Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de febrero de 2003
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Mundo

Immanuel Wallerstein

La guerra moral

George Bush se dispone a conducir a sus valientes tropas a la batalla en una guerra moral contra el tirano. No dará marcha atrás por mucho que piensen o hagan, ya sea por pusilanimidad o venalidad, políticos europeos, figuras religiosas en todo el mundo, generales en retiro y demás ex amigos de la libertad y de Estados Unidos. Jamás una guerra había sido tan debatida antes de emprenderse ni contado con tan escaso respaldo público. šQué importa! La decisión de combatir, basada en el cálculo del poderío estadunidense, se tomó en la Casa Blanca hace mucho tiempo.

Tenemos que preguntarnos por qué. Para empezar, tenemos que dejar en paz las dos principales teorías que se han aventurado con insistencia sobre los motivos del gobierno estadunidense. La primera es la de quienes están en favor de la guerra. Alegan que Saddam Hussein es un tirano maligno que constituye un peligro inminente para la paz del mundo, y mientras más pronto se le enfrente más probable es que se le impida hacer el daño que se propone. La segunda es la de los opositores a la guerra, quienes afirman que Estados Unidos está interesado en controlar el petróleo del mundo y que Irak es una pieza clave en ese edificio. Derrocar a Hussein pondrá a Washington en el asiento del conductor.

Ninguna de las tesis resiste mucho análisis. Virtualmente todo el mundo concuerda en que Saddam Hussein es un tirano maligno, pero pocos están convencidos de que sea una amenaza inminente a la paz mundial. La mayoría lo considera un cauteloso practicante del juego político. De seguro acumula las llamadas armas de destrucción masiva, pero es dudoso que las use contra nadie, por miedo de las represalias. Sería mucho más probable que las utilizara Corea del Norte. Hussein está acorralado en un rincón político de donde, aunque nada se hiciera en su contra, sería incapaz de salir. En cuanto a los vínculos con Al Qaeda, todo el asunto carece de credibilidad. Puede que juegue táctica y marginalmente con Al Qaeda, pero ni con la décima parte de la intensidad con que lo hizo el gobierno estadunidense años atrás. En cualquier caso, si esa organización cobrara fuerza, él estaría entre los primeros de la lista de liquidación, por apóstata. Las acusaciones estadunidenses son propaganda, no explicaciones. Los motivos deben de ser otros.

ƑY la otra alternativa, la del petróleo? Sin duda el petróleo es un elemento crucial en la operación de la economía del mundo. Y sin duda a Estados Unidos, como a todas las demás potencias, le gustaría controlar la situación hasta donde sea posible. Y sin duda, si se derrocara a Saddam Hussein habría cierto reacomodo de las cartas del poder en el mundo. Pero Ƒla apuesta vale el riesgo? Hay tres aspectos importantes en el petróleo: participar en las ganancias de la industria petrolera, regular los precios mundiales (que tienen gran impacto en el resto de la producción) y acceder a las reservas (así como la potencial negativa de acceso a otros países). En los tres asuntos Estados Unidos tiene ya bastante terreno avanzado. Al momento las empresas petroleras estadunidenses se llevan la parte del león de las ganancias mundiales. A partir de 1945 las preferencias estadunidenses han regulado casi siempre los precios mundiales, gracias a los esfuerzos de Arabia Saudita. Y Washington tiene bien sujeto el control de las reservas mundiales de petróleo. En cada uno de estos tres dominios sería posible mejorar un tanto la posición estadunidense, pero Ƒjustificaría esa leve mejoría los costos financieros, económicos y políticos de la guerra? Precisamente porque Bush y Cheney han estado en el negocio del petróleo deben de estar conscientes de las pocas ventajas que obtendrían. El petróleo sería cuando mucho un beneficio colateral de una empresa acometida por otros motivos.

Entonces, Ƒpor qué? Empecemos por el razonamiento de los halcones. Creen que la posición de Estados Unidos en el mundo ha estado en constante declive por lo menos desde la guerra de Vietnam, y que la explicación básica de ello es que el gobierno de Washington ha sido débil y vacilante en sus políticas mundiales. (Creen que eso ocurrió incluso durante el gobierno de Reagan, aunque no osan decirlo en voz alta.) Para ello ven un remedio simple: Estados Unidos debe afirmarse con fuerza y demostrar su voluntad de hierro y su abrumadora superioridad militar. Hecho esto, el resto del mundo reconocerá y aceptará la primacía estadunidense en todas las cosas. Losmdf20732 europeos se alinearán. Las potencias mundiales en ciernes abandonarán sus proyectos. El dólar volverá a ser la divisa suprema. Los fundamentalistas islámicos se desvanecerán o serán aplastados. Y entraremos en una nueva era de prosperidad y pingües ganancias.

Necesitamos entender que realmente creen todo eso, con alto grado de certeza y determinación. Por eso todo el debate público mundial sobre la prudencia o no de emprender una guerra ha caído en oídos sordos. La sordera es porque están seguros de que todos los demás se equivocan y muy pronto se darán cuenta de su error. Es importante hacer notar un elemento más de la confianza de los halcones en sí mismos. Creen que tienen a la mano una rápida y fácil victoria militar, que la guerra durará semanas, no meses, ya no digamos más tiempo. El hecho de que prácticamente todos los importantes generales retirados del país y de Gran Bretaña hayan expresado escepticismo sobre esta evaluación militar los tiene sin cuidado. Los halcones (civiles casi todos) ni siquiera se molestan en contestar. Uno no sabe, claro, cuántos generales estadunidenses y británicos en activo dirán o al menos pensarán lo mismo.

Esa actitud de al ataque a toda máquina del gobierno de Bush ya ha tenido cuatro importantes efectos adversos para la posición de Estados Unidos en el mundo. Cualquiera que tuviese el conocimiento más elemental de geopolítica sabría que, después de 1945, la única coalición que Washington debe temer es la de Francia, Alemania y Rusia. La política estadunidense se ha encaminado a lograr que semejante alianza sea imposible. Cada vez que ha habido la menor posibilidad de ella, Washington se ha movilizado para desligar por lo menos a una de las tres. Así ocurrió cuando De Gaulle dirigió algunos guiños a Moscú en 1945-46, y cuando Willy Brandt anunció su Ostpolitik. Hay toda clase de razones por las que ha sido difícil establecer tal alianza. Pues bien, George Bush ha derribado los obstáculos y logrado que esa pesadilla estadunidense se vuelva realidad. Por primera vez desde 1945, estas tres potencias se han alineado en público contra Estados Unidos en un asunto importante. La reacción de Washington a esta postura está teniendo el efecto de fortalecer la alianza. Si Donald Rumsfeld cree que va a causarle estremecimientos a ese nuevo trío agitándole en la cara el respaldo de Albania y Macedonia, o aun de Polonia y Hungría, debe de ser muy ingenuo en verdad.

La respuesta lógica a un eje París-Berlín-Moscú debería ser entrar en una alianza geopolítica con China, Corea del Sur y Japón. Los halcones estadunidenses están garantizando que semejante respuesta no se logre con facilidad. Han provocado a Corea del Norte hasta que mostró sus dientes de acero, ofendido a Corea del Sur al no tomar en serio sus temores, vuelto a China más desconfiada que antes, y llevado a Japón a pensar en la conveniencia de convertirse en potencia nuclear. šBravo!

Y está el asunto del petróleo. Controlar el precio mundial del crudo es el más importante de los tres aspectos mencionados antes. Arabia Saudita ha sido la clave. Durante 50 años le ha hecho ese trabajo a Estados Unidos por una sencilla razón: necesitaba la protección militar de Washington para su dinastía. El ansia guerrera estadunidense, su obvio efecto dominó en el mundo musulmán, el abierto desdén de los halcones por los sauditas, el apoyo total a Sharon, han llevado a los sauditas a preguntarse en voz alta si el respaldo de Washington no es más bien un albatros que una forma de sostenerlos. Por primera vez la facción de la casa real que está en favor de reducir los vínculos con Estados Unidos parece cobrar predominio. Washington no va a encontrar con facilidad un sustituto para los sauditas, que siempre han sido más importantes que Israel para el interés geopolítico estadunidense. Washington respalda a Israel por razones de política interna; a los sauditas los ha apoyado porque los necesita. El país puede sobrevivir sin Israel. ƑPodrá sobrevivir a la revuelta política del mundo musulmán sin apoyo saudita?

Por último, los gobiernos de Washington han tratado valientemente de detener la proliferación nuclear durante 50 años. En apenas dos años el gobierno de Bush se las ha ingeniado para que primero Corea del Norte y ahora Irán aceleren sus programas nucleares y no tengan miedo de declararlo en público. Si Estados Unidos emplea artefactos nucleares en Irak, como ha dicho que podría hacerlo, no sólo romperá el tabú, sino pondrá en marcha una rápida carrera de una docena de países para adquirirlos.

Si la guerra en Irak marcha espléndidamente para Washington, tal vez le sea posible recuperarse un poco de estos retrocesos políticos. Si va mal, cada aspecto negativo se reforzará de inmediato. He estado leyendo recientemente sobre la guerra de Crimea, en la que Gran Bretaña y Francia se aliaron contra el tirano ruso en nombre de la civilización, la cristiandad y la lucha por la libertad. En 1923, un historiador británico comentó sobre estos motivos: "Lo que los ingleses condenan casi siempre merece la condena, ojalá de veras se hubiera logrado". El Times de Londres era en 1853 uno de los más fervientes partidarios de la guerra. En 1859 los editores expresaron su arrepentimiento: "Nunca se hizo un esfuerzo tan grande para un objetivo tan indigno. No es poca nuestra renuencia al reconocer que un esfuerzo gigantesco y un sacrificio infinito se realizaron en vano". Cuando George Bush salga del cargo, habrá dejado un Estados Unidos significativamente más débil que cuando llegó a él. Habrá convertido una lenta declinación en una caída acelerada. ƑEscribirá el New York Times un editorial similar en 2005?

( ) Director del Fernand Braudel Center de Nueva York
© Immanuel Wallerstein
Traducción: Jorge Anaya

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