Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 24 de noviembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Política
BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

La desinformación, "arma global de destrucción masiva"

El auge económico de EU, producto del bluff

En Wall Street impera una cleptocracia

EN UNA ENTREVISTA con la revista alemana Der Spiegel del 2 de septiembre pasado, Fredmund Malik, profesor de economía de la prestigiada universidad Saint Gallen de Suiza, fustigó el supuesto "milagro de la economía de Estados Unidos" como "un suceso mediático: la obra maestra de la desinformación".

El auge económico de Estados Unidos fue producto de un gigantesco bluff. El crecimiento se limitó al sector de las computadoras, hoy totalmente devastado, que constituye una mínima proporción de toda la economía inflada deliberadamente por la diluviana desinformación mediática que operó la burbuja especulativa. Contra todos los asertos propagandísticos vertidos sobre el auge de la economía estadunidense, con base en "indicadores hedónicos de precios", el profesor Malik aduce que "el crecimiento en la década de los 90 fue de cero en términos reales de medición: el auge bursátil se basó en la codicia, la deuda, el miedo a perder una oportunidad única durante una vida y en la desinformación sistemática". Malik advierte sobre el probable estallido de serios conflictos sociales cuando el público, al que se le sigue inyectando una sobredosis adictiva de hiperoptimismo por los multimedia sobre la "recuperación", perciba que sus fondos de retiro se han evaporado para siempre.

Lo expresado por Malik no constituye ninguna novedad: Kurt Richebaecher, anterior economista en jefe del poderoso Dresdner Bank, señala permanentemente en sus célebres boletines las "ilusiones estadísticas" activadas por el método del "precio hedónico", en el que se inflaron las inversiones en el sector de las computadoras. Richebaecher devela que las inversiones netas de capital en el sector corporativo estadunidense se han desplomado a los niveles más bajos desde la Gran Depresión de 1929, con la diferencia mayúscula de que en los años 30 Estados Unidos era "el principal país acreedor", mientras hoy es el "principal deudor".

Lo interesante radica en que la sección de negocios del influyente The Washington Post, en una serie muy recomendable de seis reportajes (La economía burbuja) iniciada el 10 de noviembre pasado, haya llegado a la misma conclusión del profesor Fredmund Malik con tres meses de retraso: la desinformación de los medios contribuyó en forma determinante a la eclosión de la burbuja especulativa.

La dedicatoria particular va dirigida a CNBC, cadena filial financiera de la famosa televisora NBC, propiedad de la trasnacional estadunidense General Electric, que ocupa el octavo lugar de las empresas globales y el quinto en Estados Unidos en la clasificación de la revista Fortune. Ya la revista de corte crítico The Nation hace un año había publicado un luminoso organigrama sobre las "diez grandes" multimedia, entre las que se encuentra NBC, que controlan la información global o, mejor dicho, la "desinformación" global que cobra su mayor auge durante las guerras, cuando la primera víctima a sucumbir es la verdad.

Howard Kurtz, reportero de The Washington Post, en la serie La economía burbuja se detiene a analizar "Los impulsores del auge en CNBC". La cadena televisora "se había vuelto la fuerza dinámica, un fenómeno cultural, un éxito del rating, que anunciaba la principal diversión de Estados Unidos" y tenía un programa matutino singular, La caja de los graznidos, que especulaba al aire antes de la apertura de los mercados: Joe Kernnen, ingeniero en biología molecular del MIT, transformado en analista bursátil y luego en comentarista de televisión, se daba el lujo de impulsar a la burbuja bursátil el alza antigravitatoria. Kernnen se había convertido en un héroe nacional consultado diariamente por la cantante y actriz Barbra Streisand, muy pendiente de sus cotizaciones, al haber introducido a su audiencia al juego bursátil con enormes ganancias instantáneas. Gracias a la ductilidad del comentarista Kernnen, todas las celebridades del mercado de valores, que luego resultarían verdaderos hampones, controlaban la conciencia de los inversionistas desde los programas financieros desregulados que engañaban propositivamente, mientras en privado se desprendían de sus acciones-chatarra. Hoy Kernnen, la estrella de las pantallas bursátiles de CNBC, se encuentra muy deprimido y al borde del suicidio.

Luego vino la debacle bursátil desde marzo de 2000 y "los aplausos jubilosos cesaron en CNBC", resalta Kurtz. "En la primera mitad de 2000 el rating cayó 25 por ciento en relación con el año anterior y la audiencia regresó a los programas de noticias sobre el 11 de septiembre de CNN, MSNBC y Fox News." A juicio de Kurtz, "lo que realizó CNBC, como el resto de la prensa de negocios, era comprar en un sistema internamente cerrado -ahora ampliamente visto como erróneo y en varios casos corrupto- en el que los principales jugadores tenían incentivos para empujar las acciones al alza". Kurtz se centra en CNBC por haber exhibido el mayor rating de consulta financiera por los televidentes invidentes por encima de los demás medios que pecaron de los mismos excesos y se pregunta, con tantos ejecutivos y analistas desacreditados, "si la televisora no habrá empañado" también su reputación. "Después del estallido de la burbuja, los multimedia han empezado a señalar culpables con muy poco examen de su propio rol."

El síndrome Enron reveló que en Wall Street impera una genuina cleptocracia que integró un circuito financiero-contable cerrado en el que operan desreguladamente los bancos comerciales y de inversiones, las trasnacionales, las empresas contables, las descalificadas calificadoras y los analistas, promovidos por la desinformación criminal de los multimedia de la globalización. Sería exageradamente ingenuo exigir que los multimedia, propiedad de las principales trasnacionales globales, se flagelen al aire libre. Pero, ¿por qué callaron los principales economistas de Estados Unidos que fueron embelesados por la "nueva economía", que resultó un fraude conceptual monumental y que no fue ni "nueva" ni "economía", sino una vulgar burbuja.com? ¿Habrán callado los serios economistas o más bien fueron evitados por los comentaristas de pacotilla, temerosos de ser expuestos en sus complicidades empresariales? Nada novedoso tampoco: lo mismo sucede en México, donde se evita el pensamiento críticamente dialéctico en los grandes medios masivos para que levite la ligereza; basta ver y escuchar las engañosas mesas de debate (sic) a modo entre los mismos epígonos de la globalización neoliberal que aburren por reiterativas e insulsas (además de ignaras: siempre se equivocan).

Debe quedar claro que la burbuja.com nunca hubiese alcanzado sus cumbres borrascosas sin la participación activa de los multimedia de la globalización financiera que sirvieron de catalizadores para estimular uno de los mayores fraudes conceptuales de la historia: la "nueva economía" de Alan Greenspan, el mago fracasado de la Reserva Federal, sin cuyo bombeo masivo de liquidez jamás hubieran alcanzado las cotizaciones bursátiles sus niveles alucinógenos.

En la serie La economía burbuja, el reportero Paul Farhi diseca la desinformación detrás del alza descomunal del índice tecnológico Nasdaq ("El casino Nasdaq tenía pocas salvaguardas"), que se elevó tres veces en 1999, algo jamás visto en los anales de la especulación, y que las 3 mil 200 empresas que lo conforman, desde su punto más alto en marzo de 2000, han perdido hasta ahora 75 por ciento: "bastaba con hacer creer a la gente el eslogan adoptado por el Nasdaq y transmitido en la televisión en una campaña multimillonaria en dólares: El mercado para los próximos cien años". ¿La publicidad mendaz y contumaz puede transformar la realidad? Desde luego que no, pero la publicracia (concentrada en cuatro megaempresas globales de publicidad que dominan incluso a las "diez grandes" multimedia), no pocas veces vendedora de ilusiones y alucinaciones (mucho más notoria en la política mercadológica que pervierte la esencia de la democracia), puede perturbar las percepciones hasta que la realidad se cobra muy cara su venganza. ¿Quién controla a los desregulados publicistas? ¿Quién vigila a los desinformadores canallas que pululan en el mercado de la globalización en su quintaesencia antidemocrática?

En la misma serie citada, Steven Pearlstein apunta que "la desregulación" constituyó "el primer paso para un desastre esperado", lo cual es más que cierto porque "la desregulación", sin nula intervención regulatoria ni del Estado ni de los ciudadanos, abandonados sin protección a las peores bestias de rapiña del planeta, representa el superlativo grado del radicalismo librecambista y centralbanquista: "en retrospectiva, es probable que no hubiese existido una economía burbuja sin el movimiento hacia la desregulación económica que empezó hace 25 años: la idea de que los mercados, liberados de las trabas de los mandatos y restricciones del gobierno, producirían mayor competencia, innovación y crecimiento económico". ¡Cómo no! De no ser un selectivo beneficio desmedido para la plutocracia, ¿cuándo ha tenido éxito integral alguna vez la perniciosa desregulación en algún lado del planeta?

La serie La economía burbuja se queda en la banalidad anecdótica y evita abordar las razones estructurales verdaderas que condujeron a Alan Greenspan y su modelo centralbanquista mendaz a intentar rescatar del abismo a la economía estadunidense, que viene dando tumbos desde 1971 (fecha del desacoplamiento del dólar del patrón oro) por medio del demencial experimento monetarista del bombeo masivo de liquidez para sostener la burbuja.com.

Desde la hiperinflación de la masa monetaria (medida básicamente por el M3), pasando por el engaño computacional del Y2K (cuando se desinformó con la probabilidad de una catástrofe numérica por el inicio del tercer milenio), hasta el desvío de los fondos de pensiones a la Bolsa de Valores -primordialmente el popular 401(k)- la Reserva Federal inundó el mercado con el bombeo de una liquidez insustentable, materializada por los bancos de inversiones coludidos, lo cual alentó la expansión burbujeante que cobró su propia dinámica mediante la desregulación e intentó perpetuarse a través de la desinformación deliberada de las "diez grandes" multimedia, propiedad de las principales trasnacionales de Estados Unidos.

A las "armas de destrucción masiva" conocidas de la globalización habría que agregar dos de sus vehículos favoritos: la publicracia y la desinformación.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año