Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de marzo de 2003
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Cultura

Vilma Fuentes

Agueda Lozano

La calle Maître Albert es una pequeña curva con apenas 10 edificios en cada acera. Va de un muelle del Sena, frente a Notre-Dame, a la plaza Maubert. Calle claroscura, el sol no logra penetrar en ella. Lo que aumenta su misterio.

La primera vez que la caminé, en 1975, fue gracias a Carmen Parra. O más bien, a ella y a Agueda Lozano. Entre las tres no sumábamos los 90 años. Yo no conocía a Agueda. Carmen, alias Riqui, me dijo con verdadero entusiasmo: ''Conocí a una pintora mexicana que vive de su obra''. Parecía mágico ese hecho. ƑQuién era capaz entonces de vivir de su pintura -o de cualquier otro arte- en esa época y a esa edad cuando desembarcaba en París de un lugar lejano?

Riqui me entusiasmó y la acompañé a una exposición de Agueda en una galería de la calle Maître Albert. El barrio, entonces, como esa callejuela, vivía un estado intermediario entre refugio de vendedores de viejo, cartón y trapos, y el lugar a la moda en que se ha convertido. Mitterrand y Roland Dumas se instalaban en la calle vecina de Bièvre, la subversiva revista Charlie Hebdo en la avecinante Trois Portes, el gran Pierre Soulages se decidía por un edificio en la esquina de Trois Portes y Hôtel Colbert, escritores tan diferentes como François Cavanna y Jacques Bellefroid moraban ya en esta misma calle.

Las telas de Agueda Lozano, búsqueda incesante, poseía aún trazos realistas, pero comenzaba a despegarse de la pintura figurativa. Fragmentos de la tierra, donde aparecía la vastedad del desierto de Chihuahua, se iban purificando en el viaje estelar que es su obra. Poco a poco, ésta evolucionaba, de más en más afinada, hacia ese confín donde lo más abstracto es lo más representativo, acaso porque aprehende y muestra la esencia de las cosas, de los seres, más allá de las apariencias.

Algunos años después, tuve la suerte de ver las fotografías que su marido, Stéphane Lamotte, hizo de paisajes de Chihuahua. Me sorprendió el paralelismo en dos obras tan diferentes: ambos buscaban la abstracción de esa esencia. Lamotte había conseguido transformar lagos, cielos, territorios en formas abstractas atrapadas por su cámara. Y, sin embargo, allí estaban los lagos, el cielo y la tierra.

Agueda Lozano expone en estos días alrededor de 25 grandes telas en la Maison des Arts de Châtillon. La pureza de su trazo, la sobriedad de las formas, la aparente simplicidad de la materia que representan permiten a la luz reverberar desde el interior de las pinturas formando nuevos espacios.

La aventura pictórica de Lozano, búsqueda y viaje sideral, es auténtica. Por eso se la reconoce de inmediato entre cualquier otra.

Pero Agueda es también escultora. Las formas que esculpe, como las que pinta, parecen emprender el vuelo, y esto a pesar de los duros materiales que utiliza, tales como el metal. Es un placer mirarlas. Por eso no deja de irritarme saber relegada en el patio de un taller la magnífica escultura, cuyo proyecto ganó el concurso para instalar la obra de un artista mexicano en la Place de Mexico en París. El jurado fue constituido por críticos, pintores y paisajistas franceses. Así, fueron inútiles las influencias que algunos escultores mexicanos trataron de utilizar.

Este concurso fue parte de los convenios culturales firmados entre México y Francia durante la visita presidencial de Zedillo a Chirac. Las dificultades comenzaron entonces: Agueda tuvo que encontrar el dinero, en Chihuahua, para pagar la realización de la escultura... Los vecinos del barrio XVI, donde está la plaza, no quieren algo moderno, preferirían šuna pieza prehispánica de gran tamaño! Así, a pesar de instrucciones expresas del reciente ex secretario de Relaciones Exteriores, la escultura, alargada, metálica, brillante como un espejo que refleja las calles y la torre Eiffel que puede verse al fondo de una de las avenidas, sigue abandonada en un patio. No puedo sino atribuir a la incompetencia de algunos de nuestros representantes diplomáticos esta impotencia para conseguir un lugar en París a la escultura de Agueda Lozano. Desconocimiento de la realidad y de la vida política francesas de los recomendados que desembarcan en una ciudad que no han vivido. Es evidente que el alcalde del XVI no se va a oponer a sus electores. Pero en París sobran calles y plazuelas. Sólo que hay qué saber negociar... diplomáticamente.

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