Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 7 de diciembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Editorial
VENEZUELA: GASOLINA AL FUEGO

Al día siguiente del fracaso del golpe de Estado contra el gobierno constitucional del presidente Hugo Chávez dijimos que comenzaba la preparación de otro, ya que ni la oligarquía venezolana, ni la burocracia sindical corrupta ligada a los partidos tradicionales ni quienes, desde el exterior, alientan y preparan la eliminación de Chávez, de su Constitución y de sus leyes sociales, están dispuestos a cejar en su intento por reconquistar el gobierno para afirmar su poder, que es muy grande, pero se tambalea. El hecho de que Hugo Chávez dependa fundamentalmente de lo que decidan los mandos militares -pues su apoyo popular es vasto pero está desorganizado y desarmado- facilitó y facilita la preparación de un segundo golpe.

El mismo se ha estado desarrollando por etapas. Primero, desde hace un mes que en la Plaza Francia de Caracas un grupo de militares y civiles desafían al gobierno y organizan su derrocamiento, tratando de incitar a los militares a la acción ante la impunidad de sus manejos y arengas. Segundo, organizaron una huelga que buscaba, antes que nada, crear el caos en la economía venezolana, reducir la producción y la venta de petróleo y, nuevamente y arrojando literalmente gasolina al fuego de las pasiones, convencer a los militares de que Chávez es un obstáculo para la normalidad. Tercero, buscaron enfrentamientos, tener muertos y heridos para sostener que el gobierno es "una tiranía sangrienta" a pesar de que el mismo ha sido muy cauto y nada represivo, pues habría que ver qué harían en Estados Unidos si un grupo de militares desconociera públicamente a sus mandos e incitara en la plaza a la rebelión contra el gobierno.

Ahora ya tienen a las fuerzas armadas en la calle y los muertos y heridos que deseaban. Pasaron el Rubicón de sangre. Todo se resolverá, pues, en los cuarteles, donde los oficiales deberán decidir si están con el orden y la Constitución o si dan un golpe de Estado y los soldados y suboficiales deberán discutir qué hacer si sus mandos quieren obligarlos a cometer una matanza.

Venezuela está dividida: la mayoría más pobre se moviliza en defensa del régimen, pero la minoría más rica cuenta con el apoyo de amplios sectores de la clase media y de las cúpulas de los trabajadores, que achacan a Chávez un indudable deterioro de sus ingresos y el caos provocado por la oligarquía y desde las embajadas de Estados Unidos y de España, como en el golpe anterior.

Se ha llegado así al borde del enfrentamiento entre diversos sectores de las fuerzas armadas y hasta al borde de una guerra civil, pues el gobierno deberá defenderse y ordenar la detención de los militares insurrectos, y eso podría provocar en las fuerzas armadas reacciones de solidaridad corporativa enfrentadas a otras constitucionalistas y nacionalistas.

Lo que pasa en Venezuela arroja luz sobre cómo se prepara, desde Washington, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la restauración de un "orden" colonial amenazado por los resultados de las elecciones bolivianas, brasileñas, ecuatorianas y por la creciente oposición en todo el continente al ALCA y a la política promovida por el Fondo Monetario Internacional.

También muestra que si para apoderarse del petróleo de Irak la Casa Blanca no vacila en organizar una guerra, para hacer de Venezuela un proveedor dócil del mismo petróleo y no un activo miembro de la OPEP, hay gente en Washington que preparará todos los golpes y las guerras civiles que crea necesarios para lograr los mismos resultados que obtuvo en Nicaragua, o sea, la aceptación mayoritaria de una terrible involución social para, supuestamente, escapar de la guerra y de la crisis permanente.

Es por eso urgente que, en defensa de la democracia, todos los gobiernos latinoamericanos repudien la preparación de un golpe de Estado en Venezuela y exijan de las potencias internacionales -en primer lugar, de Estados Unidos- que declaren que no reconocerán ningún eventual gobierno golpista y que lo aislarán y repudiarán para poder pronunciar sin rubor las palabras legalidad y democracia.
 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año