Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 23 de abril de 2003
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Editorial
 
LAS FALSIFICACIONES DE WASHINGTON

sol-2A más de un mes de lanzada la agresión contra Irak por fuerzas estadunidenses e inglesas y a pesar de la ocupación militar que se ha ido extendiendo desde el sur de ese país hasta prácticamente la totalidad de su territorio, los invasores siguen sin encontrar el menor indicio de las armas de destrucción masiva cuya supuesta existencia esgrimieron Washington y Londres, durante meses, como justificación central para el bárbaro arrasamiento que perpetraron en esa infortunada nación árabe. La explicación más plausible y lógica ante el fracaso de la búsqueda es que tales armas no existían, como indicó el trabajo de campo que realizaron, en las semanas previas a la invasión, los inspectores internacionales encabezados por Hans Blix y Mohamed El Baradei.

Tal conclusión se ve reforzada por la denuncia que formuló el primero de esos funcionarios -en una entrevista con la BBC de Londres cuyo contenido fue parcialmente divulgado ayer- de que las supuestas "pruebas" de los armamentos prohibidos, que Tony Blair y Colin Powell ofrecieron al Consejo de Seguridad de la ONU y a la opinión pública internacional, consistían en documentos falsos.

De hecho, en los días posteriores a la presentación triunfal de aquellas "pruebas", voces autorizadas afirmaron que se trataba de falsificaciones probablemente producidas por los servicios secretos de Israel o por las mismas oficinas de inteligencia de Estados Unidos e Inglaterra. Ahora los señalamientos de Blix refuerzan las clamorosas denuncias internacionales de que el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein, la destrucción de la infraestructura civil de Irak -incluido el patrimonio cultural del país-, el desquiciamiento de las estructuras sociales y el asesinato de miles de personas fue una empresa que no tenía nada que ver con armas de destrucción masiva y que estaba orientada a obtener el control de los recursos petroleros iraquíes por los gobiernos de Washington y Londres.

Así lo confirma, desde otra perspectiva, la insistencia de la Casa Blanca en eliminar las sanciones aún vigentes contra Irak y en cancelar el programa de la ONU Petróleo por Alimentos. Ahora Washington pretende que las divisas por las ventas petroleras de Irak fluyan directamente a las empresas estadunidenses que el gobierno de George W. Bush contrató para "reconstruir" la nación que ese mismo gobierno -con el concurso de su socio menor inglés- convirtió en un montón de escombros.
 

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