Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 27 de enero de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política

Armando Labra M.

El campo, optimismo

Uno de los temas que nos animan es el campo. Ahí hay claridad. No importa si primero dijeron que no y luego que sí, pero parece ser que en efecto el presidente Fox y el secretario Usabiaga renegociarán, al menos, la parte agropecuaria del TLCAN. Claro que el flamante secretario de Economía dice que no, o sea, que quién sabe. Pero el campo se incendia, eso sí, claramente.

En el tema rural no se puede ser sino optimistas, simplemente porque peor no podíamos estar. Casi 25 millones de mexicanos viven en el campo, de los cuales 11 millones están en edad de trabajar, pero 7 millones carecen de tierra. Son jornaleros. Suelen migrar y, como se van, producimos cada vez menos alimentos, por eso tenemos un déficit comercial alimentario de 10 millones de toneladas que creció en 218 por ciento en sólo cinco años; sólo las importaciones de granos crecen 12 por ciento anual.

ƑPor qué se van del surco nuestros campesinos? Bueno, para empezar porque reciben apenas 30 por ciento del precio al que se vende lo que producen y en consecuencia deben generar 44 por ciento de sus ingresos de otras actividades, sean artesanales, en el subempleo, por mencionar las menos indignas. Y el salario mínimo rural en Estados Unidos es 10 veces mayor que aquí. Y el gobierno lleva 20 años desmantelando los apoyos técnicos, financieros y comerciales al campo, no digamos los políticos. Tocamos fondo, sólo nos queda mejorar.

Citaremos los resultados de una encuesta reciente, a 10 años del TLC. En 12 estados de una muestra que va de Chihuahua a Yucatán, pasando por entidades tan disímbolas como Nuevo León y Oaxaca, Michoacán y Sonora, Oaxaca y Tamaulipas, Guanajuato y Tabasco, Guanajuato y Sinaloa, 77 por ciento de los productores afirman que son más ágiles y eficientes los trámites de las delegaciones gubernamentales y que participan más en los programas agropecuarios y pesqueros.

Sin embargo, 83 por ciento reconoce que el TLC en nada le ha beneficiado y 60 por ciento o más piden apoyos a la comercialización, ampliar el Procampo, financiamiento y crédito, mayores apoyos Alianza para adquirir insumos y equipo, apoyos a proyectos productivos y la reconversión de cultivos en Procampo. Es decir, nuestros productores del campo reclaman no sólo mejores ventanillas burocráticas, sino el compromiso público que se les da con mucho mayor amplitud a los campesinos de los países con los cuales comerciamos. En efecto, el apoyo oficial por campesino en México es del orden de 700 dólares y de 20 mil en Canadá y Estados Unidos.

La entrada en vigor de la segunda etapa de desgravación del TLCAN para muchos campesinos es lo de menos, dado que para otros tantos productos ya hubo una previa reducción de aranceles e incluso alguna preparación ante la nueva circunstancia. Sin embargo, de 50 productos afectados a partir de enero, al menos 10 sufrirán algún tipo de estrago por la apertura, como el aguacate, la manzana, la malta, la cebada. Pero saldrán perjudicados principalmente los productos avícolas y porcícolas, los primeros a pesar de haberse preparado y los segundos porque no lo hicieron. En esencia, lo que ha no ha sucedido es la reconversión del sector rural y eso, con o sin TLC, es un grave rezago, que por supuesto resulta más grave ante las aperturas inminentes a los productos importados, principalmente de Estados Unidos. Existen salvaguardas e instrumentos jurídicos que se pueden aplicar para compensar los efectos adversos así como las acciones sobreproteccionistas estadunidenses, expresadas en subsidios adicionales por 18 mil millones de dólares al año a sus granjeros y en clara violación del TLCAN.

Tenemos, pues, una oportunidad histórica para reaccionar, tanto productores como legisladores y gobierno, en pos de una profunda revisión agropecuaria. Como todo contrato, el TLCAN es revisable, y así debemos plantearlo claramente en el capítulo agropecuario, sin actitudes vergonzantes o acomplejadas. No hacerlo sería asegurar conflictos económicos, políticos y sociales en el campo, que difícilmente podrá manejar el actual gobierno, no nos engañemos. En suma, debemos aplicar imaginación y talento a proteger a nuestros campesinos tanto o más que los países con quienes comerciamos y eso no significa sólo dinero, sino agallas, determinación y talento.

El Congreso puede y debe ser el espacio político para convocar al Ejecutivo y a los campesinos a convenir una postura nacional agropecuaria. Es el paso imprescindible para proseguir en la definición del mundo rural que necesitamos y que aún no hemos logrado convenir, y desde luego, para estar en posición de sentarnos a revisar no sólo el capítulo agropecuario del TLC, sino nuestro futuro como nación.

[email protected]

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año