Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de marzo de 2003
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Cultura

LA MUESTRA

Carlos Bonfil

Embriagado de amor

Multiplicación de situaciones absurdas

Paranoia y abandono

UN AUTO SE vuelca aparatosamente en una avenida del Valle de San Fernando, California. Nada sabremos de heridos ni de consecuencias. ƑAcaso es sólo una señal ominosa para el único testigo: Barry Egan (Adam Sandler), aplicadísimo empleado en una ferretería, para quien episodios similares son parte de su vida cotidiana? Otra señal: una camioneta arroja inexplicablemente un armonio en la acera frente a su trabajo; otra más: una joven desconocida le ofrece, sin mayor averiguación, las llaves de su auto.

LOS PRIMEROS MINUTOS de Embriagado de amor (Punch-drunk love), de Paul Thomas Anderson (Boogie nights, Magnolia), multiplican las situaciones absurdas; algunas tendrán una explicación ulterior, otras serán siempre un misterio. El realizador de 32 años no recurre a una narración convencional, pero tampoco se extravía en experimentaciones formales. Ensaya una aproximación abstracta (delinear por ejemplo sensaciones tan enigmáticas como el flechazo amoroso, tema central), añadiendo algún elemento fantástico (un auto surgido de la nada, destinado a la tragedia, o como en Magnolia, una inexplicable lluvia de ranas).

COMO AL INTERPRETE de Después de hora, de Martin Scorsese, a Barry Egan puede sucederle todo en el espacio de una noche, como ser perseguido por una banda de extorsionadores luego de ceder a la tentación de un (fallido) faje verbal en una hot line, proporcionando sus datos personales y número de tarjeta, o enamorarse de modo tan alucinado de la inglesa Lena Leonard (Emily Watson), que sólo pueda expresar su júbilo, confusión e ira, destrozando todo un baño en el elegante restaurante al que la ha llevado.

AMANTE DE LAS paradojas, P.T. Anderson ha elegido para su personaje central al actor de comedias románticas Adam Sandler, de cuyos filmes de factura menesterosa se declara fan irredimible. En el tránsito al mundo del director de Magnolia, Sandler sufre una gran metamorfosis. Dota a su personaje de una complejidad insospechada: el vendedor papanatas, agobiado por sus siete hermanas sanguijuelas, coleccionista de cupones intercambiables por millas de viajero frecuente, tiene también la personalidad de un esquizofrénico, que, para colmo de males, se enamora. La violencia sicológica que padece Barry (un cataclismo diario en su cabeza, inventado tal vez, acaso soñado) explica en algo su temperamento irascible, mantenido a raya, socialmente reprimido, listo sin embargo a estallar a la provocación más insignificante. Cuando Barry decide conquistar a una mujer y abandonarse al inexplorado ejercicio de seducir, los resultados son, por decir lo menos, sorprendentes.

ANDERSON HA ELEGIDO para sus largometrajes una sola ubicación, la ciudad de Los Angeles, y en especial, esa extensión de centros comerciales y monotonía residencial denominada el Valle. Sus cintas exploran sensaciones de soledad, paranoia y abandono, con finales abiertos, para algunos tan angustiantes como la mediocridad del entorno social que elige el cineasta -el mundo de la pornografía (en Boggie nights), por ejemplo.

EL VUELCO QUE representa Embriagado de amor es su propio tránsito de lo que anunciaba ser una cínica comedia del absurdo, a un relato cómico con vocación de cuento de hadas, con colores llamativos (secuencia de créditos, vestuario de los protagonistas), y una extrañísima banda sonora que no vacila en ceder el paso a la ensayada cursilería de Shelley Duvall interpretando He needs me, un guiño al Robert Altman de Popeye. ƑHay algo que añadir cuando el cineasta decide transportar a este amante en trastorno mental permanente, hasta la isla de Hawai, en busca de Lena Leonard (Emily Watson, formidable), todo a ritmo de ukulele y con atardeceres de kitsch hollywoodense? Una buena sorpresa para los seguidores del joven cineasta; una sorpresa todavía mayor para quienes hasta hoy lo desconocen.

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