Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 4 de abril de 2003
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Política

Jaime Martínez Veloz

Porfirio Encino, šorgullosamente indígena!

Todas las muertes duelen, pero hay unas que duelen más que otras. La muerte de Porfirio Encino, su hijo, su hermano y Berenice es de las que duelen hasta el fondo. Menudito, firme, organizado, zapatista, dirigente, orgullosamente indígena, así era Porfirio Encino.

En diciembre de 2000, cuando la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) llegó al ejido Amador Hernández en Chiapas, para atestiguar la devolución del predio que el gobierno federal le había arrebatado a los indígenas chiapanecos, Porfirio Encino se me acercó, y en un tono firme me demandó el apoyo de la Cocopa para aprobar la iniciativa indígena, surgida del proceso de negociación en Chiapas entre el gobierno y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Posteriormente, cuando se había consumado la dictaminación de las reformas constitucionales en materia indígena, que desnaturalizaron el contenido de los acuerdos de San Andrés, hablé con él para unir esfuerzos entre las comunidades indígenas de Chiapas y un número importante de legisladores para volver a presentar la iniciativa de la Cocopa.

Hicimos un programa de trabajo, invitamos a Rigoberta Menchú, a don Pablo González Casanova y a otras personalidades a la nueva presentación. Porfirio se encargó de invitar a un grupo representativo de indígenas chiapanecos y el 17 de febrero de 2002, juntos volvimos a la carga y presentamos de nuevo la iniciativa de ley formulada por la primera Cocopa.

Otros tiempos políticos envuelven hoy a México, pero los grandes pendientes nacionales persisten, siguen acumulando sus tensiones, sin que al parecer la autoridad comprenda la carga histórica de ellos, y sus riesgos para la gobernabilidad. A las deudas históricas debemos añadir la fatalidad, que como saga, juega también su parte, y no distingue de cuentas por saldar. Cuentas a las que a varios nos faltó tiempo para cumplirle al compañero Porfirio Encino mientras vivió.

Contra la injusticia peleó Porfirio, desde antes de esa madrugada traumática del primero de enero. Y es que hemos de reconocer que la impartición de justicia en el país constituye quizá el ejemplo más acabado de nuestras lastimeras restricciones para que en México operen de manera eficiente las instituciones democráticas que tanto necesitamos.

La administración actual ha corrido con la relativa suerte de que conflictos internacionales la entretengan y distraigan la atención del imaginario colectivo, ya con bastantes problemas internos de los que ocuparse como para olvidarlos con otras inquietudes. Hemos de insistir en denunciar el incumplimiento de compromisos ancestrales por los que luchó Porfirio Encino, incumplimientos ante los cuales cualquier "logro" palidece, porque hace más evidente el ignominioso rezago, cuya solución el Estado y la sociedad parecieran querer dejar al tiempo y el olvido. Tiempo oprobioso y olvido liberador al que por la muerte y en vida son condenados los indígenas de México.

La fatalidad alcanzó al compañero Encino, aunque ese siniestro augurio acompaña en vida el destino de aquellos mexicanos con las raíces más profundas de la nación. La vida no le alcanzó para ver logrado su anhelo, porque él personalmente expresó su encargo y confianza, y obtuvo mi compromiso de honrar la palabra y luchar a favor de la iniciativa indígena de la Cocopa.

Como infatigable activista por los derechos de sus compañeros indígenas, Porfirio se opuso al desalojo de sus hermanos en Aguas Azules, porque como profeta en su tierra comprendía al indígena itinerante, peregrino ancestral en la tierra que se le niega. Muy sintomática su vida de penurias, y su sinceridad, frente a la de los gobernantes "del cambio".

Quiso el destino alcanzar al compañero Porfirio, que se llevó nuestra palabra empeñada. El cumplió su compromiso, y hasta el último momento trabajó por sus hermanos y compañeros. La vida, más que la determinación, abandonó a este indígena tzeltal. Porfirio, tus hermanos indígenas saben hoy la falta que haces. Vaya por siempre mi cariño por ti y por tu infatigable entrega a la lucha indígena.

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