Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 23 de enero de 2003
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Espectáculos

Othón Lara Klahr

La metamorfosis de los sapos mariguanos

"Los 70 fueron años de derroche para nuestra generación, en los que gastamos tiempo y vida tan aceleradamente que muchos cuates chuparon Faros por adelantado" -reflexionaba aquella tarde del agonizante 2002 camino a la cita con Tomás Nomás, a quien no veía desde aquella lejana época cuando habitábamos la Unidad Copilco-Universidad y a nuestros 17 años ni siquiera sospechábamos que a todos les llega la edad de la momiza.

Pero la radio me recuerda que son ya las 18:10 -hacía 10 minutos debía estar en el punto convenido: las escalinatas del Auditorio, bajo la escultura de Soriano-, así que en Reforma piso a fondo el acelerador y llego raudo, tras dar vuelta prohibida en U y esquivar a dos tamarindos que me vieron y ya venían sobres. Logro estacionar el Neón justo enfrente de donde Tomás rasga ya impaciente su guitarra. La puesta del Sol tiñe de rojo los cristales de los edificios que amenazan con devorarnos. "Qué alucine", expresamos como si no hubieran pasado casi 30 años de cuando aplicábamos esos términos en las áreas verdes de los entonces nuevos condominios de Copilco-Universidad. Iba a preguntarle si seguía fiel a la mota, pero salió sobrando: ya le está dando fuego a una bacha entre las uñas.

-Sigues siendo el Tomás de la Unidad...

-Psí... ƑTe acuerdas de aquella rola?...

En la unidad de Copilco nos quedamos sin bañar /En la unidad de Copilco nos quedamos sin bañar /Queremos agua, agua, agua aguaaaaa...

La plática gira en torno de que desde los 13 años Tomás anda en el rol y su principal escuela ha sido la calle aunque, claro, pasó por la UNAM y por Ciencias Polacas. "Empecé a componer en la Roma, donde vivimos antes de llegar a la Unidad. Mi jefe le compró una guitarra a mi carnal -ese güey, la neta, nació con la guitarra en las manos-, que mi abuelo guardaba en su ropero; un día se la pedí y empecé a hacer mis primeros sonidos".

Luego vendrían "los desmadres de Cipolite y Huautla", cuando las peregrinaciones tras el peyote y los hongos, y "mis primeras rolas roqueras". De manera que cuando llegamos a Copilco-Universidad ya había corrido mundo y "traía canciones como Los sapos mariguanos y Bolsas de arena, que eran muy populares entre la banda de la Unidad, cuyo ambiente "me motivó un chingo y entre la pacheca y la peda me hizo pulir la improvisación y empezar a dibujar personajes como El Pavo, El Monito Cilindrero, El Gañán, El Tribi. ƑTe acuerdas?"

Aunque bohemio de corazón, Tomás también ha sido muy chambeador y sólo cuando lo hartaban "los jefecillos" en la chamba dejaba todo y se iba a rolar. La música empezó a ser una profesión para él hace apenas 12 años, cuando cayó en un bache emocional tras la separación de su esposa. Esto le sirvió para hacer un balance de su vida. "A los 33 años me vi sin trabajo, sin esposa, sin hija, enviciado por el alcohol. Andaba rolando queriendo olvidar y entre más me alejaba más se me enconaba el dolor".

Luego de tres años de andar al garete, "me detuve a pensar: ya se me fue la mitad de la vida y soy un pobre pendejete". Fue su hija la que lo motivó a alivianarse. "Dije: tengo que hacer algo por ella antes de que me lleve la verga. Y me propuse dejarle la imagen de un jefe chido y algo material: un billete o una casa. Me puse a hacer ejercicio, dejé de chupar y entré a trabajar de vendedor de instrumental médico".

Meses después su hermano Chucho le avisó que Televisa había lanzado una convocatoria para un taller de compositores y lo convenció de que participara en la selección. Lo hizo sin muchas esperanzas de ser aceptado -"cómo van a ver esos güeyes mis canciones de sapos mariguanos", pensaba-, pero para su sorpresa fue aceptado, junto con otros 50 candidatos, entre "tres mil cabrones". Los elegidos, dice, "sentíamos que nos habíamos ganado la lotería. Imagínate: ensayábamos en el auditorio personal de Azcárraga, con servicio de cafetería, dirigidos por Amparo Rubín, quien desde el principio nos reveló el secreto del éxito: un poquito de talento y un chingo de trabajo".

Hasta entonces tuvo noticia "de gente como Armando Rosas, Jaime López, Rodrigo González y otros rupestres, en quienes descubrí un sentir que era el mío, aunque siempre oí más bien ondas tipo Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Los Beatles, Los Rollings", además de Cri-Cri, José Alfredo Jiménez, Chava Flores, Mike Laure y La Santanera, que "fueron mis influencias de chavito, porque era lo que se oía siempre en casa".

En los primeros siete años de que se dedicó de lleno a la música, recuerda, "estuvo muy cabrón, nunca tenía dinero y me volví el sable dorado. Entre sus mecenas menciona a su hermana mayor y a Roberto Ruiz, un amigo que conoció en el taller de Televisa. En cuanto a los frutos de este taller, refiere que participó en la musicalización de la telenovela Mi abuelo y yo; "fue mi primer trabajo profesional, por el que me pagaron", y marcó el nacimiento de Tomás Nomás, como lo bautizó su maestra, la compositora Amparo Rubín.

En 2003 Tomás espera su consolidación como músico profesional y conseguir la estabilidad económica que le permita largarse el día que se le ocurra "a mirar la aurora boreal".

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