Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 16 de diciembre de 2002
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Política

Carlos Fazio/ I

Acerca del imperialismo

Las tesis desarrolladas por Michael Hardt y Antonio Negri en Imperio (Editorial Paidós, 2002) sostienen, básicamente, que vivimos una época de imperio sin imperialismo, el Estado-nación ha sido derrotado y las grandes compañías multinacionales gobiernan la tierra. Según estos dos reconocidos intelectuales europeos, "la decadencia del Estado-nación (...) es un proceso estructural e irreversible".

En sentido contrario, autores como James Petras, Atilio Borón y John Saxe-Fernández reafirman la validez de la noción imperialismo para definir la actual fase del capitalismo. Más allá de las inocultables transformaciones experimentadas en el sistema imperial de dominación en el último cuarto del siglo xx, sostienen que el imperialismo conserva su identidad y su estructura y sigue desempeñando su función histórica en la lógica de la acumulación mundial del capital. Afirman que la etapa está signada, con mayor contundencia hoy que en el pasado, por la concentración del capital, el abrumador predominio de los monopolios, el acrecentado papel del capital financiero, la exportación de capitales y el reparto del mundo en distintas "esferas de influencia". Sigue existiendo un centro y una periferia capitalista; naciones imperiales y pueblos y naciones oprimidos.

No es una discusión baladí. Quienes luchan por la construcción del socialismo parten de la idea de que es necesario generar participación y poder popular en el interior del Estado-nación. Es decir, se requiere de movimientos sociales y políticos con visión de poder, capaces de construir un poder dual. Sólo un pueblo consciente, organizado y movilizado será capaz de transformar las viejas estructuras oligárquicas y, a partir de una práctica social autogestionaria, construir un Estado democrático y popular.

Pero para definir qué hacer, conviene saber de qué estamos hablando: Ƒimperio o imperialismo? El vocablo imperialismo es de aparición tardía. Todo indica que surgió en Francia durante la Monarquía de Julio para designar a los partidarios del bonapartismo, es decir, a un tipo de régimen político imperial. El Larousse du XXe. siécle, publicado en 1931, define así el término imperialismo: "Opinión favorable al régimen imperial. // Doctrina política dirigida a estrechar los lazos que unen Inglaterra a sus colonias, y a la expansión del poder británico. // Doctrina acerca de la expansión territorial de un Estado o de su supremacía sobre los demás". A su vez, el diccionario Compact Océano (Barcelona, 1998) define al imperialismo como la "política nacional expansionista y de dominio económico".

En rigor el vocablo fue empleado a partir de 1870 para designar los lazos de Gran Bretaña con sus colonias. Fue utilizado por los liberales, guiados por Gladstone, como una consigna contra la política colonial fastuosa, militarista y patriotera de Disraeli. A finales del siglo xix, imperialismo designaba la política expansionista y colonial británica. Luego, el pensamiento socialista asimiló el término a la lucha por la conquista de mercados y de esferas de inversión de capitales de las grandes potencias occidentales. Lenin estableció la ecuación entre imperialismo y capitalismo, en la fase de los monopolios. En la fase competitiva del capitalismo, el proteccionismo tendió a generalizarse y engendró una tendencia expansionista que se expresó en una política de conquistas y anexiones imperialistas.

En La economía mundial y el imperialismo (1928), Nicolái Bujarin escribió: "La expansión del territorio económico libra a los cárteles nacionales regiones agrarias y, en consecuencia, mercados de materias primas; aumenta las salidas y la esfera de inversión de capital; la política aduanera permite aplastar a la competencia extranjera, obtener plusvalía y poner en movimiento el ariete del dumping. La totalidad del sistema contribuye a aumentar la tasa de beneficio de los monopolios. Es, precisamente, esta política del capital financiero, el imperialismo".

Desde 1920 algunos historiadores no marxistas, como Hobson, utilizaron el vocablo imperialismo para nombrar la expansión y la colonización de territorios, con el fin de obtener el control de esferas de inversión en el exterior para banqueros e industriales metropolitanos. En los años 50 del siglo xx, una corriente del pensamiento neomarxista latinoamericano desarrolló la teoría de la dependencia y estableció un nexo entre imperialismo y subdesarrollo. Grosso modo, la teoría de la dependencia señala que la creación, la reproducción y el desarrollo de una relación estructural de interdependencia asimétrica entre el centro y la periferia, en el marco del sistema capitalista mundial, tienen como consecuencia el subdesarrollo y la explotación de la periferia por el centro.

Todo eso combinado con expansión de mercados, exportación de capitales, préstamos condicionados como forma encubierta de explotación, el saqueo de materias primas, una división internacional del trabajo de índole vertical, la obtención de mano de obra barata, el reparto del mundo en "zonas de influencia", militarismo, guerras y el papel de las oligarquías locales en las áreas de la periferia.

Muchos de esos elementos -si no la totalidad- están presentes en la actual coyuntura histórica y se proyectan de manera amenazadora sobre México y América Latina vía el Plan Puebla-Panamá, el Plan Colombia y el ALCA, proyectos, todos, imperialistas y anexionistas. Seguiremos sobre el tema.

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