Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 15 de noviembre de 2002
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Editorial
FRIVOLIDAD Y TRAGEDIA

Ayer, el gobierno argentino anunció que no estaba en condiciones de pagar el vencimiento de un préstamo del Banco Mundial (BM) por 805 millones de dólares, y se limitó a cubrir los intereses correspondientes, unos 79 millones. La noticia cayó como balde de agua fría tanto en el infortunado país sudamericano como en los mercados financieros internacionales, puso de manifiesto que la crisis argentina dista de haber tocado fondo y acrecentó el nerviosismo de los grandes capitales.

El obligado incumplimiento es un mal dato para todo el mundo: para el gobierno de Eduardo Duhalde -el cual habrá de enfrentar nuevas, arduas y costosas negociaciones con los organismos financieros internacionales-, para los especuladores, para los propios organismos monetarios y financieros y, sobre todo, para el depauperado pueblo argentino, que es, como siempre, el gran sacrificado del momento.

Ante la mora parcial referida, el BM prohíbe automáticamente todo nuevo crédito a la nación sudamericana y, si el incumplimiento persistiera de aquí al 14 de diciembre, la institución bloquearía los 2 mil millones de dólares destinados a planes sociales; uno de esos programas otorga asistencia por 41 dólares mensuales a los 2 millones de desempleados que hay en Argentina y que, a falta de esa cantidad exigua, ha- brían de enfrentar la más completa de las miserias.

Este episodio lamentable y preocupante pone en evidencia, una vez más, los abismos financieros, políticos y sociales a los que ha conducido la estrategia económica vigente en la mayor parte de los países latinoamericanos, que ha sido diseñada por el propio BM, por el Fondo Monetario Internacional y por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. La aplicación fiel de los preceptos neoliberales por los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa condujo a la actual catástrofe, y para salir de ella se pretende que Duhalde aplique más de lo mismo.

Por elemental cordura, y hasta por instinto de sobrevivencia, el resto de los gobernantes latinoamericanos debieran contemplarse en el espejo argentino, emprender un viraje radical en materia de políticas económicas y, en lo inmediato, pensar de manera conjunta en formas de estrechar la solidaridad y la cooperación regionales para contribuir a la solución de la amarga crisis argentina.

Por desgracia, la agenda de la reunión de jefes de Estado y de gobierno de Iberoamérica, que empieza hoy en República Dominicana, prestará una atención desproprocionada e inmerecida al tema del terrorismo, asunto que, salvo en los casos de España y Colombia, debiera ocupar un lugar menos destacado en el interés de los gobiernos iberoamericanos.

Los atentados del 11 de septiembre del año pasado en Nueva York y Washington son expresión de conflictos oscuros e inciertos entre Estados Unidos y el integrismo islámico que sólo tangencial e incidentalmente podrían afectar a América Latina. Por lo demás, el terrorismo etarra es manifestación de un conflicto entre españoles y vascos, en tanto que las guerras civiles simultáneas que padece Colombia resultan, por definición, asuntos internos de ese país. Los jefes de Estado y de gobierno de Iberoamérica podrían, ciertamente, ofrecer sus buenos oficios para buscar soluciones a ambos diferendos. Por lo demás, los puntos centrales de la agenda debieran ser la tragedia mayúscula que enfrenta Argentina y el hambre, la miseria y la desigualdad que padecen el resto de las sociedades latinoamericanas. En tales circunstancias, la ubicación del terrorismo como punto central de la agenda en el encuentro de mandatarios refleja una irritante frivolidad, un desencuentro pasmoso con las realidades iberoamericanas y un espíritu de imitación casi simiesco a la hora de adoptar las obsesiones propias del gobierno estadunidense.
 

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