Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de abril de 2003
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Editorial
 

EU: LOS PROXIMOS ESCENARIOS

Las acusaciones formuladas ayer por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, contra el régimen de Damasco, tanto por la supuesta existencia de armas químicas en Siria como por el presunto refugio que esa nación habría podido ofrecer a ex funcionarios iraquíes prófugos, tienen, a la luz de lo ocurrido en Irak en las últimas semanas, todas las características de una amenaza de agresión militar.

Con la destrucción humana y material de Irak emprendida por las tropas estadunidenses y británicas, Washington ha expresado de forma inequívoca su necesidad y su determinación de emprender nuevas guerras de conquista, saqueo y avasallamiento. La invasión ha puesto en evidencia que, para robustecer su respaldo político interno, intentar una reactivación económica y dar cauce a sus fundamentalismos mesiánicos, el gobierno de Bush no tiene otro recurso ni otro proyecto que arrasar países previamente configurados como enemigos y como amenazas a la seguridad de la gran superpotencia.

Esa configuración pasa por la fabricación de acusaciones como las expresadas ayer por Bush a Siria, cuya semejanza con las previamente esgrimidas contra el régimen de Saddam Hussein no puede pasarse por alto. La Casa Blanca supuso vínculos entre Al Qaeda y Bagdad y denunció armas químicas y bacteriológicas que siguen sin aparecer por ningún lado; hoy especula con la supuesta complicidad entre Damasco y los iraquíes prófugos y acusa al régimen de Bachar el Assad de poseer armas químicas. Si la falsedad de tales argumentos se torna demasiado evidente -como ocurrió con los motivos pretextados para destruir a Irak -el Departamento de Estado podrá argüir que Siria no es una nación democrática -que no lo es- y Bush podrá sentirse listo para anunciar la "liberación" y la "democratización" de esa nación árabe.

Algo que podría salvar a Siria de convertirse en el próximo objetivo militar de Estados Unidos es su carencia de petróleo, lo que la haría un botín nacional menos apetecible para el grupo que gobierna Washington. Otro factor que haría desaconsejable, desde la perspectiva de la Casa Blanca, una invasión a ese país es que, a diferencia de Irak, las fuerzas armadas sirias no han sido debilitadas en una guerra previa ni su economía se ha visto sometida a una década de embargo económico total. Pero, por otra parte, en términos geopolíticos, la destrucción del régimen de Damasco significaría el fin de cualquier perspectiva de resistencia árabe al expansionismo sionista de Ariel Sharon, y la ocupación militar de territorio sirio por tropas estadunidenses podría representar para Washington la tentación de controlar sin rivalidad todo Medio Oriente.

El de Damasco no es, por último, el único régimen amenazado por la delirante barbarie militarista a la que ha quedado reducida la política exterior estadunidense bajo la administración de George W. Bush; Irán, Corea del Norte y Libia también se encuentran en la mira de los estrategas de Washington, quienes analizan además tres "escenarios" posibles en nuestro propio hemisferio: Colombia, Venezuela y Cuba. 
 

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