Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 1 de noviembre de 2002
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Economía

ECONOMIA MORAL

Julio Boltvinik

Dimensiones de la pobreza en México

Predominio de las pobrezas urbanas
Sesgo anti-urbano del Programa de micro-regiones

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

LA POBREZA ES MULTIDIMENSIONAL. Esto lo han reconocido tirios y troyanos: desde Amartya Sen, laureado con el premio Nobel de Economía, hasta el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza, de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), pasando por el Banco Mundial. Esto significa que la pobreza se manifiesta en carencias múltiples. Por ejemplo, de servicios básicos de la vivienda (agua, drenaje, electricidad, teléfono), carencias de ingresos que pueden reflejarse en deficiencias nutricionales, de vestuario, o en cortes en la electricidad o el teléfono por falta de pago. Sin embargo, la mayor parte de los tirios y troyanos siguen midiendo la pobreza sólo por ingresos. Así lo hace la Sedeso.

HOY ANALIZO LAS dimensiones básicas de la pobreza en México tal como se la mide utilizando un método diseñado para captar esta multidimensionalidad, el MMIP (Método de Medición Integrada de la Pobreza)1 y aplicándolo a la base de datos del cuestionario ampliado del censo de población y vivienda de 2000. La medición integrada de la pobreza resulta de comparar, para cada hogar, su situación en tres dimensiones con los mínimos en cada una de ellas e integrarlas para obtener un índice de la pobreza por el MMIP para cada hogar. Las tres dimensiones son: 1. Ingresos corrientes del hogar, que da lugar a la medida parcial o dimensión de la pobreza por ingresos o por LP (línea de pobreza). 2. La combinación de las condiciones de espacio y calidad de la vivienda; las condiciones sanitarias (agua, excusado y drenaje); el acceso a electricidad y (en las ciudades) al teléfono; la asistencia escolar y el nivel educativo de los adultos; el acceso a los servicios de salud y a la seguridad social, y la adecuación de los bienes durables básicos del hogar, de manera conjunta integran la dimensión de pobreza por necesidades básicas insatisfechas (NBI). 3. La pobreza de tiempo, que se mide por el exceso de tiempo de trabajo extradoméstico, tomando en cuenta en cada hogar, a su vez, el requerimiento de tiempo de trabajo doméstico. En entregas anteriores (Economía Moral 30/08/02 y 06/09/02) presenté ya los principales resultados de la pobreza integrada.

EN LOS CUADROS 1 y 2 se presentan resultados para cada una de las tres dimensiones de la pobreza (NBI, necesidades básicas insatisfechas, LP o pobreza de ingresos y PT, pobreza de tiempo) así como para el MMIP. Los resultados se presentan a escala nacional, urbano y rural, usando el criterio tradicional de localidades menores de 2 mil 500 habitantes como lo rural. La población se ha clasificado en tres estratos: indigentes (aquellos que cumplen, en promedio, con menos de la mitad de las normas), pobres no indigentes (cumplen con la mitad o más de las normas pero no con el total) y no pobres (cumplen exacta o sobradamente las normas).

TAL COMO LO HABIA señalado en las entregas anteriores citadas, el resultado global nacional del MMIP arroja que en 2000, 86.7 por ciento de la población del país vive en la pobreza (45.4 por ciento en la indigencia y 41.3 por ciento en pobreza no indigente). En la entrega del 30 de agosto argumenté que hay una sobrestimación del orden de 15 puntos porcentuales respecto al cálculo de pobreza para el mismo año (y con el mismo método) pero usando una fuente especializada, la ENIGH2000 (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares) y ajustando los datos de ingresos de los hogares a cuentas nacionales. Es decir, que el verdadero nivel de la pobreza en el país se ubica en alrededor de 72 por ciento en 2000. El lector debe tomar en cuenta este elemento para interpretar los datos. Algunas proporciones, sin embargo, serán correctas, si la sobrestimación es similar en los diferentes subgrupos.

CUADRO-1

LOS PORCENTAJES DE la población que vive en las pobrezas parciales de NBI y LP son similares entre sí a escala nacional (75.2 por ciento y 77.8 por ciento), mientras la pobreza de tiempo afecta a una proporción mucho menor de la población, 56 por ciento. Estas pobrezas parciales son sustancialmente menores que el correspondiente a la pobreza integrada (86.7 por ciento). Sin embargo, la composición de las pobrezas de NBI y de LP en términos de indigencia y no indigencia a escala nacional son prácticamente inversas: en la de ingresos predomina la indigencia y en NBI la pobreza no indigente. En la pobreza de tiempo están equilibradas la indigencia y la pobreza no indigente.

LA INDIGENCIA POR NBI a escala nacional es de la mitad (28.8 por ciento) de la indigencia por ingresos (55.3 por ciento). Una parte de esta diferencia se explica por la subestimación de los ingresos en los censos de población que, además de sobrestimar la pobreza en su conjunto lleva a modificar su estructura interna. Sin embargo, también refleja una diferencia efectiva de la estructura. En el plano dinámico, con la base de datos del Censo de Población de 1990 (que tiene el mismo problema de subestimación de los ingresos que el de 2000), las incidencias de la indigencia por NBI y por LP a escala nacional, fueron de 38.5 por ciento y 57 por ciento, mientras el total de pobreza en ambos niveles fue de 79.5 por ciento y 77.9 por ciento. En el periodo 1990-2000, mientras la pobreza por LP se mantuvo al mismo nivel, la de NBI experimentó un descenso de más de cuatro puntos porcentuales. Por su parte, la indigencia por LP disminuyó levemente (poco menos de dos puntos porcentuales), mientras la de NBI se redujo en casi 10 puntos porcentuales2. Esta evolución apuntaría en el sentido que mientras la pobreza por NBI está disminuyendo, ello no parece ser así en el caso de la pobreza por ingresos.

CUADRO-2

LOS CONTRASTES ENTRE la pobreza por NBI y por LP son particularmente agudos en las ciudades. Aunque la incidencia urbana de pobreza no es muy diferente por NBI y por LP (72.2 por ciento vs. 68.7 por ciento), la inmensa mayoría de los pobres por NBI son pobres no indigentes (50.3 por ciento vs. 18.4 por ciento), mientras en LP es al revés: la inmensa mayoría son indigentes (45.9 por ciento vs. 26.3 por ciento). Aunque en el medio rural predominan los indigentes en ambas dimensiones, hay de todas maneras un fuerte contraste, ya que mientras en LP la relación es de ocho a uno entre indigentes y no indigentes, en NBI es sólo de dos a uno.

EN ENTREGAS ANTERIORES he comentado que el carácter mayoritariamente urbano de la pobreza se confirma con los datos del Censo de 2000. En el cuadro 2 se comprueba que, en efecto, en el medio urbano habitan más de la mitad de los pobres en las tres dimensiones parciales presentadas, así como en la pobreza integrada. En todos los casos la proporción es de alrededor de 70 por ciento, un poco menos que la participación del medio urbano en la población total, que es de 75 por ciento. En la indigencia, el medio urbano es el mayoritario también, con la excepción de NBI, donde es ligeramente mayor la población pobre que habita en el medio rural. Pero nótese que en LP y en PT incluso la indigencia se concentra (alrededor de dos terceras partes) en el medio urbano. Por su parte, la pobreza no indigente es abrumadoramente urbana. Cerca de 90 por ciento de los pobres no indigentes por ingresos, y 82 por ciento del mismo estrato por NBI, habita en el medio urbano. Aún más contrastante es la presencia de los no pobres en el medio urbano; 95 por ciento de los no pobres, tanto por LP como por NBI, habitan en este medio, al igual que casi 80 por ciento de los no pobres de tiempo.

MIENTRAS ES EVIDENTE el predominio de la pobreza urbana en el país, la Sedeso repite errores de antaño que introducen un sesgo anti-urbano a los programas de lucha contra la pobreza. En el programa de micro-regiones se han seleccionado municipios exclusivamente rurales, mientras se dejan abandonados los barrios urbanos cada vez más depauperados, sobre todo en materia de ingresos. Es la vieja falacia ecológica que se repite una y otra vez, consistente en creer que en un municipio clasificado de baja marginación, ninguno de sus habitantes es pobre, por lo cual no deben atenderse dichos municipios. La falacia consiste en asignarle a las personas los atributos de la unidad geográfica. De esta manera, por ejemplo, los muchos millones de indigentes y de pobres no indigentes del área metropolitana de la ciudad de México pasan a engrosar las filas de la pobreza ignorada. En próximas entregas analizaré la distribución territorial de las dimensiones de la pobreza.

 

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1 Para una explicación del MMIP, véase Julio Boltvinik, capítulo 1 y anexo metodológico, en Julio Boltvinik y Enrique Hernández Laos, Pobreza y distribución del ingreso en México, Siglo XXI editores, México, 1999.

2 Véase Julio Boltvinik, Pobreza y estratificación social en México, INEGI, Aguascalientes, 1995. Debe notarse que los datos de ingresos no son plenamente comparables entre ambos censos. Mientras el Censo de 1990 captó solamente ingresos por trabajo, el de 2000 captó ingresos provenientes de otras fuentes. Es muy probable, por tanto, que si sólo incluyéramos el ingreso por trabajo en el segundo año, la pobreza por ingresos hubiese aumentado entre 1990 y 2000. Las mediciones de pobreza por NBI tampoco son estrictamente comparables. En el censo de 2000 se incluyeron al menos dos dimensiones que no se habían previsto en 1990: el acceso a servicios de salud y seguridad social y los bienes durables en el hogar. Es notable que a pesar de incluir más dimensiones en 2000, la pobreza por NBI de todas maneras disminuya. Esta disminución sería todavía mayor si no hubiese introducido estas nuevas dimensiones.

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Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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