Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 3 de abril de 2003
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Mundo

La oposición en el exilio vende falsas expectativas a EU, como la insurrección chiíta

La dividida disidencia iraquí ya se frota las manos, para ''cuando caiga Hussein''

BLANCHE PETRICH

Un alto oficial de inteligencia estadunidense aseguró a la revista The New Yorker que fue el secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld -el mismo que persuadió al presidente George Bush sobre los grandes beneficios de la invasión a Irak-, quien garantizó que el régimen de Saddam Hussein se derrumbaría durante los primeros días de la ofensiva. Catorce días después, con las tropas de infantería atascadas en su avance hacia Bagdad, expertos del Pentágono aún insisten en la posibilidad de que un imaginario golpe de Estado interno les evite la pena de seguir masacrando iraquíes desde el aire o de tener que decidir, finalmente, el terrible sitio de la capital iraquí.

Pero en la medida en que pasan los días, el liderazgo opositor, hipotéticamente listo para la transición del cada día más fantasmal periodo "post Saddam", se diluye en las nubes de humo que cubren la ciudad del Tigris.

En Arbil, capital del Kurdistán iraquí, en Londres y hasta en Teherán se mantienen en stand by una batería de figuras disidentes que esperan la repartición de las cuotas de poder de su país cuando "por fin" el régimen del partido Baaz termine de derrumbarse bajo los tanques de la invasión angloestadunidense. Pero, según Kamil Al Mahdi, analista del semanario egipcio Al Ahram, ninguna de estas figuras ni sus partidos políticos ofrecen una alternativa real.

Algunos de estos disidentes han sido moldeados por la CIA, otros llevan más de 30 años lejos de Irak y carecen de toda liga con la sociedad iraquí. Muchos otros no son más que etiquetas sin representación alguna. Asimismo, este frente opositor se encuentra cada vez más dividido. Peor aún, mudo y paralizado -auténtica víctima de la operación conmoción y pavor- ante el panorama de destrucción en que se ha convertido su país.

Los más leales a sus mentores de la Casa Blanca aceptan el proyecto de Washington de sumarse, como actores de reparto, a un directorio de "transición" controlado por la administración militar estadunidense que pretende gobernar Irak por "un tiempo prudencial". Otros, que callaron mientras se preparaba el gran golpe contra su país, ahora dicen que estadunidenses y británicos "tendrán que marcharse detrás de Hussein" y dejar el terreno a los iraquíes y a la ONU.

El futuro sheriff de Bagdad

En los planes del "día después" se da por sentado que el general retirado Jay Garner, director de la Oficina de Reconstrucción y Asistencia Humanitaria, una agencia del Pentágono, será el nuevo mandamás del Iraq sometido. El diario británico The Guardian ironiza: "ƑPresidente, virrey, gobernador o más bien el nuevo sheriff de Bagdad? Lo que aún no se decide es si al nuevo sheriff le pondrán una estrella de la ONU o de Estados Unidos en el pecho''.

En estos días, Garner aparece en público vestido de caqui. Además de formar parte del círculo íntimo de Rumsfeld es presidente de SY Coleman, una empresa contratista que comercializó y da apoyo técnico al programa de la última generación de misiles Patriot, hoy en plena acción contra la población iraquí.

A pesar del evidente conflicto de intereses que entraña su futuro cargo, por el momento no hay quien le haga sombra a Garner. El Pentágono ya tiene asignado un staff de 12 estadunidenses -todos militares- que integrarán una especie de estado mayor y 100 "iraquíes libres", escogidos de las filas de exilio, que gobernarán el futuro e improbable país.

Pero la realidad de la invasión no se está desarrollando como estaba planeada en el libreto original y la parálisis de los opositores no ha sido un detalle menor. En las filas de los estrategas estadunidenses no falta quien reproche a estos disidentes del exilio el "haber vendido" falsas expectativas sobre la disposición de los iraquíes. En este sentido se expresa Leith Kubba, un analista iraquí del National Endowment for Democracy, con sede en Washington: "Estos líderes vendieron una falsa imagen a sus patrones en la Casa Blanca".

Entre estas falsedades que compró el Pentágono figura de manera muy especial el mito de la insurrección chiíta. Mayoritarios y marginados del poder, víctimas demdf00271 sangrientas oleadas de represión de Hussein, los chiítas debían levantarse en armas en contra del régimen en el instante mismo en el que las primeras filas de la infantería invasora empezaran a avanzar de sur a norte, desde Kuwait, según el guión. Eso es, al menos, lo que prometieron los chiítas de Londres.

Fatwa chiíta: prohibido colaborar con el invasor

En lugar de esta insurrección interna, preludio de la bienvenida a los libertadores, la guerrilla Brigada Badr, brazo armado del Consejo Supremo de la Revolución Islámica, se plegó a la fatwa -orden coránica- que emitieron los ayatolas chiítas prohibiendo cualquier tipo de colaboración con las fuerzas de ocupación. Apenas la semana pasada, Abdel Aziz Al Hakim, jefe de esta fuerza irregular -que cuenta, según Al Ahram, con hasta 12 mil hombres en armas, aunque fuentes más conservadoras consideran que son entre 4 y 5 mil- afirmó que sus tropas estaban listas para entrar en combate en Bagdad, Najaf y Karbala. En estos días entraron en combate, pero no al lado de los invasores, sino contra ellos. La fatwa del imán de la mezquita de Najaf ordenaba "combatir a los agresores". Al día siguiente se inmoló el primer mártir, llevándose consigo las almas de cuatro soldados estadunidenses.

Aunque este es evidentemente el revés más importante en las falsas expectativas que se crearon en torno a la sumisión iraquí, ha habido muchos más.

La semana pasada, en una reunión de líderes chiítas iraquíes en la capital de Irak, el ayatola Mohammed Baqir Al Hakim sostuvo, una vez más, que sólo los iraquíes tenían derecho a decidir sobre el futuro régimen del país, sin interferencia de Estados Unidos. El Consejo Supremo de la Revolución Islámica, que encabeza Al Hakim, es una de las formaciones chiítas más influyentes aunque esta etnia, que comprende 60 por ciento de la población, no está organizada en un solo frente monolítico. Existen cerca de 14 grupos políticos, todos ellos opositores a Hussein.

Esta posición chocó contra Ahmed Chalabi, del Congreso Nacional Iraquí, quien ya se frota las manos ante la tajada que le espera en el futuro gobierno. Chalabi, también chiíta y ex agente de la CIA, según las malas lenguas, es miembro de una familia de banqueros de pura cepa, con raíces en la era monárquica. Ya en vísperas de la invasión, prometió a sus patrones de Washington que a cambio de obtener su hueso soñado, la presidencia de Irak, cancelaría los contratos petroleros de la francesa Elf y la rusa Lukoil para favorecer a las coorporaciones petroleras estadunidenses.

Otro líder chiíta, Sayed Bahrul Oulum, primo de un prominente jefe religioso asesinado por fuerzas husseinistas y líder del Movimiento Islámico Independiente, también descalifica la opción que se perfila para su país bajo un gobierno militar estadunidense. ''Nunca aceptaremos un mandato estadunidense. Si insisten en quedarse en Irak después de la caída de Hussein, los chiítas los expulsaremos". Por sostener esta postura fue excluido de una ''minicumbre'' de disidentes iraquíes que se realizó en Londres a mediados de diciembre.

Pero si en aquella reunión de diciembre no hubo consenso, mucho menos se logró en otro encuentro más reciente, el 29 de marzo, también en Londres. Ahí se definió la enorme brecha que existe en el frente disidente iraquí.

Las figuras del recambio, en la nómina de la CIA

En el extremo pro invasión figuran hombres como Chalabi, "el hombre de Bush para Bagdad", según lo apodan algunos medios; Nizar Al Khazraji, ex jefe militar del régimen de Hussein relacionado con el ataque con gas mostaza contra la población kurda de Halabja, en 1988, y actualmente asesor de la inteligencia militar estadunidense en Kuwait, según revela el diario Al Sharq Al Awsat; el Consejo Irak Libre, que figura en las listas de los movimientos anticomunistas del mundo junto con las múltiples formaciones pro Pinochet y pro Sha de Irán; el Movimiento de Oficiales Libres de Irak, financiado en su totalidad por la CIA e integrado principalmente por ex agentes de esa corporación; el Foro Iraquí Pro Democracia, ultraderechista, que se ha manifestado por que aun en la etapa ''post Saddam'' se mantenga el embargo, y el Movimiento Constitucional Monárquico.

Estos desertores han permanecido mudos ante la matanza de sus conciudadanos bajo los bombardeos de sus patrones.

Otra corriente la conforman los partidos kurdos PDK, del histórico Masoud Barzani, y la Unión Patriótica de Kurdistán, de Jalal Talabani; la Brigada Badr y otras fuerzas antihusseinistas que en la reunión sostenida en Arbil, en febrero, resolvieron crear un frente unificado de mandos militares que pretenden hacerse cargo de la seguridad del país ''en cuanto caiga Hussein''. Esta corriente sostiene, al menos en el discurso, que no está dispuesta a tolerar "la sustitución de un dictador por otro bendecido por América". Sin embargo, es notable el silencio que guardan ante los bombardeos y la destrucción masiva de las dos últimas semanas a manos de sus aliados.

Talabani, considerado ''liberal'' en algunos medios de prensa, decía unos días antes de la invasión, en una conferencia en la Universidad de Columbia, que él no creía que Estados Unidos fuera a atacar a Hussein para quedarse con el petróleo de Irak, sino para ''permitir que la semilla de la democracia florezca en la tierra del tirano". Pero agregó que aun si el interés de Washington fuera el petróleo, "así sea".

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