Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 21 de noviembre de 2002
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Política

Adolfo Sánchez Rebolledo

Gazapos y presiones "de Estado"

El Presidente de la República es una fuente inagotable de gazapos: incluso cuando no improvisa a la menor oportunidad tergiversa fechas y nombres, suelta ocurrencias inimaginables, desmiente a sus traductores de confianza. Apenas el martes pasado en la Academia de la Lengua y ante el rey de España confundió el año de la llegada de Colón al nuevo mundo con el de su propio nacimiento, pecadillo que no tuvo consecuencias. Ningún experto en materia de comunicación y relaciones públicas ha logrado corregir ese defecto que, por lo visto, viene de fábrica. En el fondo el error está en creer que los discursos del Presidente, sus palabras, así sean informales, dependen de una estrategia de comunicación, esto es, de una sabiduría instrumental y no de los contenidos que quieren transmitirse.

El candidato Vicente Fox ganó la Presidencia gracias a una costosa campaña mediática que hizo de su imagen un "producto" adquirible a bajo precio con ventajas muy superiores a las ofrecidas por la competencia: en ella se daba por supuesto que los resultados se verían de inmediato, borrando de un plumazo décadas de atraso, corrupción, analfabetismo y pobreza. La prosperidad no tardaría en llegar gracias al crecimiento sostenido de la economía a un ritmo de 7 por ciento, cifra que se sostuvo como bandera, a pesar de los síntomas de recesión que ya se avistaban en la economía estadunidense. Fox ofrecía a los mexicanos una nueva era, no un cambio a medias.

A ese proyecto venía muy bien la imagen del ranchero negador de los formalismos, carente de la doblez propia de los políticos vernáculos, bravucón incluso. El candidato-empresario sabía decir a cada segmento del mercado lo que éste quería oír, aun a riesgo de inexactitudes. Los medios explotaron cada una de las frases del candidato y festejaron las alusiones zoológicas a sus adversarios. La publicidad hizo de ellas el mensaje de un cambio que no se atrevía a decir su nombre.

El drama comenzó al día siguiente de cruzarse la banda tricolor en el pecho. La dura realidad se encargó de reventar las fantasías, comenzando por la idea vacua de que México podría anular de un plumazo su historia reciente. Penosamente, Fox rehabilitó a sus antecesores, sobre todo al doctor Zedillo y su obra económica tan duramente criticada. El Presidente se tragó sus palabras y simplemente se montó en el carro que le dejaron andando, pero la política oficial siguió machaconamente insistiendo en las virtudes de "la transición", mal entendida como una propuesta a la medida de la corte empresarial que puso esperanzas y dinero en la victoria foxista.

Hoy, a dos años del comienzo de la "nueva era", muchos de sus útiles partidarios del 2 de julio se preguntan qué ha pasado y muestran su desconcierto, vista la incapacidad de la máxima autoridad para diseñar una política de Estado coherente. En vez de un cambio concertado tenemos un estira y afloja permanente que no deja espacio para la negociación, menos para el compromiso.

El gobierno actúa como si fuera la oposición y se niega a revisar las líneas de acción que ya le han valido descalabros más que evidentes. Ni se ha avanzado en las llamadas reformas estructurales, donde persiste el fundamentalismo gubernamental, ni tampoco en la reforma del Estado que sigue en el limbo. Y si vamos a mirar otros temas sustantivos, como la revisión de los crímenes del pasado, el mismo Presidente se ha encargado de minar cualquier avance.

En otros terrenos vinculados al ejercicio de las libertades fundamentales hay retrocesos que de ninguna manera pueden dejarse pasar, como ocurre con la persecución a los reporteros de La Jornada que se atrevieron a investigar periodísticamente el caso Pemex, que desde hace meses ocupa la atención del público. No se trata de un forcejeo más entre los muchos que se dan entre los medios y el poder, sino de una presión directa de la autoridad para suprimir una labor que le resulta incómoda. ƑDe qué sirven los golpes de pecho dentro y fuera del país acerca de la libertad de expresión si a las primeras de cambio a las informaciones incómodas se les responde con medidades intimidatorias? ƑDónde está el cambio, señor Presidente?

A reserva de volver sobre este asunto, de entrada resulta poco creíble la celeridad con que la Procuraduría General de la República actúa citando a reporteros cuando todo el mundo sabe que las filtraciones hace mucho que se convirtieron en una forma vergonzante de hacer política y deshacer prestigios al servicio de la autoridad y siempre por encima de la ley. ƑO acaso fueron periodistas los primeros en ufanarse por los peces gordos que, según ellos, ya tenían en la red? La práctica oficiosa de divulgar informaciones saqueando los expedientes, cuyo secreto la autoridad debía guardar con celo, no empieza con la prensa, sino con los funcionarios dispuestos a canjear la verdad por el golpeteo político, a intercambiar la disputa en el campo abierto por la riña ciega.

Como quiera que se vea, en éste y otros asuntos la actitud del gobierno no es la adecuada para atender la crispación creciente de la vida política nacional que en tiempos electorales amenaza con desbordarse.

La miseria actual de nuestra vida política proviene de esa incapacidad para generar posiciones que trasciendan el inmediatismo judicial y la superficialidad a las que obligan las técnicas publicitarias. Es obvio que no es un mal menor o exclusivo del gobierno, pues los partidos también están entrampados en el pantano de sus propias carencias seudodemocráticas. El asunto es grave, pues la ausencia de políticas de Estado deja sin defensas al país frente a las presiones siempre actuales de los grandes intereses globalizados que no cejan un minuto en el empeño de hacer de México no un "socio" en la mundialización, como gusta decir el preciso, sino un súbdito menor que baila al son que le tocan.

No quiero imaginar lo que será la situación del campo mexicano tras el blindaje del señor Usabiaga, quien, a falta de mejores propuestas, pide cínicamente reducir el presupuesto del IFE para alimentar a los campesinos. Si los secretarios del Presidente se atreven a semejantes declaraciones sin que pase nada, qué nos queda sino esperar lo peor.

Obviamente no estamos ante "errores" de dedo, dispensables por la incultura y la arrogancia de los declarantes, sino de expresiones pálidas de una política que sabe muy bien a qué intereses sirve. Son, por decirlo así, "gazapos de Estado". No está mal para celebrar la Revolución Mexicana. Ja, ja.

PD: La Jornada interpuso una queja ante la Comisión de Derechos Humanos ante la intimidación de sus reporteros por parte de la Procuraduría General de la República

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