Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 1 de noviembre de 2002
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Cultura

EL ECO Y LA SOMBRA

Ricardo Yáñez

La danza de las palabras

EL QUE BAILA, si de veras baila, se suma, matérica o materialmente, a la música de las esferas, a la sustancia de las estrellas. Bailar es asumirse destino de lo que pasa, y espacio por donde pasa ese destino. Hablo de todo baile, del de salón, del ballet, de los distintos tipos de danzas, moderna, contemporánea, en honor de la Virgen... etcétera. El que baila se entrega a la música, al tiempo, como la hoja al viento. El que baila se deja ser espacio para el tiempo. Quien (él, ella) baila acepta participar de la danza que todo está danzando, la música de las esferas, acepta ser, decíamos, polvo de estrellas.

SE ME OCURRE esto mientras veo en la televisión una película con Fred Astaire y Jane Powell, se me vuelve a ocurrir, dicho mejor, que la ocurrencia ésa en mí es vieja. La cultivada naturalidad del conocido actor, su refinado actuar naturalmente, para citar a The Beatles, no discrepa en este punto mucho del rústico raspar suela o sacudirse la polilla de una pareja de gorditos que escasa, raramente se lanzan a bailar. Ni tampoco de la espontaneidad con que los niños, a edades incluso muy tempranas, se menean siempre a ritmo al ritmo de la música.

''ME INSCRIBO EN la corriente de lo que pasa, y como lo que pasa ahora es música, me dejo ser, en cuerpo, que ya es bastante en alma, ese fluir, ese como acometer (de presente) y disiparse (de pasado) que toda música es y que cuando termina del todo deja como una presentida, mas no falsa, experiencia de futuro, del futuro que en efecto vendrá."

DEVENIR, ESO ES la música, y asunción del propio devenir pero también de todo devenir es bailar o danzar. (En el fondo, por lo demás, toda obra artística antes de ciertamente ser acabada obra es, nada más, nada menos, un fiel presentimiento; sentir el flujo del tiempo permite intuir su dirección, sus estaciones, sus realizaciones -lo que claro no excluye sus desastres, sus catástrofes).

EL FLUIR DEL lenguaje en el lenguaje del poeta, el dejarse ser nada más que lenguaje lo que en apariencia, comodidad nada rigurosa, se muestra como lenguaje de determinado poeta, el abrir sus fronteras ambos lenguajes, el de todos, el suyo, para ser, haciéndolo, el poema, tiene su no sabemos qué de parentesco íntimo con lo que diciendo veníamos de la música y el baile. No tanto: ''al son que me toquen bailo", sino: ''al son que es el son yo bailo. Al vero son, el del lenguaje más a fondo sentido, que me desprende de la melancolía de mi propio lenguaje y me alcanza la nostalgia de todo el lenguaje, dicha, o como si dicha, desde el lenguaje mismo.

''TODO POEMA ES dúo, si hablamos de voces, paso de dos en hablando de danza, las voces de mi lenguaje y el lenguaje, los pasos de ambos dos.

''LA DANZA MENOR de mis palabras en la danza mayor de las palabras me habrá de devolver -en esa fe se mueve, nada ridículamente, el verdadero poeta- el aliento invisible del que viene la música en que danzan."

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