Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 23 de enero de 2003
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Política

Carlos Montemayor

Empresa y país

El gobierno del presidente Vicente Fox sigue siendo incapaz de entender la diferencia entre las necesidades de un país y las necesidades de una empresa. Quiere seguir pensando que un país es un inmenso mostrador para ventas o una colosal bóveda de autoservicio, taller de maquila o de armado de vehículos. Por buena fe o ineptitud confunde los negocios privados con el estado de derecho y sobre todo confunde las ganancias de las empresas trasnacionales y de sus gerentes consentidos con el bienestar social.

Cree, por ejemplo, que la producción agropecuaria en Estados Unidos y en México sólo puede entenderse como la oportunidad de hacer negocios con los menores costos y las mayores ganancias. No le importa o no es capaz de comprender la decisión política que representa en el gobierno estadunidense incrementar los subsidios agrícolas de 1994 a 2000 en más de 500 por ciento, o que a estos incrementos el presidente George W. Bush decida agregar 80 por ciento más a lo largo de esta primera década del siglo. Así las cosas, los subsidios por productor en Estados Unidos rebasan ahora 21 mil dólares; en México no alcanzan los 700 dólares.

Estas bases desiguales, acentuadas por el avance del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), han provocado la caída en México de los precios del mercado por debajo de los costos y los manejos de producción. En cuanto al volumen creciente de importaciones de productos agropecuarios provenientes de Estados Unidos, el TLCAN ha sido el marco de una competencia desleal, ilegal y que merecería el rechazo y la protesta gubernamental inmediata. En lugar de eso, los gobiernos de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox han permitido e impulsado el crecimiento de "negocios" con esa competencia desleal, y a esos negocios desleales les llaman beneficios indudables del TLCAN para México.

Víctor Quintana ha señalado con mucha oportunidad para los sordos oídos del gobierno foxista que desde el inicio del TLCAN México ha erogado por compra de alimentos 78 mil millones de dólares. En 1990 nuestro promedio anual de importación de los 10 cultivos básicos era de 8.7 millones de toneladas; en 2000 se había incrementado 112 por ciento. Durante el primer año del gobierno de Vicente Fox, 2001, México importó indebidamente, por encima de la cuota del TLCAN, más de 3 millones y medio de toneladas de maíz sin pagar el arancel, que debió haber ascendido a más de 654 millones y medio de dólares. Lo mismo ocurrió en 2002, segundo año de gobierno, cuando las pérdidas fiscales por las importaciones desleal e indebidamente autorizadas fuera de cuota y sin pago de arancel llegaron a más de 128 millones y medio de dólares.

ƑA quién ha favorecido esta diferencia de importaciones? No al campo mexicano. Tampoco a las "arcas del gobierno". Ha favorecido a las grandes empresas de alimentos que prefieren comprar desleal e ilegalmente a más bajo costo la producción subsidiada estadunidense que la producción no subsidiada mexicana, aunque esto signifique el desmantelamiento de México ya no digamos como país soberano o autosuficiente, sino su desmantelamiento como país.

Como resultado de esta competencia desleal, el valor de los productos del campo en México se ha derrumbado. Quintana tiene razón en este punto esencial: entre 1985 y 1999 el maíz perdió 64 por ciento de su valor y el frijol 46 por ciento, pero esto no benefició a los consumidores, pues la canasta básica se incrementó en años recientes más de 257 por ciento. No benefició al país ni a los consumidores, sino a ciertas y grandes empresas. Es aberrante, por decir lo menos, considerar estas ganancias de consorcios trasnacionales como beneficios del TLCAN para el país.

En otro momento hemos dicho que el presidente Vicente Fox recurre a menudo, por la macroeconomía y por las ganancias de las empresas trasnacionales, a la afirmación contundente de que México es ahora la novena economía del mundo. Cree que un aumento en el volumen general de la economía es suficiente para generar mayor bienestar social; también, que el crecimiento económico, entendido como mayor flujo de capitales externos y mayor apertura a la inversión privada, es sinónimo de progreso. Ambos supuestos son erróneos. Por ello México aparece en los indicadores de Desarrollo Humano de la ONU en el lugar 54 y no en el noveno. El presidente Fox confunde la inversión en las empresas de un país con la inversión en el país mismo.

Es grave, sí, que Vicente Fox siga empeñándose en suplir con discursos la pérdida de empleos y el aumento de los pobres que se cuentan por millones cada año de su gobierno. Pero más grave aún es que confunda las necesidades de un país con las necesidades de una empresa. El Presidente sabe que si no se invierte en una empresa, poco a poco irá perdiendo ingresos y competitividad en el mercado. Pero las cosas son distintas con un país.

Si no se invierte en un país, entonces los niños se mueren en Chiapas y Querétaro y pierden talla, peso y aptitudes diversas, como ocurre en todas las regiones rurales e indígenas de México. Si sólo se invierte en las empresas, pero no se invierte en el país, el desempleo y la pobreza aumentarán como ocurre en México desde hace varios años, perdiéndose más de un millón de empleos por año y extendiéndose la pobreza a más de la mitad de la población. Si sólo se invierte en las grandes empresas trasnacionales o nacionales, pero no se invierte en el país, los servicios de seguridad pública serán cada vez más ineficientes para detener la corrupción y la delincuencia. Si sólo se protegen las ganancias de las empresas, pero no las del país, se confundirá cada vez más la miseria con el bienestar social, la represión con la paz pública y la riqueza de las minorías y la pobreza de las mayorías con el estado de derecho. Sólo así, con esta confusión, es posible seguir afirmando que las ganancias de Cargill, Maseca, Del Monte, Dupont, Bimbo, Purina, Nestlé, Wall Mart, Pilgrim's Pride, Lala, Sigma, Kraft Foods o Ralston son beneficios nacionales. Sólo por esa confusión también es posible creer que tales empresas tienen incalculables ganancias a partir del TLCAN, nada más porque cuentan con mejor buena voluntad para el trabajo y la competencia que los 60 millones de mexicanos empobrecidos a costa de desmantelar el país en beneficio de los productores de Estados Unidos.

Cuando un negocio va mal, mejor abandonarlo, pensarán muchos, para no invertirle dinero bueno al malo. O cambiar de giro, como dicen los gobiernos del cambio, desde Jaime Serra Puche a Javier Usabiaga. Cuando el país va mal, Ƒqué hacer? ƑNo invertirle? ƑCambiar de giro? O, quizás, Ƒcambiar de país?

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