Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 15 de abril de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política

José Blanco

El ejemplo

En su reunión "informal" de San Petersburgo, Putin, Schroeder y Chirac insistieron casi con delicadeza en que la ONU asuma pronto su responsabilidad en el Irak de posguerra. La respuesta de Colin Powell fue, el mismo día, clara y amenazante: "No estamos preparados para decir: bien, el conflicto está terminando. Ahora nos vamos y le entregamos todo a Naciones Unidas". Se harán cargo "aquellas naciones que pagaron un precio político y el precio en sangre y en dinero para crear las circunstancias para que un nuevo gobierno, un nuevo gobierno democrático sea creado." Y para despejar dudas: "El presidente tiene muchas herramientas a su disposición: políticas, económicas, diplomáticas, militares, inteligencia policial y el poder de la persuasión. Y ahora una nueva herramienta: el poder del ejemplo; ese ejemplo será Irak."

Estados Unidos no sólo cometió una matanza en Irak, despedazando a un paupérrimo ejército y a un sinnúmero de inermes niños, mujeres y ancianos, con su vesania característica. Entre sus objetivos explícitos estaba, además de eliminar el régimen de Hussein, hazaña que logró con facilidad extrema, destruir totalmente el Estado iraquí. Lo hizo en su sentido material y en su sentido político y administrativo.

Las funciones de policía y gobierno y el sistema monetario no existen más. Las instituciones administrativas y políticas fueron borradas de Irak, junto con los edificios que las albergaban (no así la administración petrolera). La destrucción abarcó la generación y distribución de electricidad, el abastecimiento de agua y el colapso del sistema hospitalario. Todo terriblemente agravado por los ladrones de Bagdad. El caos reina y el riesgo de epidemias mortales de gran alcance es inminente.

Aplastada la dictadura, la primera gran muestra de pedagogía política del ejército invasor acerca de lo que es la libertad democrática fue la permisividad, amplificada por la acción azuzadora de los invasores, para robar. Alí Babá resucitó con su 40 mil ladrones y se llevaron literalmente todo, incluidas (casualmente) las pertenencias de las sedes diplomáticas o culturales de Alemania, Francia y Eslovaquia, en medio de las divertidísimas celebraciones por televisión de Donald, el del apellido Rumsfeld.

La elocuencia de Powell no pudo ser mayor: he aquí a Irak, un caso ejemplar de lo que podemos hacer a cualquiera que sumariamente asociemos al eje del mal. Como Voltaire escribiera: "La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona".

Pero Powell es una dama al lado de Richard Perle, presidente del Consejo de Política de Defensa del gobierno de Bush, y principal ideólogo de la invasión a Irak, planeada con antelación al 11/9.

Míster Perle, de acuerdo con el periodista estadunidense, Premio Pulitzer, Seymour M. Hersh, del The New Yorker, en enero pasado se reunió en Marsella con un grupo de millonarios inversionistas saudíes, cada uno de los cuales aportaría 10 millones de dólares para Trireme, la empresa de Perle dedicada a financiar compañías especializadas en tecnología, bienes y servicios para la seguridad nacional. Perle ha engendrado ahora una perla: "La caída de Naciones Unidas", en donde vierte, entre otros, los siguientes exabruptos: "Mientras los iraquíes libres documentan la pesadilla que durante un cuarto de siglo supuso el gobierno de Saddam, no debemos olvidar quién respaldó esta guerra y quién no..."; quienes han marchado por las calles del mundo han creído que "si un país o coalición de países diferente del Consejo de Seguridad de la ONU utiliza la fuerza... no prevalecería el derecho internacional, sino la 'anarquía', destruyendo así toda esperanza de alcanzar un orden mundial", insisten en una idea equivocada, "porque conduce a poner grandes decisiones morales (e incluso decisiones militares y políticas existenciales) en manos de Siria, Camerún, Angola, Rusia, China, Francia, y otros por el estilo. Si una política está bien cuando la aprueba el Consejo de Seguridad, Ƒcómo puede estar mal sólo porque la China comunista, o Rusia o Francia o una banda de dictaduras de poca monta nieguen su aprobación? El fracaso crónico del Consejo de Seguridad a la hora de hacer que se respeten sus resoluciones (con respecto a Irak) es inconfundible: simplemente no está a la altura de la tarea". Sin embargo, nos quedan "las coaliciones de voluntarios..., deberíamos reconocer que son la mejor esperanza... la verdadera alternativa a la anarquía causada por el triste fracaso de Naciones Unidas" (El País, 13/4/03).

Esta es la respuesta del mandamás de la política de defensa de Estados Unidos, sin las filigranas discursivas de Powell, a la reunión de las potencias sin poder de San Petersburgo. Porque el poder, para Bush y sus halcones, es el poder militar. La carencia de legitimidad de Estados Unidos en todo el globo, ni le duele ni le acongoja. Son blandenguerías inservibles de la vieja Europa. Veremos qué Estado inventa el imperio en Irak y cuántos años le llevará.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año