Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 15 de diciembre de 2002
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Cultura
Ofreció sublime concierto en el Teatro de la Ciudad

Cierra Laurie Anderson un esplendoroso año musical

Tiene en su primera presentación en México a un público conocedor de los significados de sus composiciones

PABLO ESPINOSA

El año musical 2002 culmina esta noche en el Teatro de la Ciudad con el último de los tres conciertos de Laurie Anderson, quien la noche del viernes, con el primero de esta tríada, completó un paisaje cultural que a lo largo de los meses recientes fue conformando un vasto sistema de vasos comunicantes.

La velada del viernes congregó en el recinto de Donceles a una selecta multitud, evidentemente cierta de los significados, implicaciones y entramado intelectual que tal acontecimiento revestía.

Un público culto, enterado, pensante, ajeno al fenómeno mediático en que han querido convertir el arte de la música tanto productores como medios de comunicación, cada vez más estupidizados con un proceso de trivialización y consumo que pareciera inevitable y fatal de no existir artistas como Laurie Anderson, Terry Riley, Peter Gabriel, por mencionar los tres creadores que en fechas recientes han hecho sonar su música en recintos mexicanos y cuyos principios estéticos conforman tal sistema de vasos comunicantes mencionado dos párrafos arriba.

Tal entramado puede extenderse, mediante un procedimiento de análisis sencillo, muchos más meses atrás, cuando David Bowie culminó su presentación mexicana con un encore histórico: O Superman (for Massenet), y que es una de las partituras que dieron celebridad mundial a Laurie Anderson. Tal versión de Bowie constituyó un anticipo de los conciertos de Anderson. En perspectiva tal se ubica igualmente la pieza Excellent Birds, creada por Laurie al alimón con Peter Gabriel, quien luego de su relación amorosa con Laurie no solamente dejó el grupo Génesis, sino que tomó el sendero de creación sonora que lo ubica hoy en día como uno de los artífices del nuevo pensamiento musical genuinamente creativo. La red de conexiones sigue con William Bourroughs, con quien Laurie escribió muchas canciones y quien es compañero de viaje de otros visitantes distinguidos: Lawrence Ferlinghetti y Jourgen Dash. El sistema de vasos comunicantes culmina con Lou Reed, esposo de Laurie, cocreadores de piezas también celebérrimas, como In our sleep, y receptores/difusores a su vez de todo este movimiento cultural que nació con Andy Warhol y la escuela minimalista de Terry Riley, Philip Glass y Lamonte Young.

La noche del viernes tales connotaciones catedralicias retumbaron en dos horas de creación sonora en estado alquímicamente puro. Inició con la clásica composición de Laurie Anderson de bello título también: StrangeAngels y culminó con un encore ubicado en lo más alto de la concentración creativa. Todo el recital puede condensarse como una expresión sublime de la belleza en la más perfecta de sus formas: la inteligencia.

En el programa de mano, la propia Laurie anota de manera exacta los principios y fines de este concierto que preparó especialmente para presentarse por primera vez en México. Al terminar el recital, las certezas y las convicciones en el público (rostros iluminados, caras recién bañadas por la belleza) eran una euforia de privilegios, elevaciones, aplausos como homenaje y retroalimentación del genio creativo. La nueva banda de Laurie Anderson, que ella define de manera exacta como un conjunto de compositores, puso viejas y nuevas composiciones en ese estado de gracia que caracteriza los conciertos únicos e irrepetibles, en esa epifanía resultante del placer y del pensamiento unidos, en suma en ese nivel de perfección, armonía, conjunción de ideas y salmos laicos que recibe, como un soplo divino, el calificativo más alto: lo sublime.

El primer recital de Laurie Anderson en México incluyó también uno de sus placeres mayores: esa piedra de toque de la cultura occidental que consiste en el acto simple y noble de contar historias (to tell stories, racconter des histoires) divertidas y serenas, irónicas y didácticas a la manera de las historias zen. Y también sonaron Big Science, Poisson, una versión abreviada y renovada de The ugly with the jewels, todo en un estado de irrealidad real, de duermevela hiperconsciente, en una euforia de belleza, expresada en la más perfecta de sus formas: la inteligencia, la inteligencia como la más bella de las artes.

Esta noche (18:30 horas) ofrece Laurie Anderson su último recital en el Teatro de la Ciudad de México. Es el cierre magnífico e idóneo a un año musical esplendoroso. Para fortuna de la inteligencia, la moda del consumo y la estulticia aún no pueden derrotar a la belleza, es decir, a la inteligencia. Lo que equivale a decir que todo se ha jodido, menos el amor.

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