Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 2 de enero de 2003
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Mundo
Desde Brasil Chávez sostiene: no hay huelga, sino un golpe disfrazado de huelga

A trancazos comenzó el año en Venezuela

Algunos sectores de la pequeña y mediana empresa abandonarán el paro por falta de recursos

ARTURO CANO ENVIADO

Caracas, 1o. de enero. A trancazos comenzaron los venezolanos el 2003. Pese a los guiños conciliadores de su discurso de Año Nuevo, el presidente Hugo Chávez viajó a Brasil y bajo el cobijo de Lula advirtió a sus opositores: "Están destinados a fracasar". Mientras, aquí, la variopinta oposición brindó en las calles, con un trancazo (bloqueo de carretera) colorido y bullanguero y con un llamado a los venezolanos a llevar la cuenta "de los poquitos días que le quedan a este gobierno".

En Brasilia, Chávez exploraría caminos para que un grupo de países "amigos" intermedie en la crisis política, justo al cumplirse 31 días de paro parcial y en medio de llamados de algunos sectores de la oposición, abiertos y velados, a la salida Violenta y a la intervención de las fuerzas armadas para echarlo del poder, pese a que oficialmente la Coordinadora Democrática apuesta todo al referéndum convocado para el 2 de febrero. "Vamos a incrementar la capacidad de respetarnos los unos a los otros", dice Chávez en su mensaje nocturno del último día de 2002. Desde Brasilia, el discurso del presidente deja de lado las cortesías: "En Venezuela no hay huelga, hay un golpe de Estado disfrazado de huelga".

La oposición tampoco usa un tono suave. "El día que no estén en el poder estarán en la cárcel. Saben que son culpables y por eso no quieren elecciones", suelta Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras, la agrupación empresarial que es eje del paro. En el arranque del año, Fernández y otros de los principales dirigentes opositores insisten en que el presidente debe renunciar o aceptar los resultados del referéndum consultivo, que según las encuestas perdería Chávez.

bsb18-133810-pihSin embargo, este miércoles se informó que la oposición atenuará la huelga general que comenzó el 2 de diciembre, si bien el sector petrolero continuará en paro. El líder de la Coordinadora Demócrática (CD), Américo Martín, señaló que "hay ciertos sectores de la pequeña y mediana empresa que abrirán la semana próxima porque no tienen recursos para mantenerse cerradas, tienen que ganar dinero. Eso no tiene nada que ver con el sector petrolero".

Martín agregó que "podría cambiarse el paro por desobediencia civi, que podría ser un desacato tributario como también no aceptar la detención arbitraria de algunas personas que han estado en nuestra lucha".

La CD dijo en un comunicado que "ha decidido convertir toda la energía ciudadana desplegada en el exitoso Paro Cívico Nacional en un masivo proceso de desobediencia civil, y concentrar ese proceso en la construcción de un sólido triunfo de la sociedad democrática el próximo 2 de febrero".

Antichavismo chévere

El escenario es la última protesta de 2002 y primera del nuevo año a la que, gracias al bombardeo televisivo y el profundo sentimiento antichavista de muchos sectores, acuden miles de personas. Al dar las 12 de la noche, los caraqueños reunidos por millares en una vía rápida del rico barrio de Altamira corean repetidamente "¡Libertad!", frente a grandes telones y pantallas gigantes, al tiempo que disfrutan un espectáculo pirotécnico y bailan sin parar.

En el escenario, desde el cual hablan siete mujeres en representación de los diversos sectores de la oposición -empresarios, trabajadores, ONG, partidos-, un gran telón anuncia que 2003 es "el año de la libertad". A la izquierda, un letrero espectacular es descubierto apenas iniciado el año para anunciar que faltan 32 días para el referéndum. El presidente, por supuesto, ha rechazado que tal ejercicio sea vinculatorio y su propia realización está en veremos.

El trancazo de Año Nuevo es colorido como todas las marchas y cacerolazos que colmaron el 2002. Miles de banderas, gorros, camisetas y pañuelos con los colores nacionales -amarillo, azul y rojo-, visten la fiesta-protesta.

En las pantallas desfilan las escenas de las marchas del año que se fue. La multitud corea "¡asesino!" cuando aparecen las imágenes del 7 de diciembre pasado, día en que fueron asesinadas tres personas. Al minuto de silencio por las víctimas -que se sumaron a las 19 previas al golpe de Estado de abril de 2002- siguen los gritos de "¡Ni un muerto más!" y de "¡Ni un paso atrás!"

La ovación que reciben un par de militares que, uniformados, saludan desde lo alto, sólo es superada por la que la multitud prodiga a la oradora que representa a los trabajadores en paro de Petróleos de Venezuela (PDVSA), empresa cuyo presente y destino se han convertido en el eje del conflicto.

Las oradoras hacen arengas mitineras, sin mensaje político de fondo y cargadas de adjetivos contra el gobierno "autoritario, inepto" del "tirano de Miraflores". En el afán de romper los "estereotipos" de la prensa extranjera -los opositores acusan hasta a la CNN de estar vendida al chavismo-, una de las oradoras, mujer negra, se presenta como una venezolana "pobre" que no tiene ni luz en su casa y que no puede dejar a sus hijos otra riqueza que "la dignidad".

Las oradoras concluyen. Desde el gigantesco escenario principal se da paso a los cantos que a lo largo de los meses han aportado las cadenas televisoras, en su papel de activas opositoras (los "verdaderos partidos políticos", dicen los chavistas). Las banderas y los brazos se balancean sobre las cabezas, como en un concierto de pop. Imagine el lector una tonadilla ramplona con esta letra: "Y decimos no a la violencia/ y decimos sí a la esperanza/ y decimos sí a la humanidad/ Es un canto por la vida". Haga de cuenta, lector, Operación Triunfo y La Academia juntas en la arena política.

Y luego, la fiesta, que en eso se las gastan bien los venezolanos a quienes el presidente Chávez llama "traidores a la patria". Aquí se demuestra que, en todo caso, lo traidor no quita lo bailador, ni la escasez de gasolina la chance de conseguir la sidra o la champaña para brindar por el nuevo año que los opositores llaman de la libertad y los chavistas de la verdadera nacionalización del petróleo.

Truenan los cohetones en todos lo rumbos de la noche de Caracas. Y el baile no para. Una protesta chévere, dicen aquí. La vista no alcanza a cubrir la larga fiesta. Sí, en el arranque del año, el antichavismo se pone chévere.

Un "proceso divino"

Anuncio del gobierno en la televisora estatal: "Ya prohibieron la Navidad y al Niño Jesús. Y ahora los ejecutivos que gobernaron PDVSA prohíben a las familias las 12 uvas". La réplica opositora gana en buena manufactura y número de anuncios, repetidos hasta el hartazgo en los cuatro canales privados: "Ya tuviste tu oportunidad y la perdiste. Ahora, los mismos que te elegimos te pedimos elecciones ya". Otro: "Señor presidente, sea valiente, vamos a contarnos, contarnos es la salida". En el campamento chavista, frente a una de las sedes de PDVSA, saben bien de la desventaja. "Es un paro mediático", dice Reyna Pereira, maestra de escuela, una de los 400 chavistas reunidos para recibir el Año Nuevo. Icono de los círculos bolivarianos, mujer tan ridiculizada como temida por los opositores, la lideresa Lina Ron no ve venir un mal año: "El 2003 encuentra un presidente en victoria. Creyeron que podían vencerlo y no pudieron. Este es un proceso divino".

Rodeada de sus protectores y colaboradores, felicitada a cada paso por otras mujeres, Ron sostiene que los chavistas no irán a un referéndum con las reglas de los opositores: "¡Nada bajo la metódica de la contrarrevolución!"

Lina Ron es una ametralladora de frases en defensa de Chávez. Rechaza, por ejemplo, que la oposición se haya impuesto al oficialismo en las calles. "Cuando el pueblo baje de los cerros ya verán."

"Háganse rebeldes"

Noche de cacerolazo en las inmediaciones del Fuerte Tiuna, la principal sede militar de la capital venezolana. Los opositores llevan un mes con el ritual. Se juntan en un parque y marchan por el barrio armados de silbatos, cacerolas, cucharas y banderas.

En número de 400, en un barrio de unos cinco mil habitantes, la clase media de Cumbres de Curumuco, los vecinos llegan a una de las puertas de la instalación militar a golpe de cacerola y silbatazo limpio. Se hace un silencio. Cinco segundos apenas. Y luego las cacerolas suenan más fuerte.

Sombras apenas, cuatro o cinco soldados observan a distancia.

Yolanda de Anderson, presidenta de la asociación de vecinos, arenga a los militares: "¡Reaccionen, soldados, ustedes son del pueblo. ¡Soldados, háganse rebeldes, sientan lo que está sintiendo el pueblo!" La señora pide hablar con el general de guardia y luego avanza hacia el portón. El gesto de uno de los soldados no deja lugar a la discusión. Su brazo se estira enérgico y señala los conos de plástico colocados a unos 20 pasos del portón, y que son la línea que los manifestantes no deben traspasar. También grita. No se escucha lo que dice, pero su gesto basta. La vecina vuelve sobre sus pasos. Más tarde, Yolanda, ama de casa, dirá que nunca había hecho más que gestiones simples para su barrio. Hasta que llegó el antichavismo.

Acostumbrados al ejército

Tras el cacerolazo, en la sala de un departamento del barrio, toma la palabra Iván Olayzola, militante de toda la vida de Acción Democrática, uno de los partidos tradicionales de Venezuela y ex rector universitario. Su análisis de opositor camina rumbo al baño de sangre. -¿La única salida?

-No -responde Iván-, hay una previa: el ejército está obligado a intervenir porque Chávez no está gobernando.

Muchos opositores no ven contradicción alguna entre presentarse como los demócratas que combaten al "tirano" y clamar por la intervención de los militares. Es algo tal vez muy arraigado en el alma política venezolana. El periodista inglés Richard Gott cita al respecto: "Los venezolanos están tan acostumbrados a hacer del ejército el árbitro de sus luchas políticas, que en cualquier momento los grupos más variados, con los objetivos más disímiles, intentan involucrar al ejército en nuevas aventuras". ¿Lo escribió un corresponsal extranjero armado de estereotipos, como acusa aquí la oposición? No, la frase es de 1970 y su autor fue nada menos que Rafael Caldera, alguna vez presidente de la República de Venezuela. O la otra salida, que ya dibuja en resumen porque la comparten sectores de la oposición. Armando Durán, columnista del diario El Nacional: "En esta guerra la única alternativa disponible para no ser aplastados por la maquinaria del Estado es rompiéndole los esquemas a Chávez. Enfrentarlo de una vez por todas. Si es preciso, a las mismas puertas de Miraflores. Y al precio que sea preciso pagar".

Así fue como los venezolanos se desearon un feliz 2003.

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