Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 23 de enero de 2003
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Política

Adolfo Gilly

La derecha profunda

En diciembre de 2000 el poder presidencial en México pasó a manos de una derecha con grandes ambiciones y profundas raíces históricas nacionales. Por más obligado pragmatismo que deba mostrar quien ocupa el Poder Ejecutivo, su verdadero sostén es el viejo partido de los conservadores mexicanos cuyos pilares se afirman en la institución más antigua subsistente en este territorio: la Iglesia católica, esa que es anterior al Estado nacional y que nunca abandonó su pretensión de regir sus conductas desde atrás y desde abajo. Como todos sabemos, esta institución eclesiástica tiene incontables representaciones laicas, visibles e invisibles, que permiten su presencia en los ámbitos más diversos de la vida nacional. Ahora, además de su tradicional apoyo externo en el Vaticano, está entrelazada también con la Presidencia de la República y sus ramificaciones.

El 21 de enero pasado pudimos ver en la primera página de La Jornada la imagen de un ultrasonido practicado el 5 de diciembre de 2002 a la esposa del hijo de Vicente Fox. Dicha imagen fue distribuida por la Presidencia de la República. El pie de página dice: "El 15 de enero, en Hermosillo, Sonora, el mandatario declaró: 'Voy a ser abuelo y a mi nieto le sacaron un ultrasonido y el nieto salió con la manita así', festejó haciendo la V de la victoria".

Más de seis semanas trascurrieron entre el momento en que fue realizado el ultrasonido y el día en que se entregó la imagen a la prensa. Debe suponerse que esta última decisión no fue producto de la alegría del primer momento, sino de un cálculo publicitario.

Es derecho de cada uno a hacer públicos los acontecimientos de su vida familiar o mantenerlos en el ámbito de lo privado. Pero no habría tenido primera página este acontecimiento particular si la imagen no hubiera sido distribuida por la Presidencia de la República y no se refiriera al futuro nieto del presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Esta decisión dinástica, más propia de una monarquía que de una república, ubica al hecho en el dominio de lo político público. Escribo "futuro nieto" porque lo que mi mirada inexperta cree ver en esa imagen, que a mi juicio nunca debió haber sido entregada a la prensa, es todavía un nonato.

Se trate de nieto o de futuro nieto, la distribución de esta imagen desde la Presidencia de la República me parece por lo menos impropia cuando más de treinta niños recién nacidos, hijos de familias pobres y pobrísimas, han muerto en las semanas recientes en el hospital de Comitán, por incuria, abandono y falta de los recursos más elementales en dicho hospital. Con ello mucho tiene que ver la pobreza de las madres, dicen que dijo el secretario de Salud, Julio Frenk, desde Ginebra. No deseo hacer comparaciones ofensivas o demagógicas. A quienes corresponde, pido apenas una actitud de duelo y de decoro.

Mientras estos dispares acontecimientos se suceden en México, al norte de nuestra frontera la Casa Blanca y el Pentágono -al cual México está atado al formar parte del Comando Norte- se preparan para lanzar una devastadora guerra contra Irak, en la cual, si se desata, morirán niños, madres, padres y abuelos de todas las edades. Hasta el momento, Francia y Alemania se oponen a la guerra y, desde otro ángulo, Rusia y China también. Nutridas manifestaciones en las ciudades del mundo exigen la paz.

México es miembro del Consejo de Seguridad. El silencio al respecto del gobierno mexicano y del nuevo secretario de Relaciones Exteriores, representante auténtico, no vicario, de la derecha y de las finanzas, vale por una definición. Allá vamos, pues: lejos están los tiempos en que el gobierno de México, en situaciones mucho más difíciles para el país, defendía a Finlandia, a Austria, a Etiopía, contra los invasores de diversos colores políticos y parecidas ambiciones de dominación.

Nos gobierna la derecha profunda, en representación política de las grandes finanzas. Los largos alcances de este cambio no aparecen registrados en la comprensión y en la conducta política de quienes se supone sean los herederos del liberalismo radical, del cardenismo y de varios de los diversos socialismos de la historia mexicana. Más allá de las declaraciones, la que habla es la vida real. Y en esta vida de los hechos cotidianos, el PRD sigue su hasta ahora indetenible deriva como uno de los tres componentes institucionales del nuevo régimen político: PAN, PRI, PRD.

Sólo menciono dos hechos ajenos a esas declaraciones, pero mucho más significativos. Uno: los resultados de la investigación sobre las últimas elecciones internas, en los cuales constaba la magnitud del fraude compartido, fueron conocidos, discutidos y finalmente ignorados por los órganos dirigentes del PRD. Aquí no ha pasado nada. Dos: en estos días arrecia la vergonzosa y dispendiosa campaña de los precandidatos a las jefaturas de delegación en la ciudad de México. Aparte de sus fotografías, no hemos visto hasta ahora una idea o una propuesta concreta de ninguno de ellos.

Esa campaña no es para que los voten, sino para tener las mayores preferencias en la encuesta que realizará la empresa Mitofsky. En esta operación el PRD ha renunciado a su responsabilidad, y hasta a su soberanía. Sus candidatos debían ser electos o bien por voto directo o bien por la decisión responsable de los órganos dirigentes. En cambio, el PRD recurre al mismo método comercial de las encuestas que no quiso aceptar en 1999 cuando lo sugirió el PAN para elegir al candidato presidencial de la infausta coalición electoral con este partido que el PRD propuso para las elecciones del año 2000. En otras palabras, casi cuatro años después también aquí ganó el PAN.

Si nadie la detiene, la deriva del PRD lo llevará cada vez más lejos de sus propósitos iniciales, aquellos formulados en la ya lejana convocatoria de 1988. La desgracia del PRD es que su objetivo político central de entonces: terminar con el régimen de partido de Estado, ya se alcanzó con la derrota del PRI. Pero ahora, frente al gobierno de la derecha profunda afirmada en el poder, sólo atina a oponer propuestas y protestas parciales mientras se adapta más y más a las formas políticas impuestas progresivamente por estos modernos y bien armados conservadores.

Quienes no estuvimos nunca de acuerdo con esta deriva, acelerada y consolidada a partir de la victoria electoral de la derecha en el 2000, no podemos aceptar sus conclusiones programáticas, éticas y políticas. No propongo una lucha política en el interior del PRD, de antemano infructuosa dado su carácter de partido meramente institucional y electoral. Tampoco sugiero una confrontación o una ruptura innecesaria.

Pienso en cambio que con las fuerzas individuales existentes, muchas más de las que podrían parecer, y con los medios disponibles, muchos menos de los que serían deseables y necesarios, continuemos la defensa, dentro de la República y de sus garantías constitucionales, de las modernas y siempre renovadas ideas del socialismo, la justicia y la libertad, herederas legítimas del antiguo liberalismo radical, del sindicalismo revolucionario y del agrarismo. Me parece una necesidad actual que viene de la historia mexicana del siglo apenas pasado y de las esperanzas de las generaciones que entran en estos años a la vida política y a las luchas sociales.

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