Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de febrero de 2003
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Capital

Emilio Pradilla Cobos

En el DF, no a la guerra

En la ciudad de México, el pasado sábado 15 cerca de 50 mil personas salieron a la calle a decir no a la muy probable agresión contra Irak de Estados Unidos, su presidente George W. Bush y un puñado de gobiernos incondicionales. Se sumaron así a 30 millones de personas que en 600 ciudades del mundo rechazaron la guerra, entre quienes se contaban importantes intelectuales y artistas de prestigio mundial, y personalidades políticas y sociales democráticas y de izquierda.

Esta agresión, avalada o no por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que tiene como trasfondo real el control y la privatización del petróleo iraquí, es inhumana, contraria a cualquier idea posible de la paz, la soberanía y la autodeterminación nacional, y muestra la hipocresía de la gran potencia, que no descarta usar la destrucción masiva de las armas nucleares para "eliminar las armas de destrucción masiva" de Irak, cuya existencia no ha podido probar. Luego de Afganistán, esta intervención dejaría las manos libres a Estados Unidos para invadir cualquier país -Ƒalgún latinoamericano entre ellos?- donde quiera ubicar "movimientos terroristas".

La protesta en la capital tiene significado no sólo en el contexto del movimiento pacifista mundial; se refiere también a la política interna mexicana. Desde el abrupto viraje del PRI hacia el neoliberalismo, allá en 1983, y sobre todo luego de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte por Carlos Salinas, el gobierno mexicano se ha vuelto cada vez más sumiso a la política económica y exterior de Estados Unidos. El gobierno panista de Vicente Fox no cambió esta tendencia, la acentuó con la excesiva cercanía con "su amigo Bush" y las posiciones de su primer secretario de Relaciones Exteriores y la diplomacia mexicana en torno a Cuba y a su jefe de Estado, Fidel Castro.

En el conflicto Estados Unidos-Irak, el gobierno mexicano ha sido un poco prudente, aunque acepta la agresión si lo decide el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo cual llevaría igualmente a un conflicto bélico inaceptable entre el país más poderoso del mundo y un pequeño país árabe sumido en la pobreza, entre otras cosas por el aventurerismo de su gobierno, lo cual es un asunto interno que debe resolver su propio pueblo. Ya se escuchan las voces de la derecha y el empresariado mexicanos, que claman por el apoyo de México a Estados Unidos si éste inicia la guerra, justificándolo con los intereses económicos compartidos entre los dos países, la elevación de los precios del petróleo mexicano que la guerra podría generar y la malsana quimera de que aumentarían las exportaciones hacia el vecino guerrero. Estas razones son inaceptables, por ética, por moral, por la defensa de la soberanía nacional y de la postura histórica de no intervencionismo, y porque la incertidumbre que introduciría el conflicto bélico en la economía mundial y estadunidense podría tener un grave efecto regresivo sobre nuestra economía -nacional y capitalina- y generar más desempleo y pobreza.

Quienes más directamente sufrirían su impacto serían los mexicanos que tienen que ir a trabajar, legal o ilegalmente, a Estados Unidos, pues padecerán más vejaciones y persecución en la frontera común, y porque muchos de ellos irán a engrosar las filas del ejército agresor en la zona de combate; es bien conocido que el gobierno yanqui tiene la política de enviar a la guerra a una proporción mucho mayor de miembros de las minorías: negros o emigrantes de los países latinoamericanos en particular.

Hay un aspecto que debería tener en cuenta la política del Gobierno del Distrito Federal: el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, contratado por la iniciativa privada con el acuerdo del gobierno local para asesorar a la Secretaría de Seguridad Pública en la implantación de un esquema de Cero tolerancia, es una figura prominente y conocida del Partido Republicano que gobierna Estados Unidos con la presidencia de Bush; se habla aún de que podría ser su candidato presidencial en el futuro. Si Bush inicia la guerra contra Irak, el gobierno capitalino estará en un serio problema moral y político al tener como asesor a alguien que apoya la agresión imperialista.

Así como el alcalde de izquierda de Londres, en abierto desacuerdo con el primer ministro de Inglaterra, Tony Blair, se ha sumado personalmente a las manifestaciones contra la guerra, quisiéramos oír la voz y ver la presencia del jefe de Gobierno del Distrito Federal, junto con otros dirigentes de su partido que se han incorporado a las expresiones de rechazo a la guerra y de exigencia de que México no la apoye en ninguna circunstancia; la causa humanitaria y el respeto a la soberanía de los países y al imperio del derecho internacional ameritan el posible desencuentro con Fox y con los grandes empresarios de derecha. El mensaje debe ser nítido: México no puede apoyar, en ninguna circunstancia, la agresión de Estados Unidos y Bush contra Irak o cualquier otro país acusado sin pruebas de "terrorista"; no en nuestro nombre como mexicanos.

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