Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 30 de diciembre de 2002
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Economía

Armando Labra

Año que viene, Ƒal revés?

Apartir de ahora se pondrá de moda hacer pronósticos de la economía y usted amanecerá con todo tipo de especulaciones sobre lo que nos espera en el naciente 2003.

Muchos le engañarán. Le dirán que como la política es incierta, la economía padecerá las consecuencias. Que como el equilibrio dentro y entre las cámaras no permite avanzar en reformas imprescindibles, la perspectiva económica es desalentadora.

La verdad es otra, y más bien al revés, y no hay que ir demasiado lejos para entenderlo. Como todos sabemos, la política económica no ha cambiado en 20 años, mientras que, en efecto, sí ha habido cambios modestos, pero notables, en la política. De hecho, la política se ha dejado derrotar por la economía, y es por ello que ni la propia economía funciona, con el agravante de que atrofia a la política. Veamos por qué.

El hecho de que la economía se haya montado encima de la política y la doblegue no es nada nuevo, pero sus consecuencias son estragantes, sobre todo cuando la política económica es inmutable, insensible a los cambios de la realidad y cuando impone tal rigidez a la política.

Hay en este proceso de esclerosis económica y política un grave daño a cargo y en contra de la sociedad. El saldo es que en su inflexibilidad la economía no sólo somete a la política, sino que la desnaturaliza al despojarla de su principal virtud: la flexibilidad, el arte de lo posible. Al establecer la economía objetivos restringidos e irreales, encajona a la política, le quita la aptitud de encontrar las mejores soluciones con oportunidad y sentido social.

La economía es, por definición, una actividad eminentemente política en tanto concierne a las formas con que el ser humano organiza la producción, la distribución y el consumo con el fin de vivir mejor y en libertad. En tanto ciencia y como instrumento de política pública, la economía tiene como propósito sustantivo servir a la política política, no al revés. Nunca domeñarla.

Cuando funciona como instrumento de la política, la economía deja de ser una disciplina inmutable, porque debe ofrecer tantas opciones viables como vaya necesitando el avance político y social.

Si eso es así, entonces, Ƒqué nos pasa? Tenemos los conceptos de cabeza. Como es la economía la que predomina y domina a la política, con ello cierra las posibilidades de una política diferente a la de hace 20 años. No habrá, pues, alternancia y cambio ni democracia si no restauramos a la política como prioridad suprema que oriente y utilice a la economía para servir a la sociedad.

No sólo padecemos que la economía cabalgue sobre la política y la sociedad, sino que la política económica alimente su rigidez de instrucciones que han fracasado en todo el mundo y además aquí aplicamos extemporáneamente, con resultados lamentables. ƑNo me cree? Bueno, llevamos 20 años de lo que comento y en ese lapso la economía arroja tasas anuales promedio de 2 por ciento. Y 2002 cerrará en casi uno por ciento y puedo apostarle que en 2003 no llegaremos al 3 por ciento prometido. Antes de 1982 se creció, durante décadas, 6 por ciento.

Le propongo como propósito de Año Nuevo tener en mente que si los procesos electorales de 2003, como es previsible, son desangelados, marcados por el abstencionismo; que si perdura el balance de fuerzas en las cámaras, sólo que con menor legitimidad porque pocos mexicanos acudirán a la urnas, unos por decepción, otros por hartazgo, lo más por indiferencia; que si permanecen en la imaginaria las reformas que dice el Ejecutivo que necesita para gobernar (la mayoría nadie las conoce); que si entramos en un trance tan indeseable como insólito que nos aleje de la democracia, recuerde siempre que será la economía la culpable, no la política ni los políticos, sino los tecnócratas que manipulan la política económica.

De ellos la culpa, mas de todos nosotros será la responsabilidad. Pero tenemos con qué asumirla y para bien. En 2003 y en adelante tenemos que y podemos hacer todo para restaurar la política y regresar a la economía a dar el servicio que nunca debió dejar. Ello no significa añorar ni retornar al pasado, sino dejar de ir en reversa, pensar en el porvenir con la determinación que exige la urgencia por dejar de dar golpes de ciego y colocarnos en la dirección correcta hacia una sociedad servida por sus políticos y sus economistas y no como hoy y desde hace demasiado tiempo nos sucede, exactamente al revés.

Dejemos el año que se va y emprendamos el que viene, al menos, con claridad en lo que acontece, enfoquemos a la economía, no tanto a la política, que será la mejor manera de dejar de caminar en círculos y de que nos engañen.

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