Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 14 de diciembre de 2002
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Espectáculos

Leonardo García Tsao

La memoria viva

Si bien la Cineteca Nacional ha insistido en su política inexplicable de exhibir películas estrenadas simultáneamente en la cartelera (y que no necesitan esa promoción), también es cierto que algunos títulos propios de dicha institución han alcanzado exhibición comercial, por limitada que ésta sea. Tal es el caso de Sobibor, el documental de Claude Lanzmann, incluido hace poco en el Foro de la Cineteca y estrenado en un par de salas. (Otro título refuta la habitual mediocridad de la cartelera decembrina, Aro Tolbukhin, en la mente del asesino, recientemente programada en la muestra, es la contraparte de Sobibor: un falso documental recreado con tal habilidad que no son pocos quienes se han ido con la finta y suponen es un caso auténtico).

Como se sabe, Lanzmann es autor de Shoah (1985), el documental de nueve horas dedicado a reunir los testimonios de varios sobrevivientes del Holocausto judío. Uno de los contados episodios de resistencia, ocurrido en el campo de concentración polaco de Sobibor, le pareció tan importante al realizador que decidió dedicarle una película aparte. Según expone Lanzmann en el largo prólogo del inicio de Sobibor, el principal obstáculo del pueblo judío para oponerse al exterminio nazi fue producto de un atavismo sicológico de sentirse perseguido y exiliado a lo largo de la historia.

El cineasta cita los casos de sublevación en el guetto de Varsovia y los campos de Birkenau, Treblinka y Sobibor para ilustrar que no siempre fue así. El del último fue la única revuelta exitosa, pues culminó con el escape de todos los cautivos y la consecuente clausura del campo. Un factor fue, quizá, determinante: un gran número de ellos eran prisioneros de guerra soviéticos de raza judía, con un mayor conocimiento de la acción estratégica y el manejo de las armas.

Lanzmann utiliza el mismo método de Shoah: se basa en testimonios orales mientras muestra el estado actual de los lugares donde ocurrió la acción, sin recurrir nunca a pietaje pretérito. Pero en este caso hay un solo testigo, Yehuda Lerner, quien era un adolescente cuando fue deportado de Varsovia. A lo largo de seis meses, Lerner se escapó de ocho campos de exterminio; logró evitar la habitual ejecución punitiva (él lo atribuye a su "buena estrella") y ser llevado a Sobibor, donde se unió a una fuerza de trabajo temporal. En el campo todos sabían que su destino final era ser conducidos a la cámara de gases y luego incinerados. Esa certeza de la muerte motivó la operación organizada por unos cuantos hombres, encabezados por el oficial ruso Alexander Petcherski. (El título original, en francés, alude al día y la hora exactas en que comenzó la revuelta).

Llegado el momento de describir el hecho en sí, Lanzmann se concentra en el expresivo rostro de Lerner, quien revela grandes dotes de narrador para explicar su participación en la eliminación de los guardias alemanes. Uno que no habla hebreo debe esperar la versión traducida por la intérprete; sin embargo, esa espera permite prestar atención a los emocionados gestos del relator y comprobar que casi vuelve innecesaria la traducción. (Curiosamente, el telefilme británico Escape de Sobibor, dirigida por Jack Gold en 1987, recreaba los mismos hechos pero no conseguía suscitar la misma emoción y suspenso del simple testimonio de Lerner).

La importancia de Sobibor no es tanto cinematográfica, pues Lanzmann elige intencionalmente un estilo parco y directo. Su valor primordial es el de preservar la palabra viva, más efectiva para mantener el recuerdo que los museos y monumentos, como aclara en el prólogo. A diferencia de otros documentales sobre el tema, la película rebasa el recuento de atrocidades mostrando una postura diferente: la de rechazar la condición de víctima y victimar a sus verdugos. Lerner incluso palidece cuando cuenta esa transformación. Lanzmann se lo hace notar, y él contesta que es porque ha revivido el momento cuando dejó de sentirse subhumano.

Cuando ahora suenan los tambores de guerra y los encabezados nos anuncian que los impulsos genocidas están lejos de ser una cosa del pasado, el testimonio de documentales como Sobibor reviste más urgencia que nunca.

SOBIBOR

(Sobibor, 14 octobre 1943, 16 heures) D y G: Claude Lanzmann/ F. en C: Caroline Champetier (2001), Dominique Chapuis (1979)/ Ed: Chantal Hymans, Sabine Mamou/ P: Why Not Productions, Les Films Aleph, France 2 Cinéma Production. Francia, 2001.

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