Ojarasca 72  abril 2003

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Hemos llegado hasta aquí, hermanos míos. Hemos hecho ya nuestros planes. Gracias a la magia, la pista es fácil, bordeada de flores, hierba y árboles.

El enemigo ha visto la aparente generosidad de la naturaleza y se ha reunido alegre para amasar granos y plantas. Este era el poder del lejano hechicero que hacía disfrutar al enemigo de esta prosperidad imaginaria.

En el centro de nuestro campo de consejo el fuego ardía y, encendiendo un cigarro, soplé hacia el este. Lentamente, una visión se levantó ante mis ojos. En las crestas de la montaña se escondía un brujo araña-amarilla. Le pedí ayuda. Fue a los enemigos, nubló sus corazones, ató sus manos y sus arcos, y los volvió débiles como mujeres. Entonces nos arrastró a la destrucción del enemigo.

Nos arrojamos sobre los apaches y los matamos sin dificultad. Con alegría en el corazón, recogí las pruebas de mi victoria y volví a mi casa.

Reflexionen sobre esto, gentes de mi familia. Quitar la vida da qué pensar seriamente en la devastación, y la celebración de la victoria se puede convertir en una destrucción.
 
 

Quitar la vida da qué pensar

 
Los pima habitaron el suroeste de Estados Unidos y finalmente fueron reducidos a lo que hoy son Texas y Chihuahua. Enemigos tradicionales del pueblo apache, al concluir la Guerra de Secesión fueron armados y financiados por el ejército estadunidense para matar el mayor número posible de apaches, tarea que ocupó a los pima (convertidos en una especie de paramilitares) durante las últimas décadas del siglo XIX. Una de las muchas historias de perfidia sobre las que se fundó el imperio de los anglos, primero al interior de sus fronteras (incrementadas poco antes a costa de territorio mexicano), y ya luego, de Filipinas (circa 1900) a Irak hoy en día, ni el cielo ha sido su "límite". Si no, que le pregunten al pretor Donald Rumsfeld, tan a gusto en el Pentágono.

De acuerdo con Franz Berman (Indios nativos de Norteamérica, Ultramar Editores, Barcelona, sf), el objetivo de armar entonces a los pima era el simple exterminio de los apaches, "y bajo la bandera de la tregua, todos los medios eran aceptables, tanto los engaños como las trampas y la toma de rehenes, especialmente mujeres y niños. En las encarnizadas batallas que durante muchos años tuvieron lugar, fueron los apaches los que llevaron la peor parte, a pesar de su indudable arrojo".

Al final, la derrota alcanzaría también a los vencedores pima, cuyo destino como pueblo indio no fue mejor que el de sus víctimas.


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Sitio bombardeado cerca del frente de guerra en Kabul. Foto: Chris Steele-Perkins

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