La carrera México-Nueva York de los migrantes

En busca del milagro

Alberto NAJAR/BROWNSVILLE, TEXAS. DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2002

¿Qué queda cuando fallan los amigous? Lejana la posibilidad de un pacto migratorio con Estados Unidos, pese al relanzado optimismo oficial, los mexicanos que residen sin documentos en el vecino país multiplican iniciativas en pro de la legalización. Esta semana, la carrera Antorcha Guadalupana dejó México y algunos de sus relevos ?los que sí tenían documentos? atravesaron la garita fronteriza. Sigue un largo recorrido que tendrá una de sus paradas más importantes en Washington DC. El 12 de diciembre, la carrera arribará a Nueva York, donde en esa fecha se conmemora el Mexican American Workers Day. ¿En dónde estará para entonces el inalcanzable acuerdo migratorio? Lo más seguro es que las cámaras apunten hacia Irak. Y que los 4 millones de compatriotas sin papeles necesiten más que nunca a la Morenita del Tepeyac
 
 
E l griterío los puso en alerta

Estaban sobre aviso, pero de todos modos los agentes de la aduana y el servicio de inmigración estadunidenses colocaron, todos, la mano derecha sobre sus pistolas. Nerviosos, se paseaban de un lado a otro de la garita, solitaria a esas horas de la noche. A las 22:15 apareció sobre el puente internacional la multitud que venía de la plaza central de Matamoros, con la antorcha encendida y las imágenes de la Virgen de Guadalupe y san Juan Diego al frente. 

Inútiles los llamados al orden: los más de 200 poblanos y tamaulipecos que participaban en la procesión siguieron de largo, hasta que los gritos desesperados de los policías estadunidenses los obligaron a detenerse. 

Entonces regresaron las consignas. "¡Qué rompe la fe: fronteras! ¡Pueblo migrante, María está contigo!" Los guardias permanecieron en silencio, las manos más apretadas sobre las pistolas. Algunos creyeron que iban a poder cruzar sin documentos al menos hasta la catedral de esta ciudad, pero se equivocaron. De la multitud que llegó hasta la garita (legalmente territorio estadunidense) sólo unos cuantos pudieron continuar. El resto se quedó atrás, las caras apretadas contra el cristal de la oficina de migración, mientras las imágenes y la antorcha encendida cruzaban la frontera. 

Ni modo. Esta vez, para ellos el milagro no fue posible. 

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Día 9 de la Carrera de la Antorcha Guadalupana México-Nueva York, el último en territorio nacional, 24 horas después de que los republicanos se hicieron del control del Congreso en Estados Unidos. 

El resultado parece ser agradable a los ojos de la cancillería mexicana, e incluso el subsecretario para América del Norte, Enrique Berruga, afirma feliz que antes de seis meses habrá resultados positivos para México en la negociación de un acuerdo migratorio. "El ala republicana siempre ha tenido una preferencia más marcada hacia el capítulo de los trabajadores huéspedes", dice en Los Pinos. 

El optimismo gubernamental suena ofensivo en Matamoros, última escala en territorio nacional de la Antorcha Guadalupana cuyo objetivo choca con la limitada agenda que traza el funcionario foxista: para los corredores se trata de conseguir residencia permanente para los 4 millones de mexicanos indocumentados que viven en Estados Unidos. 

Los discursos de despedida en la catedral de Matamoros también contrastan con la limitada atención que el gobierno mexicano ?¿quién dijo algo de los muertos de Iowa?? ha dado a otro tema espinoso: "Hasta aquí los venimos a dejar, donde muchos de nuestros hermanos han muerto", subraya Carlos Jiménez Romero, de San Juan Tianguismanalco, Puebla. "¿Hasta cuándo vamos a dejar de ver cómo mueren por buscar el trabajo que los gobernantes de nuestro país no nos procuran?" 

El sacerdote Roberto Ramírez apela al otro gobierno involucrado: 

"Esperamos que Estados Unidos, que es un país cristiano en sus raíces y que se ha colocado a la sombra de Dios, entienda que es necesario actuar no sólo por razones políticas, sino con hermandad y fraternidad". 

Y la Asociación Tepeyac, organizadora de la carrera, no se queda atrás. "Hoy nuestra peregrinación es hacia el norte", señala en su pronunciamiento leído en la plaza central de Matamoros, "pero tenemos la esperanza de que un día vendremos hacia el sur, por primera vez, al menos los 4 millones de mexicanos que ahora estamos sin papeles, para darle gracias a la Virgen de Guadalupe en su santuario, porque nos han concedido la residencia permanente y por primera vez volveremos, en avión, a Estados Unidos". 

Es claro. ¿Acuerdo migratorio? Sería un milagro. 
 

Día 8. Sol, por fin

Hace más de una semana que la carrera salió de la ciudad de México y la mayor parte del camino hubo lluvia. 

Cerca de San Fernando, la última escala antes de la frontera, una franja de cielo azul destaca sobre el horizonte, la capa de nubes grises como techo. 

Los corredores que llegaron de Puebla disfrutan de unas horas de sol. Ya era hora, apunta Gelacio Vargas, coordinador de la carrera en México; "fue mucha agua la que nos cayó". 

Y sí. Las huellas del frente frío número 10 que azotó el sur de Tamaulipas aparecen por todas partes. Varios tramos de la carretera siguen bajo el agua, mientras que a los lados abundan los sembradíos completamente anegados. 

El fenómeno meteorológico dejó 5 mil personas damnificadas y daños materiales por más de 100 millones de pesos. Y pese al sol, la emergencia sigue, como en Tampico donde se preparaba la evacuación de varias colonias ante el riesgo de que el río Pánuco se desbordase.

En Soto la Marina, el poblado donde los corredores durmieron la noche anterior, la alerta no se va. Incluso, la gente recomienda a sus familiares mantenerse lejos de la zona. Definitivamente ha sido mucha el agua sobre la carrera. 

Por eso el calorcito del mediodía cae bien a Gelacio y a sus compañeros de la Asociación Tepeyac, aunque a los corredores el sol no les parece muy grato. Como ha sido a lo largo de toda la carrera, cada uno de ellos recorre entre 100 y 200 metros con la antorcha y luego la entrega a otro que repite el procedimiento. 

Pero ni los relevos evitan el cansancio, y al llegar a San Fernando, algunos, sobre todo las mujeres, están exhaustos. Nadie los culpa: además de los 124 kilómetros recorridos, la noche anterior tuvieron que dormir en las bancas de la iglesia de Soto la Marina porque fue lo único que pudo conseguir el párroco Ignacio Garza García. "Somos muy pobres", justificó. 

Gelacio no cree en la excusa del sacerdote. "Otros lugares tampoco tienen dinero y siempre hubo forma de acomodar a los muchachos", se queja. "Lo que pasa es que no se movió". 

Pero el cura no parece darse por enterado, al contrario: al llegar a San Fernando prolonga una hora más la carrera por visitar el pueblo, el reclusorio incluido. La razón la expone más tarde. "Ojalá que los presos reciban consuelo, se arrepientan y se hagan buenos". 
 

Día 7. Más cerca

Literalmente, se cayó el cielo. 

A las siete y media de la mañana las ráfagas de viento que avanzan a 80 kilómetros por hora interrumpen la misa con la que se despide a los corredores y a la antorcha. 

Es una lluvia furiosa que sacude los árboles de la plaza principal, derriba lámparas y rompe algunos vidrios. El río Tigre, que cruza la cabecera municipal de Aldama, se desborda e inunda un barrio entero. Las clases se suspenden, el fluido eléctrico se interrumpe. No hay servicio telefónico. 

La tromba asusta a los aldamenses. "Nunca había llovido así por esta zona", confiesa el sacerdote Juan Manuel Lira Rodríguez, quien junto a los corredores espera dentro de la parroquia de la Madre del Divino Pastor a que amaine el aguacero. 

La lluvia se calma hasta las nueve de la mañana. Con una hora de retraso, la carrera se reinicia de la forma habitual. Las patrullas de la policía municipal con la sirena abierta y las camionetas de la Asociación Tepeyac con el claxon desatado marcan el paso. 

Es el turno de la diócesis de Tlapa, Guerrero, de donde llegaron 43 personas encabezadas por cuatro sacerdotes. "Casi todos tienen familia en Estados Unidos", explica el padre Lorenzo Cuéllar Vázquez, de la parroquia de San Francisco de Asís. "La migración es algo normal en la montaña, pero el precio que se paga es muy alto. Muchos se han perdido en el cruce, otros han muerto en accidentes, los mataron o los abandonó el pollero en el desierto". 

-¿Y usted cree que esta carrera servirá para frenar eso? 

-La Iglesia trata de encontrar caminos para apoyar a los migrantes, y este evento es un motivo para que recupere su papel de promotora de los derechos humanos. Es alimentar la fe, la esperanza de un pueblo que trata de salir adelante. 

Al mediodía se suelta el frío, mientras el viento arrastra una cortina fina de lluvia que hace más difícil correr sobre la carretera. Los tlapenses cruzan los brazos o brincan para entrar en calor. Tiritan. 

Un chamaco tuvo suerte: encontró una caja de cartón con la que se protege del agua. En su rostro moreno sólo se distinguen los ojos grandes, asustados y abiertos como platos por el frío o la sorpresa de encontrarse sobre el puente que cruza un caudaloso río, que arrastra troncos, ramas y pedazos de lo que fue una choza. 

Pero los habitantes del ejido Zamorina no se amohínan por la lluvia, y esperan a los corredores bajo el techo de la parada del autobús, amontonados para darse calor. 

A las dos de la tarde, Noé Pablo Romano, de Coalac, cruza con la antorcha el Trópico de Cáncer. "Ya es más pa' allá que para acá", dice cuando se entera que está ya en otra latitud de la tierra. 
 

Día 6. La historia

Curioso. 

La Carrera de la Antorcha Guadalupana no surgió por iniciativa de mexicanos, sino del cardenal de Nueva York, Edward Egan. 

Fue el 12 de diciembre pasado cuando, tras encender las antorchas que partirían en procesión a los barrios latinos, hizo la oferta. "Nos dijo que ya habíamos impuesto una tradición con las carreras en la ciudad, y que por el 11 de septiembre era el momento de que la antorcha se encendiera en el Tepeyac", recuerda Gelacio Vargas, un oaxaqueño con 15 anos en Nueva York. "Esa vez fue nada más una idea, pero nos pidió que lo pensáramos" 

Y sí. Dos meses después, Joel Magallán le encargó la organización del evento. Lo pensó un mes. 

"Yo trabajaba como superintendente en un edificio y me iba muy bien porque en esa chamba te dan gas, hospedaje y luz gratis, pero al final acepté por el compromiso que adquirí de ayudar a fundar la asociación". 

Gelacio asegura que hasta ese momento "no creía 100% en la Virgen de Guadalupe", pero después de recorrer la ruta de la carrera, sin contactos, direcciones ni una idea de la forma en que podría organizar el evento, se convirtió en un devoto guadalupano. 

"Todo salió bien. A veces llegaba a una iglesia y me decían que no estaba el padre, y cuando ya me iba lo encontraba en la calle; otras llegaba barriéndome a la terminal de los camiones, justo cuando el autobús que debía tomar estaba por salir y ocupaba el único lugar". 

Hasta lo sacó de la cárcel: la víspera del último viaje a México para supervisar los detalles finales de la carrera fue detenido porque el seguro de su auto había expirado. "Me pasé una noche en la cárcel, pero al final se arregló todo. Fue una confusión de la aseguradora". 

Sonríe. "Y ya ves: hasta ahora la Virgen nos sigue ayudando". 

Tiene razón, al menos en la parte religiosa. 

Al llegar a Aldama, cientos de personas acompañaron a la comitiva y abarrotaron la iglesia en dos misas seguidas. Cerca de la medianoche decenas de aldamenses seguían todavía formados para tocar, besar y santiguarse con las imágenes de la Virgen y san Juan Diego. 

El párroco Lira cuenta que una señora le llamó todos los días durante un mes seguido para saber la hora "en que iba a llegar la Virgen". Cuando lo supo "lloraba de alegría". 

La anécdota deja una sensación extraña. En los siete días recientes fueron decenas las personas que, a lo largo de la carretera, esperaron la antorcha para encender veladoras o sólo tocarla y santiguarse enseguida. 

¿Será la creencia de que es el manto del Tepeyac el que recorre medio país? 
 

Día 5. El colegio del Subcomandante

El mundo es pequeño como una capilla. 

En mayo pasado los feligreses de la parroquia de Santa Clara de Asís se rebelaron contra el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, a quien demandaron, sin éxito, la remoción del párroco local. 

El ex banquero cerró la iglesia y amenazó con excomulgar a los inconformes, aunque al final las partes llegaron a un acuerdo. 

Meses después, Fidel Merino, vecino de Santa Clara y coordinador de un grupo de corredores guadalupanos, solicitó al obispo ayuda para participar en la Carrera de la Antorcha. Onésimo Cepeda ni siquiera contestó. 

"No nos ha perdonado", reconoce en Tampico. "Me las tuve que arreglar como pude". Resultado: de los 25 corredores que originalmente participarían, sólo nueve pudieron llegar. 

No hicieron falta. La mitad del camino que va de este puerto a Aldama fue recorrida por alumnos del Instituto Cultural Tampico (ICT), escuela jesuita que cobró fama porque allí habría estudiado Rafael Sebastián Guillén Vicente, a quien el gobierno de Ernesto Zedillo identificó como el subcomandante Marcos. 

Si el colegio albergó o no a un guerrillero es un misterio, pero al menos la Asociación Tepeyac destacó el hecho en sus comunicados. 

La llegada de la carrera coincidió con la celebración del Día de Muertos, y en el ICT el altar que se colocó fue en memoria de los migrantes que han fallecido en la frontera, especialmente los 17 mexicanos que perecieron en el atentado terrorista de las Torres Gemelas. 

El cariz político del gesto, empero, no logra sobreponerse al ambiente religioso que marca a la carrera, y que de hecho se mantuvo hasta la frontera. 

Y las circunstancias no parecieron ayudar mucho. En la jornada de Naranjos, Veracruz a Tampico, Tamaulipas, los corredores se encontraron con John, un predicador canadiense que pretende cruzar el continente en una vagoneta. 

John apareció en Tampico el Alto, donde hubo una pausa para comer, y de inmediato trató de unirse al contingente. En francés e inglés alegó que podía hacerlo, pues vestía de blanco y, además, era un devoto guadalupano. 

No lo dejaron.
 

Día 4. El equipo

Al pasar por cada pueblo, los agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP) que custodian la carrera encienden a todo lo que dan las sirenas de sus patrullas. 

Es su forma particular de contribuir a una causa que dicen compartir. Aunque no es todo. 

Uno de los uniformados viaja con su hijo de cinco años que, en un pequeño trecho del camino entre Poza Rica y Naranjos, también corre con la antorcha. 

Es el mismo policía que, aburrido tras varias horas de conducir a menos de 10 kilómetros por hora, conecta al altavoz de la patrulla música de banda, o que regaña con ese aparato a los conductores que rebasan a la comitiva. 

Los gestos hacen más llevadera la carrera para el equipo que la coordina, compuesto por Gelacio Vargas y cuatro estudiantes del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (Iteso). 

Viajan prácticamente sin presupuesto ?en la ciudad de México les dieron 600 dólares para gastos?, y por lo mismo, para alimentarse y descansar, dependen de lo que ofrecen las distintas parroquias y organizaciones que les apoyan en la carrera. 

También obtienen algunos pesos extra por la venta, a 30 pesos cada una, de litografías con la imagen de san Juan Diego, el papa Juan Pablo II y el nuevo santo, y san Judas Tadeo. 

"Nos ha ido bien con eso", afirma Sergio Castillo, quien presta su servicio social en las oficinas de la asociación, en Nueva York. "Ayer sacamos mil 200 pesos. Nos aguanta para llenar dos tanques de las camionetas" que, por cierto, se compraron con el dinero que aportaron los patrocinadores de la carrera. 

Pronto será más, pues al otro lado de la frontera las litografías costarán 10 dólares cada una. 
 

Día 3. Las curvas del camino

La niebla es tan espesa que el convoy, de por sí lento, virtualmente se detiene. 

Al salir de Huauchinango, una nube cubre completamente el camino. Lo único que se distingue es la torreta de la patrulla de la PFP, que también avanza despacito. 

En la zona montañosa de la Sierra Norte de Puebla, la carretera se excede en curvas que se agarran a las montañas. De por sí es un camino peligroso, y con niebla más. 

La niebla es el primer síntoma de lo que viene: el presagio del mal clima que perseguirá a los corredores durante toda la semana siguiente. 

No esta vez. Apenas la comitiva supera la última curva, sobre la región montañosa se abate una tormenta que provoca deslaves y cierra la carretera durante tres horas. 

A los corredores no les tocó ni una gota. Gelacio dice que es uno más de los pequeños milagros que le han ocurrido este año. 
 

Día 2. La pachanga

Los corredores de Tulancingo se llevaron una camioneta de tres toneladas a la que habilitaron una escalera para facilitar su abordaje. 

Pero después de cuatro horas de relevos con la antorcha, el aditamento sirve para la pachanga: quienes al subir al vehículo en movimiento trastabillan o de plano se caen, les toca como recompensa una pamba colectiva. 

La dosis se aplica a todos, hasta a los jóvenes del equipo organizador que abordan la camioneta para tomar fotos. 

El relajo es una muestra del ambiente que se vive en el segundo día de la carrera, lejos todavía las peripecias del mal clima y los 5 mil kilómetros que faltan por recorrer. 

Ayer, apenas al salir del Distrito Federal, la antorcha se rompió, y los corredores recorrieron la mayor parte del camino a Tulancingo con un estandarte de la guadalupana. 

Pero ni siquiera el incidente opacó el ambiente festivo. 
 

Día 1. El berrinche de Ana Gabriela

Los corredores de Oaxaca no dejan en paz a Ana Gabriela Guevara. 

En la Basílica de Guadalupe, a mitad de la misa donde el cardenal Norberto Rivera Carrera encendió y bendijo la antorcha que viajará a Nueva York, niños, adolescentes y hasta un par de ancianos le piden una y otra vez que les dé un autógrafo. 

Más tarde, en el atrio, la velocista comparte el asedio con Alex Lora, del Tri, quien se echa una rola para despedir la antorcha. 

"La Virgen de Guadalupe y san Juan Diego van a cruzar la frontera sin papeles", advierte Joel Magallán. "Vamos a ir a tocar las puertas de las ciudades para que nos den la residencia; queremos pedir al gobierno de Estados Unidos que nos conceda el derecho a la movilidad humana". 

Por fin, como a las 11 de la mañana, Luz María Mendoza, quien perdió a su esposo en el atentado a las Torres Gemelas, entrega a Ana Gabriela la antorcha guadalupana. 

Y empieza a correr, seguida por una nube de fotógrafos, camarógrafos y reporteros. 

No llegó muy lejos. En avenida Montevideo, a una calle de la Basílica, un par de fotógrafos se lían a golpes con los guardias del templo. 

Y a la siguiente calle, Ana Gabriela se detiene. "Tengo que tomar un avión", explica, y entrega la antorcha al primer relevo. 

No estuvo mal, justificó Gelacio la noche de ese primer día. Lo importante era que corriera la campeona. Aunque fueran sólo 800 metros. 
 


***



Es Brownsville, otra vez. 

Apenas al cruzar la garita, una nueva multitud se avalanza hacia la antorcha con gritos de júbilo y algunas porras. 

Visto desde fuera, los mexicanos que reciben a la carrera son igualitos a quienes la despidieron unos metros al sur, sólo que ellos sí tienen documentos que les permiten vivir en Estados Unidos. 

Son legales, pues. 

No son muchos, en realidad suman la mitad de los que acompañaron el recorrido en Matamoros. Pero hay diferencias. 

En los mil kilómetros anteriores ni un solo presidente municipal recibió a los participantes de la carrera. Y aquí fue la alcaldesa Blanca Vela la primera en cargar la antorcha. 

A las 11 de la mañana del jueves 7 de noviembre, los corredores de Brownsville emprendieron el camino. La siguiente escala será Raymondville, Texas. Y de ahí, el recorrido por el este de la Unión Americana será todavía más largo que el realizado en territorio mexicano. Una de las paradas más importantes ocurrirá en Washington, ahora más republicana que nunca, el 7 de diciembre. Y el 12 de ese mismo mes, Nueva York, al fin. Ese día, por disposición del gobierno de la ciudad, se conmemora el Mexican American Workers Day. 

¿En qué punto estará para entonces el inalcanzable acuerdo migratorio? Lo más seguro es que las cámaras apunten hacia Irak. Y que los 4 millones de compatriotas sin papeles necesiten más que nunca de la Morenita del Tepeyac. 
 
 

FOTOGRAFIAS:

SERGIO CASTILLO,  SALVADOR PEREZ Y  BRAULIO VARGAS

ARCHIVO DE LA ASOCIACION TEPEYAC