Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de marzo de 2003
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Economía

Carlos Marichal

La próxima guerra y sus consecuencias

La consecuencia más sorprendente e inesperada de la campaña militar de Estados Unidos contra Irak es que aún antes de que comiencen a caer las bombas, el conflicto amenaza con destruir pilares fundamentales del orden internacional. Es claro que se ha producido un fuerte debilitamiento de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de la Unión Europea y, sobre todo, de la propia Organización del Atlántico Norte (OTAN). Es más, la apuesta de la administración de Bush en afirmar su poder hegemónico de manera tan violenta tiene el efecto paradójico de socavar los mecanismos institucionales que han sido base de los procesos de globalización en que Estados Unidos ha ejercido un papel determinante en los pasados 20 años.

La próxima guerra ya está ejerciendo un impacto fortísimo en Europa, ya que esa comunidad de naciones se encuentra profundamente dividida por causa de las distintas posturas frente al empeño de Washington de comenzar las acciones bélicas. La incapacidad de la Unión Europea en presentar un frente común está provocando otro fenómeno también inesperado, que es la afirmación de los intereses nacionales por encima del consenso. El nuevo tejido de alianzas y contra-alianzas de grupos de países recuerda poderosamente a las terribles primeras cuatro décadas del siglo XX. En efecto, se trata del regreso a la realpolitik descarnada.

Ello se observa inclusive entre los principales países opuestos a la guerra, entre los cuales destacan Francia, Alemania y Rusia, que no operan en función de ideales, sino de intereses vitales que están amenazados directamente por las políticas extraordinariamente agresivas de Washington. Todavía hace dos meses, los dirigentes de estas tres poderosas naciones no parecían tener una conciencia tan clara de los peligros al acecho. Pero la intensificación de las presiones de la administración Bush ha contribuido a resaltar sus intereses comunes y les ha empujado a asumir posiciones cada vez más audaces y autónomas con respecto a la potencia hegemónica. Ello sugiere algunas líneas futuras de acción que van a tener importancia no sólo para Europa, sino también para otras regiones del mundo, incluida América Latina.

Para Francia, que tiene un gobierno conservador, lo fundamental es rescatar al Estado nación por medio del proyecto europeo. Por medio de la Unión Europea, Francia se agiganta; sin ella, es un Estado importante, pero nada más. El proyecto bélico estadunidense amenaza muy seriamente a la Unión Europea con profundas divisiones y ello es inaceptable para París. Por otra parte, el gobierno francés está cosechando un apoyo inédito entre los países árabes y africanos por su audacia. La marcha triunfal de Chirac por Argelia en semanas pasadas es una muestra clara de los beneficios obtenidos de su deslinde de la política imperial de Washington.

Alemania ha estado aliado con Francia desde el primer momento. Su canciller, Gerhard Schroeder, y sus ciudadanos se habían manifestado mayoritariamente en contra de la guerra desde las elecciones pasadas. La maniobra de Estados Unidos para involucrar a los países de Europa del Este en favor de su campaña bélica representa un claro peligro para Berlín, pues amenaza una gran zona geográfica que Alemania considera de gran importancia como mercado y para una amplia gama de futuras inversiones estratégicas.

Rusia también está operando en función de sus intereses nacionales. En primer lugar, no desea tener tropas estadunidenses al sur de su frontera. En segundo lugar, ha encontrado en la alianza con Francia y Alemania grandes atractivos. Se convierte así, e inesperadamente, en un futuro socio importante de la Unión Europea y asegura apoyos políticos y financieros de Alemania y Francia. Puede presuponerse, además, que con el acuerdo Rusia ofrecerá a las dos economías más importantes de Europa mayor acceso al petróleo y gas rusos, así como a los oleductos que arrancan en las ricas zonas petroleras del Mar Caspio, al sur de Rusia.

Todo esto implica que merced a la agresividad de Estados Unidos y Gran Bretaña, la política nacional vuelve a colocarse en el centro de las políticas internacionales de numerosos países. Pero frente al nuevo auge del nacionalismo, cabe preguntar: Ƒcuáles serán las consecuencias para los organismos internacionales: para la OTAN y para la Unión Europea, y también para la ONU?

Curiosamente, la OTAN ha sido la primera víctima de las políticas guerreras de George W. Bush. En efecto, la viene a remplazar la coalición de las fuerzas de intervención militar de Estados Unidos y Gran Bretaña, pero ya no tendrá legitimidad como puente estratégico entre Estados Unidos y Europa. La Unión Europea, por su parte, está seriamente golpeada y ahora ese conjunto de países se enfrenta al reto de reorganizarse y fortalecerse. Dada su gran capacidad creativa y su fuerza económica, es factible que el proceso de ampliación europea se consolide, así como la eventual ratificación de una constitución continental. Sin embargo, Europa no puede agradecer a Estados Unidos los obstáculos que ha sembrado.

Finalmente, Naciones Unidas ha sido muy golpeada, especialmente el Consejo de Seguridad. Paradójicamente, tantos reflectores en las pasadas semanas demuestran que el consejo es la única verdadera instancia global de resolución o reparación de conflictos, cuando pueden ser resueltos, que no es el caso actual. Pues, en efecto, el aventurero que ocupa la Casa Blanca parece empeñado en comenzar a tirar bombas sobre Irak. En todo caso, está claro que la política bélica impulsada por Washington está produciendo una serie de resultados mucho más complejos y contradictorios de los que los halcones hubiesen imaginado, lo que pone en tela de juicio político los procesos de globalización frente al renacer repentino del nacionalismo a escala mundial.

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