Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 7 de diciembre de 2002
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Política
DESFILADERO

Jaime Avilés

Homenaje a una dama discreta

En las duras y en las maduras ha sido fiel a su proyecto de vida y a su idea del país

Los temas de la consulta de prioridades, en boca de todos

CELULAR EN EL MORRAL. Nació en un pueblo del sureste, a los pies de unas montañas redondas como bolas de algodón de azúcar, cerca de una comunidad indígena llamada Noipac, voz que en náhuatl significa "hueso de rana". Aparte de esto, nada sé respecto de sus primeras décadas, salvo que obtuvo una licenciatura universitaria, casó con el único hombre de su vida, regaló al mundo tres hijos varones, que son buenos y nobles como el pan de trigo, y ha llevado con alegría y entusiasmo una existencia marcada por los sacrificios. Ignoro dónde y cuándo conoció a su pareja, un muchacho originario de un pueblo aun más pequeño, perteneciente a un municipio cuyo presidente, en aquella época remota, era un viejecillo que por las mañanas compraba un bollo de queso, duro, hueco o lleno de aire por dentro, y se lo metía en la bolsa derecha del pantalón y lo aplastaba de un golpe a fin de comerse las migas, sacándolas de uñita, a lo largo de la jornada.

La primera vez que la vi fue una madrugada, cuando el sol plateaba el lomo del río y comenzaba a levantarse el calor. Llegué en taxi a la fachada de una casa de sólo 10 metros de frente y ella, supongo, escuchó el ruido del motor porque abrió la cortina de la sala y se asomó en bata, abrazando a un bebé recién nacido y sosteniendo un biberón, y me saludó con un grito potente y amistoso, como si yo fuera un visitante cotidiano. "Espéralo. Se está bañanado". Se refería, por supuesto, a su marido, al que yo no conocía, y que me había citado a las cinco y media de la mañana para que lo acompañara, como periodista, a recorrer 12 comunidades indígenas, entre ellas Noipac, a través de una región cuyos habitantes, flacos, desdentados, amarillentos y, muchos de ellos, tuertos y tuberculosos, no querían escuchar promesas electorales sino quejarse del abandono en que los tenían los gobiernos del partido de siempre y pedir armas para luchar como los zapatistas.

"Mi mujer dice que vamos a perder el tiempo y tiene razón. Hizo un cálculo y dice que de aquí no voy a sacar un solo voto, pero yo creo que hay que ir a todas partes y hablar con todos, no para que voten sino para que escuchen, para que reflexionen", me dijo el candidato a la mitad del trayecto. Y entonces, como no llevaba un peso en el bolsillo, habituado a vivir de aire, me aconsejó: "En el próximo pueblo hay una tienda muy buena, hermano. Te lo digo por si quieres comer algo, no sé si me explico...".

Era el mes de abril de 1994 y aquel viaje fue el principio de una extenuante aventura que habría de culminar ocho meses más tarde, la mañana del primero de diciembre, con una golpiza policiaca en el Eje Central de la ciudad de México, después de unas elecciones asquerosamente fraudulentas y una trágica peregrinación por las carreteras del sur donde murieron tres compañeros aplastados por el camión de volteo que los transportaba. A ella no volví a verla sino en mayo de 1995, en el comedor de un hotel de medio pelo en el puerto de Veracruz, a donde llegó en compañía de sus tres hijos para reunirse con su marido, que venía caminando desde la casa de ambos, nuevamente rumbo al Distrito Federal, a la cabeza de una multitud de campesinos indignados. Nacida para la política, atenta siempre a los detalles que contienen las claves fundamentales de lo esencial, recuerdo que le dijo a su hombre: "¿Ya te fijaste cómo está cambiando (fulanito, un neodiputado campesino)? Cuidado con él, papi. Sigue de huaraches pero ya anda con celular en el morral. Así empiezan y tú sabes cómo terminan..."

Camellones en el pantano


Aquellos eran tiempos terribles, hoy malamente endulzados por la nostalgia. El Ejército había puesto en fuga a los dirigentes del EZLN, que andaban a salto de mata, pero más allá de las fronteras del norte de Chiapas crecía un movimiento indígena formidable. Ella, sin duda, había contribuido a organizarlo. Primero, cuando ella y su marido eran muy jóvenes, viviendo con los campesinos de una zona pantanosa del golfo de México, en donde, inspirados en el ejemplo de los xochimilcas, ayudaron a construir unos "camellones" de tierra fértil para sembrar maíz y frijol encima del fango. Luego, cuando su marido se convirtió en presidente estatal del partido de siempre, luchando por la democratización de las estructuras internas, experimento que duró poco y terminó mal. Después, cuando a consecuencia de aquel desastre, tuvieron que exiliarse en la ciudad de México y, por último, cuando regresaron a la tierra para impulsar el Frente Democrático Nacional en apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas.

Sin quebrarse, ella y su marido continuaron trabajando después del fraude de 1988, ahora para edificar un nuevo partido, y supieron que su esfuerzo tenía razón de ser cuando en 1991, gracias a la primera caminata en pro de la democracia, derribaron al gobernador en turno y su marido se erigió en una auténtica alternativa política para los excluidos de todas las fiestas. En 1996, cuando su marido encabezó el bloqueo a los pozos petroleros para exigir que Pemex indemnizara a quienes habían perdido sus parcelas debido a la contaminación, ella, siempre de buen humor, soportó la tremenda presión de los medios, el acoso de los órganos represivos del Estado, las amenazas que pendían sobre sus hijos y la angustia que le causaba el hecho de tener un helicóptero de la policía zumbando a toda hora sobre la azotea de su domicilio como un zopilote de acero.

Pero eso, bien lo recuerda, no era lo peor. Lo más difícil era que, a toda hora al igual que el helicóptero, su casa estaba invadida por un grupo de mujeres gordas y acongojadas, que lloraban sin cesar en el estrecho espacio de la sala, inconsolables porque, le decían, "ya van a meter a la cárcel al licenciado", cosa que a fin de cuentas nunca ocurrió. Pero antes, muchos años antes y aun varios años después de aquel amargo episodio, fue ella quien se las ingenió en todo momento para resolver los problemas cotidianos de la supervivencia, en un hogar al que nunca llegaba el dinero porque el magro salario de su esposo no alcanzaba para comer, hasta que un día, sensatamente, llamó a su consorte y le dijo: "Tienes que hacer algo, papi, porque yo no veo claro, ¿eh?". Y de aquel regaño surgió un libro titulado Entre la historia y la esperanza, que no trajo la bonanza pero obligó a su autor a la meditación y lo encerró durante un mes en un cuarto en cuyos muros rebotaban, sin entrar, los ecos de la política del momento.

Tras la publicación de aquel volumen vinieron las elecciones internas para definir a la nueva dirigencia nacional del partido de Cárdenas y aquel domingo, mientras la militancia votaba en todo el país, ella estaba sentada en la sala, tejiendo con ganchillo, y de pronto alzó la cabeza y dijo a su marido, que caminaba descalzo en círculos como león de feria: "Me estás mareando, papi, ¿por qué no vas a la cocina a prepararme un te...".

Estos son, a duras penas, torpes bocetos, apuntes a vuelapluma para un retrato que no alcanza a describir los méritos de una mujer que ha sabido ser leal a su compañero, a la causa que ambos defienden y en cuyos valores han educado a sus hijos, y que nunca ha bajado la guardia, en las duras y en las maduras, fiel a su proyecto de vida y a su idea de país. Ella es hoy la primera dama de la ciudad de México, su marido cuenta con un altísimo porcentaje de aceptación entre la gente que gobierna -80 por ciento, según la reciente encuesta de GEA- y buena parte de los aciertos que puedan atribuirse a la administración capitalina son también logros de ella, frutos de su buen juicio, de su experiencia militante, de su prudencia femenina y de su sentido común.

Plegarias atendidas


La mañana del jueves, los miembros del comité promotor de la Consulta Nacional sobre Prioridades entregaron los resultados de ese ejercicio a la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados. Alejandro Zapata Perogordo -nombre que parece una excusa clasista-, en representación del PAN, pronunció un discurso vacío para elogiar la libertad de expresión de los participantes y blablablá. Juan Manuel Sepúlveda, del PRI, se comprometió a comunicar el mensaje de la población encuestada a sus compañeros de banca y Martí Batres, del PRD, subrayó, en alusión a Zapata Perogordo, que no se trataba de la opinión de un grupo de notables sino de lo que piensan casi 3 millones de mexicanos.

En el encuentro de los legisladores, se habló acerca de los temas que fueron puestos a consideración de la gente y de las ideas que nacieron al calor del debate entre los convocantes. Dos de ellas -la necesidad de elevar el presupuesto de la educación pública a 40 mil millones de pesos (8 por ciento del PIB) para 2006, y la conveniencia de suspender por tres años el capítulo agropecuario del TLC- forman parte ya de la agenda pública de la izquierda mexicana.

En el primer caso, el aumento de los fondos que requiere la educación en nuestro país, fue aprobado por la Cámara de Diputados y está a la espera de la ratificación de los senadores. El segundo, la renegociación del TLC, ha sido adoptado como demanda central de las organizaciones campesinas opositoras al gobierno de Vicente Fox y ha sido rechazado -lo cual significa un avance importante- por destacados miembros del gabinete federal, así como por voceros del gobierno de George WC Bush y por líderes empresariales mexicanos.

Para Rosario Robles, quien generó la iniciativa de convocar a este pequeño think-tank de izquierda, sacar a su partido del canibalismo y vincular el trabajo con el mayor número posible de organizaciones sociales, el éxito es indiscutible. Ahora el PRD ha establecido vínculos con casi 600 fuerzas grandes, medianas, pequeñas y chiquititas, que le permitirán enriquecer su abanico de candidaturas para las elecciones de 2003, siempre y cuando sea capaz de evitar que esta apertura ponga en pie de guerra a las corrientes internas que harán todo lo posible por impedírselo.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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