Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 16 de diciembre de 2002
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Cultura

La escritora Josefina Estrada ganó un concurso por sus crónicas del Semefo

''Pensaba que la fetidez tenía un límite''

Contrario a lo que se piensa, los empleados aún tienen la capacidad de conmoverse, dice

RENATO RAVELO

Al principio, explica Josefina Estrada, ''mi cerebro se negaba a codificar lo que estaba viendo; mi ansia de ver para describir los cuerpos en el Servicio Médico Forense me ponía una barrera, pero terminé por entender cómo la muerte deja huella, y al constatar de qué estamos hechos dudo incluso de dar una cachetada". Estrada ganó con sus crónicas del anfiteatro el concurso del género al que convocó el gobierno capitalino, y en breve circularán con el título Señas particulares.

Para Estrada, al principio ''era tan pútrido el olor que casi no podía registrar lo que veía ni escuchaba. Mi sangre fría actuaba a las mil maravillas; tanto, que me cancelaba el entindemiento''.

Desde que salió la convocatoria para el concurso, Josefina Estrada (DF, 1957) se interesó en participar. Pensaba en algo que pudiera servir de hilo conductor para acercarse a esta ciudad. Pensó en cronicar cuatro mercados que contrastaran entre sí, hasta que por una conversación con una alumna descubrió que le interesaba algo así como recorrer la ciudad en ambulancia o en helicóptero. Finalmente se puso en contacto con José Ramón Fernández, director del Servicio Médico Forense, y comenzó su investigación en esos día tristes en que se jugaba el Mundial de futbol en Japón.

De hecho, el desvelo y la decepción por el papel de la selección nacional sirven como telón de fondo para el trabajo, presentado de manera cronológica como un relato de las viscisitudes que sorteó la escritora para acercarse a ese fenómeno de la muerte violenta en la ciudad.

Revelador es desde el principio el dicho de Pedro Estrada, de Servicios Periciales, quien empieza por desmentir el sentir general: "los homicidios que son producto de la violencia y la delincuencia en el Distrito Federal son un porcentaje mínimo. Si diariamente atendemos de 15 a 20 muertes repentinas, dos de ellas son homicidio doloso'', y agrega: ''los casos en los cuales la víctima no conocía al victimario son mínimos''.

Para Estrada, las dos primeras semanas fueron difíciles. Lo que empezó como una curiosidad periodística la fue involucrando de manera brusca con un tema del que estaba alejada; "llegué a pensar: 'esto no lo digiero'''.

Finalmente logra que el propio Pedro Estrada, quien al principio de la entrevista le cierra todas las puertas, le niega fotos, ''me permite quedarme de guardia, porque entendió que en mi mirada de la muerte había aparecido ese respeto y serenidad que se requiere en el trabajo. Fue un mes y medio de visitas al Semefo".

Como escritora, Josefina Estrada se quedó con muchas preguntas sobre el cuerpo humano''a partir de lo que vi, por ejemplo cómo es un hígado cirrótico, o la dureza del cráneo, que es como un tepalcate; o de observar restos de cerebro, verdes como aguacate, o una masa blancuzca como atole. Yo pensaba que la putrefacción de la carne tenía un límite, un olor, pero descubrí que la fetidez ensordece".

Al ver de qué estamos hechos, explica Josefina Estrada, "en condiciones extremas como son las muertes violentas, un nuevo respeto por el cuerpo humano me surgió y me pregunto si podré ser capaz de dar de nuevo una cachetada. Vi fotos y casos de todo: ancianos, mujeres, jóvenes. Hubo solamente un caso que no quise ver, que era el de un niño muerto a golpes, hijo de una prostituta. Descubrí que pese a lo que se piensa la gente de Semefo se sigue conmoviendo, porque el cuerpo deja huellas. Si uno muere ahorcado, por más que se quiera disfrazar, no se pueden cambiar las razones de la muerte: los cirróticos mueren amarillos, los asfixiados negros, los de gas color rojo escarlata. Lo que ellos hacen solamente es leer el cuerpo".

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