a nuestra frontera sur. Nada más el flujo de refugiados a territorio mexicano introducía una onda perturbadora en los equilibrios de por sí frágiles del sureste mexicano. El ingreso al GATT fue el primer paso hacia la liberalización comercial que después se aceleraría con el TLC y otros acuerdos comerciales. Esta decisión había empezado a discutirse desde principios de los años 70 como posible respuesta a las ineficiencias de los empresarios mexicanos, ellos siempre tan protegidos; el presidente López Portillo consideró seriamente esa posibilidad, pero se le opusieron los empresarios mexicanos, ellos siempre tan protegidos. La decisión del gobierno de De la Madrid pasó, entre otras razones, porque las condiciones de la economía en su momento eran tan críticas y para algunos tan desesperadas, que cualquier promesa de solución era aceptable. La continuidad de la diplomacia en materia de desarme se justificaba por sí misma, pues en ese terreno se fincó hace décadas una tradición que ha sido fuente indiscutible de prestigio internacional, y que nos valió el Nobel de la Paz.

La constitucionalización de los principios de la política exterior fue y sigue siendo uno de los temas de debate. En el primer tiempo del gobierno foxista "los principios" fueron ridiculizados y se les presentaba a la opinión como un simple enmascaramiento del autoritarismo mexicano. Haciendo una evidente pirueta academicoide los foxistas de entonces decían que la no intervención nada más había servido para defender al PRI, haciendo caso omiso de la naturaleza del poder de Estados Unidos, de las presiones que ha sabido y sabe ejercer, de las restricciones que nos ha impuesto y nos impone la vecindad y del hecho incontrovertible de que el derecho y los principios son la única defensa posible de los débiles. No tomaban en cuenta que el efecto menor de abandonar el principio de no intervención podía ser la caída del PRI, pero que las repercusiones de esta estrategia diplomática en otros terrenos podían ser de mucho mayor alcance para el futuro del país.

Bien mirados los así llamados "principios" no han sido otra cosa que el reconocimiento de las restricciones y de las posibilidades que nos impone la geografía. En estos términos debe entenderse la continuidad que se nos impone y trabajar con ella. El segundo tiempo del gobierno de Fox ha dado señales de la mayor sobriedad que demanda cualquier decisión de largo plazo cuya meta no es la silla presidencial.

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