Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 21 de abril de 2003
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Cultura
La narradora tamaulipeca radicada en San Diego escribió Ningún reloj cuenta esto

Las certezas me aburren: Rivera Garza

Cuando las personas son vulnerables es cuando sus historias merecen ser contadas, dice

YANIRETH ISRADE

Autora de una obra literaria que niega la rigidez de los esquemas, Cristina Rivera Garza elude también los instrumentos de medición que contabilizan el tiempo de un modo tan exacto como tiránico. Por eso los relatos de Ningún reloj cuenta esto (Tusquets), su más reciente libro, transcurren ajenos al cronómetro, pues ''nada nos vuelve tan frágiles como la falta de certidumbre. Tal vez es que ahí estamos más vivos''. Lejos de sus asideros, las personas están más expuestas, son falibles, y es justo entonces cuando sus historias merecen ser contadas, explica la escritora originaria de Matamoros, Tamaulipas, y residente en San Diego, California, donde imparte clases de historia de México de la Universidad Estatal de San Diego.

Su libro anterior, Nadie me verá llorar, publicado por la misma editorial, que obtuvo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero 1997 y el Sor Juana Inés de la Cruz 2001, la hizo sobresalir como autora en las nuevas letras mexicanas. Poeta, historiadora y catedrática, Rivera Garza construyó esa historia a partir del manicomio conocido como La Castañeda, a principios de siglo XX, y con base en archivos de la época reunió un conjunto de voces que en la lucidez de su desquiciamiento le permitieron armar una versión alternativa de la modernidad mexicana, visión que cuestionaba ''la naturalidad con la que a veces se presenta el devenir histórico''.

Las vías alternas, pues, las fisuras, la locura, los sueños, los moldes que se desbaratan son, o por lo menos así lo parecen, un poderoso alimento de su literatura.

-¿Es así? ¿Admite una predilección por esos territorios alternos?

-Definitivamente. Ningún reloj cuenta esto, traducción del verso de Ted Hughes con que cierra el último cuento de esta colección y da título al libro, intenta enfatizar aquello que, como la debilidad humana misma, evade a los instrumentos de medición del tiempo, a todos esos grandes o pequeños relojes tanto internos como externos.

''En otras palabras, he tratado de llamar la atención sobre esas fracturas, fragmentos, pedazos, que existen en un tiempo-no-medido. Un tiempo en bruto. Ahí es donde suceden, me gusta creerlo así, las cosas que de verdad terminan importándonos. Y de ahí mi interés por el mundo del sueño, por ejemplo. Un mundo-otro. Algo en sí mismo. Me niego a ver al sueño como una colección de claves listas para ser descifradas o traducidas o, en otras palabras, listas para adquirir sentido. Ese proceso de normalización del sueño no me interesa.

''Creo que lo más fascinante del sueño es su impenetrabilidad, su reticencia a la traducción, su sí-mismo. Los sueños, esto es algo que ellos mismos me han ido enseñando con el tiempo, regresan en el momento exacto para colocarse sobre el mundo como un velo. No clarifican nada. No traen mensaje alguno. Existen y ya. El sueño, en otras palabras, es como la escritura''.

-¿Es la fragilidad humana la que le interesa destacar en estos relatos, o tal vez la constante de la incertidumbre en la existencia?

-Siempre he creído que todo lo que verdaderamente sucede en el mundo ocurre fuera del blanco y negro de las convicciones y/o de los programas establecidos. En el momento en que alguien está seguro de algo, deja de interesarme. Las certezas, quiero decir, me aburren. Creo que una persona con poca tolerancia por la incertidumbre no escribiría novelas. En otras palabras, creo que eso que llamas ''constante incertidumbre" es algo propio de la novela, en tanto forma, en tanto construcción lingüística, en tanto trabajo intenso y cercano con el lenguaje. Es algo que, en todo caso, me interesa no sólo como tema o tópico discursivo sino como forma, como el privilegio mismo del texto narrativo. Nada, por lo demás, nos vuelve tan frágiles como la falta de certidumbre. Tal vez por eso ahí estamos más vivos.

''Hay, además, cierto intento de llamar la atención sobre la fragilidad del encuentro heterosexual. He llamado a los cuentos de Ningún reloj cuenta esto mis narrativas heterosexuales, porque, como en ningún otro de mis trabajos, aquí hay un afán por explorar, de manera central, la debilidad tanto de hombres como de mujeres cuando se encuentran y se desencuentran en el mundo.

''Más que resaltar la diferencia entre hombres y mujeres, algo que por otra parte no me interesa mucho, me gustaría pensar que estas narrativas se proponen una especie de imbricamiento o yuxtaposición de miradas e interpretaciones. El hombre visto por la mujer vista por el hombre ad infinitum. Y ahora que lo digo así, sospecho que en este sentido podría hablar, tal vez, de la existencia de un mecanismo interno que subvierte la heterosexualidad de las mismas''.

-¿Hasta dónde la historiadora recurre a la narradora? ¿Qué posibilidades le ofrece la literatura que no cubra la historia, a pesar de los roces e intersecciones que inevitablemente deben darse entre estas disciplinas?

-Cuando escribo recurro a todo lo qué sé y a todo lo que no sé. Ciertamente tengo una formación interdisciplinaria -sociología, historia, literatura- de la que echo mano a la menor provocación, pues vivimos después de todo en una era en la que el cruce de disciplinas es casi un requisito. Pero me gustaría creer que algo similar pasa también entre los supuestos saberes ''formales'' (como las carreras universitarias con todo y título nobiliario) y los ''informales'' (nuestros hobbies, obsesiones, aficiones, tradiciones orales, chismes, etcétera). El cruce también existe, por supuesto, entre lo que se ''sabe" y lo que se ''ignora", territorios cuya maleabilidad es impresionante. El que escribe, a fin de cuentas, no puede darse el lujo de escatimar, ni tampoco debe dejarse amedrentar por leyes establecidas en disciplinas así llamadas establecidas. Sólo así la escritura seguirá siendo ese juguete rabioso que nunca nos dejará estar en paz.

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