Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 6 de abril de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Librería    
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Editorial
 

LA PALOMA NEGRA Y LOS HALCONES RETINTOS

El secretario de Estado es considerado por sus colegas del gabinete presidencial estadunidense "una blanca paloma", un liberal moderado e inclusive un futuro candidato a presidente. Los halcones serían, en cambio, los integrantes del grupo que encabeza el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, el cual es apoyado por el vicepresidente Dick Cheney, de profesión vendedor de armamentos y servicios para las fuerzas armadas de Estados Unidos, además de petrolero, en su calidad de ex dirigente de la empresa Halliburton.

El general Colin Powell, supuesto moderado, acaba de declarar, por ejemplo, que "Estados Unidos aún no ha decidido cuál será el papel de Naciones Unidas" una vez que las tropas invasoras hayan terminado su empresa colonial y se aboquen a la ocupación y explotación de Irak. En sus intentos de reconstruir aunque sea parcialmente las relaciones con Francia y la Unión Europea, seriamente deterioradas por los insultos cotidianos al gobierno francés y por la prepotencia de Estados Unidos, que desconoció al Consejo de Seguridad y las leyes internacionales, Powell piensa en lograr que la comunidad internacional, y en particular sus ex aliados, pague el costo de sus operaciones en Irak, de la ocupación y de la reconstrucción de todo lo destruido por el alevoso ataque colonialista. Pero, al mismo tiempo, Washington declara que decidirá sobre la vida y la muerte de Naciones Unidas y distribuye el botín iraquí entre sus empresas nacionales, provocando la queja incluso del Reino Unido, que ha sido dejado fuera de las licitaciones reservadas sólo a estadunidenses.

Esta combinación de decisionismo unilateral y arrogancia imperial no puede sustituir, evidentemente, la diplomacia, que parte de la base del respeto mutuo y de una relación entre entidades jurídicamente iguales. Estados Unidos no busca estas relaciones entre iguales sino imponer su mando a siervos, y por eso difícilmente podrá reorganizar lo que fue una realidad durante casi el primer cuarto de siglo de la ONU, hasta mediados de los años 70, o sea un dominio absoluto sobre una organización que se limitaba a refrendar sumisamente sus decisiones.

Washington vetó la relección como secretario general de la ONU a Boutros Ghali, el egipcio, porque éste, de cultura francesa, le parecía demasiado independiente (aunque estaba lejos de serlo) e impuso a Kofi Annan, más que blando, blandísimo. Pero a pesar de que trata de llevar adelante sus planes de guerra preventiva, precisamente porque tiene conciencia de que su hegemonía declina, no sacó las conclusiones de este debilitamiento también en el Consejo de Seguridad y en la ONU. Por el contrario, tomándose en serio su papel de única potencia militar después del derrumbe de la ex Unión Soviética, se creyó omnipotente. Como resultado de su prepotencia y falta de realismo ahora está aislado como nunca, en minoría absoluta en lo que fuera su Ministerio de Colonias (la ONU) y en conflicto con sus ex aliados, que han sido agredidos en sus intereses y humillados, y a los que ahora les pide, casi como escarnio, que paguen la aventura colonialista de quien intenta sacarlos del juego en Medio Oriente y, pagando por ser apaleados, permitan así a Washington concentrar sus fondos en un armamentismo que precisamente va dirigido contra la independencia de todos los países, incluidos los del Consejo de Seguridad de la ONU.

La lógica, evidentemente, está reñida con la teoría de la guerra preventiva, con la doctrina del destino manifiesto y con el fundamentalismo religioso y neoliberal que impera en la Casa Blanca. Colin Powell no puede diferenciarse mucho de la bandada de halcones a la que representa y sirve y el escaso terciopelo con que intenta disfrazarlo deja demasiado al desnudo el garrote. El resultado es que, aunque Estados Unidos gane la batalla contra un pequeño país de 24 millones de habitantes, ha perdido ya las batallas política internacional, moral y de las comunicaciones, y sin duda perderá también la diplomática.
 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año