Buscan dar un uso digno a El Partenón
La ex mansión del Negro Durazo podría
convertirse en La ciudad de la ciencia
KARINA AVILES
Bautizada con sarcasmo popular como El Partenón
y considerada uno de los monumentos más grandes a la corrupción
en México, la casa del ex jefe de la policía capitalina,
Arturo El Negro Durazo, se ha convertido en centro de un proyecto
de características únicas para la ciencia en Latinoamérica,
al buscar colocarla como una de las sedes del diálogo entre los
investigadores del mundo.
El destino de la mansión del que fuera el policía
preferido de José López Portillo se escribió en abril
de 2000, cuando el científico René Drucker Colín,
durante su toma de posesión como presidente de la Academia Mexicana
de Ciencias (AMC) pidió públicamente al entonces titular
de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Miguel
Limón Rojas, una porción de aquel inmueble construido en
66 mil metros cuadrados -misma extensión del Museo del Louvre, en
París- en la delegación Tlalpan.
Limón accedió a la petición de Drucker
y se comprometió a otorgar los 2 mil metros solicitados por el actual
coordinador de la Investigación Científica de la UNAM. Pero
el compromiso mejoró.
Drucker recuerda: ''Diez días después, se
comunicó conmigo el abogado de la SEP de parte de Miguel Limón,
y me preguntó si quería toda la casa para la AMC y no sólo
los 2 mil metros. Al considerar que era un predio excelente para la academia
acepté inmediatamente y comenzaron a realizarse los trámites
legales''.
Pero los sueños de convertir aquella mansión
en un centro de cultura y educación tienen una larga historia detrás.
Salvador Martínez della Rocca, ex delegado de Tlalpan, fue otra
de la piezas claves que pugnaron por darle un sentido digno a aquella mansión.
''Cuando
entré de delegado me entrevisté inmediatamente con Ivar Sisniega,
quien era director de la Comisión Nacional del Deporte (Conade),
porque la casa estaba asignada a esa instancia dependiente de la SEP. Textualmente
le dije: 'la casa está abandonada y es propiedad de los pueblos
de Tlalpan, porque Durazo prácticamente le quitó los terrenos
a la gente'. Entonces le pedí que se la entregaran a la delegación.
El me dijo: 'te la vamos a regresar siguiendo los procedimientos que las
normas establecen'".
El arquitecto Jesús Ruiz Mejía, autor del
vitromural del Centro Médico Siglo XXI, y vecino de la casona, recuerda
que Durazo pagó los terrenos de la mansión ''en un peso y
en 50 centavos el metro y bajo amenazas. A otros les ofreció trabajo
en la policía. Cuando hicieron las calles tumbaron casas. A mí
me quitó 300 metros de terreno, pero hubo vecinos a quienes les
tiró la casa completa''.
La residencia se construyó en poco más de
un año, en el sexenio de López Portillo. ''Todos los albañiles
tenían grado de capitán o de sargento primero o segundo de
la policía. Cuando hicieron sus banquetas se las cobraron a los
vecinos. Tan sólo a mí, el Departamento del Distrito Federal
me quería cobrar 35 mil pesos, pero me fui al Tribunal de lo Contencioso
y gané. Sin embargo, todos los demás vecinos sí pagaron'',
apunta Ruiz Mejía.
Martínez della Rocca rememora su primera visita
a aquella mansión que estaba en estado de abandono desde hacía
15 años. Afirma: ''Salí muy indignado. Era una casa de pésimo
gusto, con excusados que todavía tenían monedas de oro. Aseguro
que todavía tenía las monedas porque la saquearon''.
El ex delegado señala que encontró 14 autos
viejos de colección. Había una alberca techada con estelas
griegas en la pared y un proyector de películas. Se decía
que donde estaba la alberca era una copia de la discoteca Studio 54,
de Nueva York. Debajo de la piscina ''había una cava impresionante
y botellas vacías hasta decir basta''.
Recuerda: ''En la parte de atrás, una cantidad
impresionante de animales disecados, leones, etcétera. Y también
estaba el teatro 'jónico o dórico' al aire libre. Seguías
caminando y había una sala de tiro. Cerca, estaban las caballerizas
y por ahí un ruedo de piedra con gradas. También vi el galgódromo
con el lago, la sala donde Durazo hacía fiestas para 3 mil personas,
y miré, no me lo contaron, un horno incinerador, del que se dice
que ahí Durazo incineraba a gente''.
La propuesta de Martínez della Rocca fue hacer
en aquellas dimensiones una ciudad educativa-cultural, en donde se construyera
una preparatoria, una escuela de artes y oficios, un centro deportivo,
sala de conciertos y teatro para el pueblo, además de impartir de
manera gratuita cursos y talleres.
En una segunda visita a la casona de Tlalpan llevó
a Drucker Colín: ''Le dije que la parte de las caballerizas podría
ser la sede de la AMC, porque fácilmente podía transformarse
en cubículos para los investigadores; el famoso ruedo podría
convertirse en un auditorio y la sala de tiro una biblioteca, que ya hicieron'',
indica el ex delegado.
Cuando entré a la casa, dice Drucker Colín,
''se me ocurrió que sería una excelente sede para la AMC,
la cual ocupaba entonces un inmueble prestado por la UNAM, que ha sido
muy solidaria con la academia. Vi las caballerizas que estaban en muy buen
estado y se me ocurrió que podrían convertirse en oficinas''.
Finalmente, los trámites -que ya iban avanzados-
para que la delegación Tlalpan se quedara con la casa, no cuajaron.
''Pero de todas maneras ganamos, porque la SEP se la dio a la academia'',
expresa Martínez della Rocca.
En 2001, la AMC contaba por primera vez con una sede propia.
Entonces, Drucker Colín comenzó un gran proyecto llamado
La ciudad de la ciencia, con el objetivo de darle una ''gran cohesión
a los científicos y a la actividad científica''.
El proyecto de Drucker planteó que todas las sociedades
científicas del país se trasladaran a aquel inmueble, con
lo cual podría generarse una federación de sociedades científicas;
propuso la realización de un auditorio, en donde se pudieran realizar
seminarios internacionales y simposios, así como el acondicionamiento
de una ''especie de hotel'' para recibir a los científicos del mundo,
al igual que como lo hacen otros países que tienen villas para alojar
a los investigadores internacionales.
''Cabe precisar que el hotel no es para irse de vacaciones,
sino es equivalente a los centros que tienen las universidades, que están
dedicados a reunir a la gente'', destaca Drucker.
En el país no existe un centro con tales características
que facilite la actividad y el encuentro de los investigadores, señala.
De esta manera, La ciudad de la ciencia comenzó a ponerse
en marcha. Con una inversión inicial de alrededor de 4.5 millones
de pesos, indica Drucker, se hizo la remodelación de las caballerizas,
una pequeña biblioteca, una cafetería para empleados, la
zona de estacionamiento y la limpieza en general del inmueble.
''Calculo que se requerirían unos 100 millones
de pesos para culminar el proyecto'', pero en todo esto algo muy importante
es que la ex casa de Durazo tuvo un buen fin, resume el científico.